Recuerda…
Hace poco me llego por Internet un correo que hablaba de un pequeño cuento, que creo que pudiera aplicar perfecto a nuestro tema. La historia decía: “Era un pequeño pueblo, que un día sufrió una terrible inundación, las casas se anegaron, toda la gente huyo del lugar para salvar su vida.
Solo un individuo, llamado Juan Luís Ernesto el piadoso, no quiso huir, él se trepó al campanario más alto de la iglesia del pueblo, a esperar que el agua bajara de nivel y todo volviera a la normalidad.
Pero el agua seguía llegando y subiendo cada vez más, hasta que la iglesia se cubrió totalmente y el agua le llegaba a los tobillos. Él estaba muy tranquilo, muy confiado en que algún milagro debía suceder, ya que él creía mucho en Dios y sabía que en el último momento se salvaría.
Llegaron unos amigos en una pequeña balsa inflable, que era movida a base de remos y que diestramente sus amigos manejaban. Sube Juan Luís Ernesto, venimos a salvarte. Le gritaron sus amigos –Váyanse, déjenme aquí- les contesto con mucha seguridad Juan Luís Ernesto el piadoso – Dios vendrá a salvarme-.
Pero mira como sigue llegando el agua le insistieron sus amigos –Ya nada más quedas tu aquí, ya se fueron todos, vámonos!!!- Lo que pasa es que ustedes no creen en Dios, yo tengo la seguridad que a mí no me va a pasar nada –volvió a contestar aquel obstinado hombre- váyanse, no tengan pendiente. Sus amigos al ver la testarudez, de Juan Luís Ernesto, con dolor de su corazón, se alejaron para salvar sus vidas.
El agua seguía llegando y ahora ya le llegaba más arriba de la cintura, y Juan Luís Ernesto seguía confiando en que un milagro de último momento vendría a salvarlo. Llego entonces junto a él un bote más grande impulsado por un motor fuera de borda y varios hombres a bordo, los cuales volvieron a suplicarle a Juan Luís Ernesto que subiera con ellos. –Venimos por ti Juan Luís Ernesto, pues tenemos noticias que la inundación seguirá por varios días más, así que por favor, sube a la lancha –casi le gritaron sus amigos-.
Ya les dije a los amigos que vinieron anteriormente que no se preocuparan por mí –les contestó- Pues creo que Dios me ayudará en el último momento, Él no me dejará morir. –Volvió a asegurar aquel insensato-. Después de mucho insistirle y tratar de convencerlo inútilmente, también ellos se alejaron al ver que no lograban nada positivo y además la inundación continuaba.
Ahora el agua ya le llegaba al cuello, ya era inminente que perecería ahogado en aquel lugar, cuando vino un helicóptero y se detuvo justo sobre su cabeza que ya era todo lo que el piadoso Juan Luís Ernesto tenía fuera del agua.
Con un altavoz, el piloto le gritó, con las palabras más convincentes que encontró: “Juan Luís Ernesto, me han enviado de la base militar para venir a rescatarlo, ahí le lanzo una escalera de cuerda, trate de tomarla fuertemente y subir con cuidado hasta el aparato”. El piloto pensaba que Juan Luís Ernesto le aceptaría el ofrecimiento, pero aquel seguía tan convencido que Dios vendría a rescatarlo en el último momento, que volvió a rechazar la ayuda diciendo –Ya les dije que me dejen aquí, que Dios me va a salvar- Y así se quedó. El piloto del helicóptero al ver que nada podía hacer a pesar de la insistencia, dejo a Juan Luís Ernesto y se perdió en el cielo cubierto de nubes.
El agua siguió subiendo, cubrió totalmente al piadoso Juan Luís Ernesto y este irremisiblemente se ahogó y murió en la inundación. Cuando su alma llegó al cielo, inmediatamente pidió hablar con Dios para reclamarle que lo hubiera abandonado.
Al estar en su presencia le dijo: Como fuiste malo, me fallaste, como me abandonaste, yo todavía no quería morir, si yo siempre creí que me salvarías, siempre tuve fe en ti, dime Dios, ¿qué pasó? Reclamó en una forma agresiva.
Dios muy extrañado al ver al piadoso Juan Luís Ernesto ante Él, le pregunta: ¿Qué paso Juan Luís Ernesto, que no te mande dos lanchas y un helicóptero? ¿Qué no llegaron? ¿Qué no te encontraron?
Es decir, Dios nos manda las oportunidades, allí están presentes, todo lo que tenemos que hacer es aprovecharlas al máximo.
Ahora usted no podría reclamar cuando llegue ese momento, que no hubo quien lo viniera a salvar, tal vez la lectura de estas líneas sean la lancha que Dios le está mandando para que la aproveche y salga de esa inundación, porque cuando lleguemos a rendir cuentas, no vamos a poder reclamar que no nos llegó el milagro, pues puede ser que nos contesten: ¿Qué no te mande unos sacerdotes?, ¿unos libros?, ¿unos cursos?, ¿unas conferencias?, ¿Qué no viste a tus nietos entre la espada y la pared?, ¿no viste a tu familia dividida y triste?, ¿no lo estás leyendo en este preciso momento? Para que tú pudieras entender, cambiarás tu actitud y tu orgullo mal entendido y verdaderamente gozaras la vida. Me has interpretado mal.
Además, las oportunidades nosotros mismos las podemos crear, imprimir, y ver el éxito donde todos solo ven fracasos.
Hay una anécdota de dos amigos, compañeros de la escuela, que cuando salen del colegio se dejan de ver por muchos años, se pierden la huella y no es sino hasta bastante tiempo que coinciden en una reunión.
Uno de los amigos, muy bien vestido, luciendo joyas exclusivas en su atuendo, es decir, se notaba que le había ido muy bien, que la fortuna le había sonreído, y en cambio el otro, era todo lo contrario, se veía que algo había sucedido y no logró progresar en la vida.
Cuando se reconocieron uno dijo al otro: “Que bien se te ve, parece que has tenido mucho éxito en la vida” lo saludó con cierto dejo de envidia. Pues sí, -le contesto el hombre rico- me ha ido muy bien, tengo una gran fortuna, avión propio y varias fincas en diversas partes del mundo.
¿Y cómo le has hecho? ¿A qué te dedicas? Le cuestionó el amigo. Pues vendo refrescos!!! ¿Refrescos?, ¿En dónde? –dijo asombrado- En el desierto!!! Explícate, no te comprendo –dijo aquel, no saliendo aún de su asombro.
Sí, -le contó la historia- Un día hice un viaje por el desierto en una caravana, y cuando atravesamos las ardientes arenas, se me ocurrió que tendría mucho éxito un lugar ahí, que vendiera refrescos bien fríos, así que regresando de mi viaje, solicité y obtuve un crédito para comprar un pequeño helicóptero, donde transportaba cada día una hielera llena de refrescos y me instalaba en una tienda de campaña, sobre la ruta que habían de seguir las caravanas y vendía los refrescos a como quería, llegando a amasar una interesante fortuna.
Pues te felicito, que buena idea tuviste. –Dijo el aún asombrado amigo- Si quieres te invito a que tú también hagas negocio. -Pero para que me necesitas, si tú ya lo tienes todo controlado- Respondió en forma negativa.
Pues ponemos otro negocio y tú lo administras y vamos al 50% de las utilidades. –Trató de convencerlo- ¿Y qué negocio vamos a poner? Vamos a vender corbatas!!! ¿Corbatas?... ¿En el desierto? No creo que ese sea un buen negocio!!! Contesto incrédulo.
¿Crees en mí? ¿Crees que yo me equivocaría? –Bueno como tú digas- Aceptó un tanto escéptico. Hicieron la inversión por partes iguales, adquirieron un lote de corbatas a muy buen precio y pusieron una tienda en frente de la de los refrescos.
Cuando vieron que se acercaba una gran caravana, se apresuraron a atender a los clientes. Cuando llegó al local de los refrescos un buen grupo de peregrinos y solicitaron un refresco, nuestro héroe le contestó: “Aquí no se sirve a personas que no traigan corbata”.
Es decir, cuando tenemos iniciativa, cuando queremos aprovechar todo lo que hay a nuestro alrededor, podemos obtener el dinero que queramos… Dios te bendice y te acoge!!!
Despertar…es
“La esperanza es algo bueno, tal vez lo mejor. Y lo bueno nunca muere. Estaré deseando que estas palabras te encuentren, y te encuentren bien”. A la luz de nuestras familias, decía Jesús, “No me digas que me amas, dime como vives”. “La familia que ora unida, permanece unida”. INICIATIVA LAGUNA un proyecto de valor y de valores para los laguneros y el MUNDO!!! Estoy a sus órdenes en la dirección electrónica: [email protected]. A través de Twitter: @Germandelacruzc Lo invito a visitar mi blog con más de 780 artículos de su interés: https://www.elsiglodetorreon.com.mx/blogs/familia
“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”
Germán de la Cruz Carrizales
TORREON, COAH. MÉXICO
MMXXIV