Las obras literarias de la escritora británica Jane Austen (1775-1817) son una crítica social a las reglas, pautas y prácticas culturales y sociales comunes alrededor de las interacciones y relaciones entre personas y cómo éstas dictan el comportamiento humano, específicamente en asuntos como el matrimonio, el amor, la posición social o el estatus, las condiciones de vida o las oportunidades de desarrollo personal, tan limitadas por los cánones dentro de la estructura del sistema.
Sus escritos suelen ser vistos como una mirada esperanzadora hacia la justicia y el progreso, en donde la verdad y la posibilidad se vuelven una sola, el amor triunfa y los personajes que eligen hacer lo correcto son recompensados por sus buenas acciones; pero sus observaciones también son una crítica al romanticismo ciego, a las reglas establecidas en el conservadurismo y la hipocresía de una sociedad en donde las apariencias no son consideradas un engaño sino la norma; en corto, una sátira de los convencionalismos sociales cuya envoltura es tan banal como su contenido.
Esto se observa claramente en una de sus novelas epistolares (contada a través de cartas enviadas entre los personajes) titulada ‘Lady Susan’, que tiende a ser crítica mordaz hacia las costumbres propias de la época en la que la autora vivió, en donde los matrimonios arreglados eran la costumbre, la búsqueda por ascender en la escala social a partir de relaciones por conveniencia era habitual y la manipulación como única forma de supervivencia era la realidad para muchas personas, especialmente para las mujeres, a quienes no se les permitía estudiar, heredar, perseguir la autosuficiencia o decidir sobre su vida en ningún sentido. En otras palabras, un mundo en el que casarse para formar alianzas y buscar la unión más benéfica para las partes involucradas era socialmente aceptado y constantemente practicado.
La historia fue adaptada a película bajo el título Amor y Amistad (EUA, 2016), escrita y dirigida por Whit Stillman; protagonizada por Kate Beckinsale, Chloë Sevigny, Xavier Samuel, Emma Greenwell, Morfydd Clark y Tom Bennett. Se enfoca en Lady Susan Vernon, una viuda joven quien en busca de estabilidad económica y posición social, maniobra hábilmente con ingenio y carisma sus relaciones sociales a fin de asegurar una fortuna favorable para ella y su hija Federica, en busca de matrimonios arreglados con hombres que puedan proveerles soltura en su estilo de vida.
Inteligente, coqueta, pero también cínica y egoísta, Lady Susan no está libre de defectos; la preocupación por el bienestar de su hija es mínimo y su relación es fría y distante, así que más bien parece interesada en asegurar una alianza familiar que signifique suficiencia monetaria estable, más para ella que para la otra, además de que su vanidad y actitud oportunista evidencian qué tanto vela casi exclusivamente por sí misma y saca provecho de otros a sus expensas, conquistando con su presencia, belleza e ingenio. Lo cual al mismo tiempo le ocasiona conflictos con otras mujeres del círculo que frecuenta.
Pero si se ha ganado una mala reputación por su actitud ambiciosa y descarada, tachada de convenenciera, es en parte porque su actuar es sólo producto de una sociedad que funciona así, rodeando las apariencias para que las mujeres utilicen sus conexiones, encantos y aptitudes con destreza para posicionarse lo mejor posible en la estructura de clases, ya que de eso depende su futuro y, muchas veces con ello, el de su propia descendencia y familia.
Podrá catalogarse a Lady Susan como mezquina y manipuladora, que sólo tiene en mente casarse y casar a su hija con prospectos que representen la mejor posición social y una vida lujosa para saciar sus propias presunciones, algo así como que su meta es encontrar ‘al mejor prospecto’, ‘a cualquier costo’. Pero parte de la crítica social a través de su personaje sirve para entender las contrariedades del sistema, del orden social y las reglas de convivencia. En el siglo XVIII, época en que se desarrolla la historia, las mujeres eran tratadas como personas que se limitaban a representar un rol y una función, el de esposas, madres o hijas, pero que no tenían ni libertades ni independencia. No se les otorgaban derechos ni siquiera sobre sí mismas; lo que hicieran, con quien se relacionaran y a veces hasta lo que dijeran y opinaran parecía siempre dictado por los hombres que regían sus vidas, fueran sus padres, luego sus esposos y muchas veces a la larga sus hijos; el clásico modelo de opresión patriarcal que Jane Austen se atreve a observar duramente por medio de la sátira.
Si por ejemplo una mujer provenía de una familia adinerada, la fortuna y legado de su cuna en realidad no le pertenecía, sino que se ligaba a ellas por medio de sus familiares masculinos más directos; no se les permitía opinar, aspirar a un desarrollo más allá del de casadera o madre y se les educaba en un estado de sumisión. Sin embargo, a pesar de que se les enseñara a obedecer y callar, debían encontrar la manera de mantener su estatus social, encontrar una pareja cuya relación matrimonial beneficiara a su propia familia y en el proceso sobresalir lo suficiente como para ser veneradas (u observadas), pero no lo suficiente como opacar a los hombres a su alrededor.
En un mundo como éste existían muchas mujeres que tenían que parecerse a Lady Susan si querían sobrevivir la cruel realidad misógina en la que su única forma, ya no de escape sino como medio para subsistir, era el matrimonio. Madres planeando artimañas para que sus hijas conquistaran a un hombre lo mejor posicionado, hijas compitiendo entre ellas y con otras mujeres en un intento por asegurar su propia, al menos aparente, seguridad y felicidad, en esencia mujeres compitiendo con otras mujeres porque el orden social les ha enseñado que su valía se mide en función del hombre a su lado. En un mundo como este, la mujer que anhela libertad e independencia debe ser hábil, ingeniosa, directa y libre de ataduras, tal como Lady Susan es, la mujer que busca su propio bienestar, incluso si para ello debe pasar por quien se encuentre en su camino, incluidos familiares y amigos, la mayoría de las veces, especialmente los hombres.
Lady Susan representa, como personaje, la realidad de una sociedad en la que inequidad y explotación, además de la degradación de la mujer en muchos sentidos, es tan aceptado como propiciado. No todas las heroínas de la época podían permitirse ir en contra del orden establecido y alzar la voz sin miedo a las consecuencias en su contra, la difamación, represión, silenciamiento o maltrato, entre otras conductas agresivas hacia su persona. Así como Lady Susan, muchas mujeres sobrevivieron sobrellevando los obstáculos, adaptándose e improvisando en el camino, no porque fuera lo ‘correcto’, sino porque era lo único que podían hacer. La culpa no era suya, era del ambiente sociocultural en el que vivían y esa es la fuerza de la crítica de Jane Austen, que el director de la película también aprovecha y explota: el análisis a través de una comedia burlona, sarcástica e irónica que ridiculiza lo que significa amor, amistad, buenos modales, roles y reglas sociales, tanto en el siglo XVIII, como en la actualidad, es decir, a lo largo del surgimiento y consolidación del sistema económico que todo lo mercantiliza. El matrimonio y la familia no escapan a esta dinámica.
Un contexto en el que las mujeres no tienen ningún poder, más bien tienen que ingeniárselas para adquirirlo sin que el de junto se dé cuenta, o imponerlo de una manera tan seductora que su influencia pase desapercibida. Lady Susan no es ningún modelo a seguir, pero eso no la hace menos heroína que otras protagonistas de los libros de Jane Austen. Es decidida, independiente, astuta y bien articulada; el problema, claro, es que también es banal, controladora, soberbia y vil. Por un lado, su individualismo, su egoísmo es producto de su entorno; por otro, también es producto de su frivolidad y ambición. Entre más apegada a las formas sociales se comporte, más pretenciosa parece.
La historia reflexiona sobre la realidad de las mujeres enfrentando las contradicciones de su sociedad, algo que tampoco es exclusivo del siglo XVIII, sino escenarios comunes incluso en el siglo XXI, donde las personas pueden ser criticadas tanto por ser liberales como por ser conservadoras, tanto por ser independientes como por no serlo lo suficiente, según los estándares del colectivo, siempre marcado por las distintas posturas ideológicas y religiosas de los diferentes estratos sociales.
De la misma manera que Lady Susan, otros personajes femeninos en la película viven atrapados por las limitaciones de su realidad, puesto que toda conversación parece girar en torno a las relaciones interpersonales o de pareja de los demás y la manera como esto impacta en su propia categoría social. Catherine DeCourcy, esposa del hermano del fallecido marido de Lady Susan, inquieta por la mala reputación de aquella, se la pasa intentando alejar a su propio hermano de la viuda cuando aquel llega de visita, asumiendo que sus intereses para con Reginald DeCourcy están en efecto alineados con la búsqueda por la escala social, es decir, el interés por conquistarlo y casarse con él.
Alicia Johnson, la mejor amiga de Lady Susan, vive su propio predicamento; una estadounidense casada con un hombre al que desprecia pero que acepta porque representa un renombre y una casa bien posicionada, lo que le conviene a fin de no regresar a su país de origen. O Lucy Manwaring, por poner otro ejemplo de una mujer que vive y sufre a partir del orden social, atormentada por una posible relación amorosa entre su esposo y Lady Susan, un escándalo que no sólo afecta su reputación sino también su matrimonio y por ende su futuro, a raíz de una posible separación en la que el factor romántico es lo de menos, pues ello subsecuentemente afecta también sus propias posibilidades de encontrar una respetable nueva pareja, pues la gente a su alrededor se mueve en función de las apariencias y el prestigio.
De esta manera lo que el relato plantea es un sutil estudio de la moral. Lady Susan podrá parecer despreciable, reprobable bajo los estándares sociales actuales, ¿pero no acaso para la época en la que vive, es su ‘deber’ como madre ‘encontrarle’ esposo a su hija Federica?, preferentemente alguien rico, honorable, íntegro y digno, en esencia, un buen partido. Si como viuda queda a merced de la caridad de otros, ¿qué tan reprobable puede ser que esté buscando un marido que la sostenga, cuando esa es la realidad para todas las viudas como ella de la época, pues de lo contrario quedan marginadas, olvidadas y/o desprestigiadas? Situación que viven hoy todavía multitud de mujeres (y también hombres) que buscan no sólo amor sino estabilidad económica a la hora de decidir casarse.
Es difícil sentir empatía con Lady Susan porque es voluble y petulante, se aprovecha de las debilidades o buenas intenciones de otros y engaña persuasivamente a quien no es tan ágil como ella para sacar a su favor cualquier situación a expensas de los demás. Pero el personaje de Jane Austen tiene que ser precisamente así, para que el espectador pueda entender claramente, a través de éste, las trivialidades de una sociedad en la que la falsedad y la mentira no parecen ser tan criticadas como deberían, o en donde la farsa es una careta aceptada porque se ha aprendido a maniobrar esta realidad para el beneficio propio, inclusive si se atropella y humilla en el proceso a los demás o, precisamente porque así sucede, toda vez que estas dinámicas sociales también promueven la envidia y la competitividad, la deslealtad, la traición, el engaño y el cinismo; una sociedad de caretas, donde las reglas y leyes no benefician a todos, pero se aceptan. Una sociedad donde se enseña que mentir es una forma de lograr el éxito y que aparentar se vuelve común para obtener beneficios o no ser discriminados.
Al final del relato, Lady Susan no pierde su dominio, prestigio e influencia como aristócrata, mujer, madre, viuda y miembro de la nobleza, sin embargo, en el fondo ella simplemente está adecuándose, instalándose o afianzándose al orden social; uno en el que o se es cazador o se es la presa, o manipulas o te manipulan, o se juega maquiavélicamente a las dinámicas de poder o no se avanza en el competitivo mundo de la alta sociedad, tan interesada en la pomposidad de la superficialidad humana.
Si Lady Susan aspira a tenerlo todo (dinero, riqueza, amor y respeto), ¿cuál es el precio que tiene que pagar para conseguirlo? Si las mujeres tienen que actuar de esta manera para progresar, subsistir o aspirar a más, tal vez el problema no son ellas sino la sociedad, la forma de organización que menosprecia a las mujeres y que todo lo vuelve mercancía, incluso los afectos. No todas las personas son tan afortunadas como para vivir en el privilegio y la abundancia de bienes, despreocupadas de las consecuencias de sus actos, o con el dinero suficiente, la posición social y la libertad para decidir sobre su vida. Libertad que tristemente hace depender la tranquilidad y la felicidad del dinero que se posee.
En el pasado las mujeres dependían de lo que los hombres les permitieran hacer. En el presente el problema es creer que las cosas realmente han cambiado y darse cuenta de que incluso ahora, el matrimonio o la vida en pareja son influenciadas por el ambiente mercantil, de que sólo el que manipula, miente y engaña (personas en general, no sólo hombres o mujeres) es el que nadie se atreve a frenar, el que obtiene provecho de las circunstancias porque suelen ser expertos en volver aceptable, el comportamiento inaceptable.
Ficha técnica: Love & Friendship - Amor y amistad