
La competitividad es parte de la naturaleza humana, ya que la noción de ganar o perder va ligada históricamente a la supervivencia, después a la de éxito y fracaso y, en consecuencia, a la idea de sobresalir y progresar. Idealmente la búsqueda por ser una mejor persona debería tratarse del esfuerzo por superar obstáculos y pulir aptitudes con la intención de avanzar en función del ‘yo’ anterior, sin embargo, en este mundo en que la comparación con otros es tan constante, el éxito se mide sobre aquello que es tangible y la seguridad en uno mismo muchas veces se alcanza cuando el de junto falla; ser mejor suele entenderse como ‘ser superior a los demás’.
Si es de humanos errar, ¿por qué importa tanto ganar y pesa tanto perder? ¿Por qué para ganar parece no haber otro camino que enfrentarse a la posibilidad de perder? ¿No también pierde quien gana y gana algo quien pierde? Esta es la posición en la que se encuentran los personajes principales de la película Desafiantes (EUA, 2024), escrita por Justin Kuritzkes, dirigida por Luca Guadagnino y protagonizada por Zendaya, Josh O'Connor y Mike Faist. La historia, contada de manera no lineal, se centra en el vaivén de la relación entre Tashi, Art y Patrick, tres tenistas que se conocen en su juventud, cuya propia autodestrucción y ascenso a la cima personal y profesional está entrelazada a los logros y fracasos de los otros dos.
Art y Patrick son amigos desde la infancia y a raíz de esto se han apoyado incondicionalmente con el paso de los años, así que su amistad es sólida porque su lealtad es más fuerte que cualquier indicio de enemistad y/o competencia, esperando lo mejor para sí mismos pero también para el compañero leal, nunca deseando su caída, ni personal, profesional, emocional o de cualquier otro tipo.
Todo cambia cuando durante un torneo menor, denominado un ‘Challenger’, conocen a Tashi, una tenista en ascenso, reconocida por su talento en la cancha y explosiva personalidad. Art y Patrick se sienten inmediatamente atraídos hacia ella, no sólo físicamente sino también por su pasión y entrega, una mujer que se arriesga, que vive cada instante al máximo y que cede ante sus emociones e impulsos sin mirar las consecuencias, porque tiene la meta completamente clara y fija. Es alguien determinada a alcanzar lo que quiere, ya se trate del deporte o de sus relaciones personales; específicamente, y a la larga, tanto con Art como con Patrick.
Tashi enseguida se vuelve un punto de ruptura entre los amigos y, como parte de su naturaleza provocadora, convierte la dinámica de enamoramiento y conquista en un juego confrontativo, al acceder a una cita romántica con aquel que gane el torneo en cuestión, una vez que Art y Patrick han calificado a la final y es inminente que se enfrenten en la cancha.
El aparentemente inocente desafío modifica por completo la relación entre ellos, (transformándose en enemistad a la larga) cuando, tras ganar, a pesar de inicialmente ofrecerse a perder para favorecer a Art, Patrick entabla una relación más seria con Tashi. Directo, arrogante, descarado pero carismático e inclinado a alardear más de lo que es capaz de lograr, es evidente que Tashi se siente más atraída hacia él porque su personalidad es apasionada como la de ella, alguien que constantemente la reta, tratándola como su igual, sin miedo a contradecirla, confrontarla y sin suavizar condescendientemente la verdad, lo que la anima a aspirar a más en aquello que más le importa, el tenis. El problema es que su relación es tan libre de filtros, desafiante en lugar de sensata y pasional en lugar de colaborativa, que Art aprovecha esto para crear conflicto entre la pareja. A ello contribuye Patrick, tan combativo como soberbio, que descuida ser empático.
Esa es la constante realidad entre los tres, la provocación en busca de discordia para obtener un beneficio y la confrontación sin importar si se daña a alguien más. Así es Tashi con ellos, ellos con Tashi y, en el fondo también, Art y Patrick el uno con el otro. ¿Qué tanto quieren conquistarla por un verdadero enamoramiento? O bien, ¿será que sólo quieren hacerlo para pasar sobre su propio amigo? El honor y la lealtad caen por la borda cuando el espíritu de cada uno se corrompe, porque los tres tienen claras un par de cosas: uno, cada quien es la principal prioridad de sí mismos y, dos, esto significa plantearse qué o quién les conviene más para lograr el éxito, el suyo propio, desde luego.
Cuando Patrick le reclama a Tashi, entonces su novia, que ser su pareja no significa idolatrarla y que, en todo caso, si busca a alguien que se rinda ante sus órdenes para complacerla, Art es una mejor opción, ella sale a la cancha tan molesta que canaliza su ira de manera desatinada, provocando un error que se convierte en una lesión que termina por truncar su carrera deportiva. Al final, el resentimiento hacia Patrick es tan fuerte como aparentemente irreconciliable; lo culpa, aunque fue ella la causante de sus malas decisiones, esperando, en efecto, como él dijo, que las personas a su alrededor la alaben y solapen.
Como consecuencia Tashi se repliega hacia la persona más manipulable que tiene a la mano, Art, quien ansioso por la atención de quien siempre estuvo obsesionado (y cuestionablemente enamorado), comienza una relación sentimental con ella y años más tarde la convierte en su entrenadora personal. Con el paso del tiempo el más fuerte de carácter entre ellos dos toma el control de la relación y el más sumiso accede calladamente con tal de mantener la rutina y estabilidad familiar. En esencia Tashi se hace cargo por completo de la carrera profesional de Art, le marca ritmos y metas, presionándolo para convertirse en el mejor tenista posible, lo cual responde, en el fondo, al hecho de que ella no pudo cumplir ese sueño para sí misma.
Art acepta cualquier solicitud, petición y orden, primero con Patrick y luego con Tashi, porque de los tres es el más dependiente, sumiso y maleable; manipula pretendiendo ser la víctima, más interesado en complacer que en imponer, dada su inseguridad y docilidad. Esto es todo lo contrario a la naturaleza más colérica de Patrick y, por supuesto, de Tashi, personalidades impulsivas y calculadoras, hábiles para maniobrar con estrategia las emociones de los demás, que se lanzan ante cualquier incitación completamente seguros de sí mismos y ciertamente orgullosos, petulantes y engreídos. El caso es que en un mundo así, competitivo, agresivo y brutal, se les ha enseñado a las personas a que no hay otra forma de sobrevivir, sino sometiendo y dominando con aires de grandeza. Este es el mundo deportivo, en donde ganar lo es todo, pasar sobre los demás el camino correcto y humillar, a quienes se dejen, la mejor manera de permanecer en la cima; conscientes además, de que su carrera deportiva tiene fecha de caducidad prematura.
Sin embargo, Art tampoco es la víctima, ninguno de los tres lo es. Si el fin último es ganar, esto significa hacerlo ‘a cualquier precio’. Ganar es, en su forma de ver, tenerlo y controlarlo todo. Tashi sabe que el incentivo para motivar a Art es Patrick, pero al mismo tiempo entiende que el punto débil de Patrick es Art. Este triángulo, más que amoroso, es un juego de poder, donde ya no es quién manipula a quién, porque todos lo hacen, sino quién es más hábil para lograrlo a espaldas de los demás o tan persuasivamente que su engaño pase desapercibido.
Aquí todos quieren algo de alguien, la pregunta es si se han planteado ¿cuánto costará ganar o cuál es el precio que hay que pagar para que suceda? En este escenario donde la constante y despiadada competitividad rige todas las dinámicas, a veces lo más importante no es ganar sino competir, doblegándose ante la excitante idea de, al menos, estar dentro del juego. ¿Qué pasaría si dentro de cualquier sistema de competencia la gente dejara de rivalizar y abandonara esa fuente de conflicto para sólo disfrutar, aprender y crecer? ¿La estructura se derrumbaría? ¿El camino hacia el progreso se truncaría o simplemente todo avanzaría igual, sólo que con personas mucho más felices y tranquilas? ¿Qué nos aporta como individuos la competitividad? ¿Es la competencia una forma adecuada de relación social para la sociedad en su conjunto? Los conflictos son inevitables entre los humanos pero, ¿competir, manipular y engañar ayuda a fortalecer el carácter y los afectos mutuos?
Art y Patrick, muchos años después, se vuelven a enfrentar en la cancha, el primero casado con una Tashi que espera más pasión y entrega del hombre a su lado, un Art que se ha conformado con lo alcanzado profesionalmente y que anhela un retiro tranquilo para disfrutar en familia su posición socioeconómica; situación que molesta a Tashi pues, a su parecer, esto la convierte a ella en mediocre, toda vez que es directamente responsable de la carrera de Art. La joven recurre entonces a la persona que sabe puede ejercer un rol clave para empujar, motivar y retar a Art, su antiguo amante: Patrick, quien por su lado ha caído en una constante mediocridad que lo ubica cada vez más abajo en la escala de calificación profesional; él necesita ganar para mantenerse en el escenario; Art para complacer a Tashi. Y ella anhela que gane su marido y discípulo para sentirse realizada. El objetivo no es que el juego sea limpio, sino que la enemistad entre ambos sea lo suficiente para despertar a Art de su ya cómoda estabilidad.
Lo que en cambio sucede es que la competencia entre ellos deja de tratarse sobre el deporte y comienza a serlo sobre la forma de conseguir lo que siempre han deseado. Tashi es la persona alfa: dominante, líder, agresiva, independiente y ambiciosa, que sobrevive y mantiene su posición, incluso cuando está rodeada por hombres, dentro y fuera de la cancha, gracias a su capacidad para confrontar, superar y controlar. Choca con Patrick porque él es más parecido a ella que Art, quien es mucho más sumiso y que, al idolatrarla, alimenta su ego.
El miedo más grande de Tashi no es que Art pierda, ni que Patrick gane, sino que su posición dominante se derrumbe a raíz de las decisiones y fracasos de los demás. Tashi no puede vivir su sueño y tiene que conformarse con visionarlo a través de alguien más, de forma que, al ver a Art conformarse, desear retirarse del deporte y perder la ambición por competir, la frustra. Art se convierte en una decepción y el conflicto para Tashi es haberse equivocado en elegir a alguien tan dispuesto a complacerla que carece de iniciativa propia.
Habría que cuestionar también qué tanto Tashi guía y administra la carrera profesional de Art por amor y lealtad hacia él, qué tanto lo hace por una confianza plena en sus habilidades y potencial, o qué tanto se conduce por su deseo narcisista de controlar y adjudicarse los logros de otros una vez conseguidos. “¿Quién es él para ti si no está jugando tenis?”, le reclama Patrick a Tashi, refiriéndose al rol de Art en la vida de ella, sabiendo que lo ha convertido en vehículo para alcanzar el mayor éxito al que puede aspirar como entrenadora, una vez que su plan inicial se desplomó al lesionarse.
Al final también vale la pena preguntar qué tanto son verdaderas las intenciones de unos con otros, pues siempre parece que alguno tiene un as baja la manga, una ventaja secreta que en cualquier momento puede sacar a la luz. “En este juego debes ganar los puntos que importan”, afirma Art en un momento de la película y la simpleza de su aseveración es al mismo tiempo una potente reflexión sobre el precio de competir y ganar. No se supone que debas ganar siempre, sino justo en aquellos momentos y circunstancias que te llevarán a la cima. Lo importante no es ganar, sino competir, se suele decir, sin embargo, nadie desea perder. La competitividad misma te obliga al esfuerzo, a la disciplina y al sacrificio, pero, dónde quedan la lealtad, el compañerismo y el juego limpio, por qué, recurrentemente, surge el desleal, el injusto o el que está libre de remordimientos.
Qué tan lejos llegarían las personas para conseguir lo que quieren, especialmente en un mundo en el que casi todo es rivalidad y así, todo es perder o ganar. Fracasar no es permitir al otro triunfar, es, en todo caso, reconocer que hay que esforzarse más para competir con éxito. Si las pasiones influyen en el comportamiento y decisiones, ¿qué es más fuerte, el amor o la amistad? ¿El deseo de triunfar o de humillar al otro? ¿Imponer tu voluntad o ayudar para beneficio del ser querido? ¿El camino recorrido o la meta alcanzada?
La historia ilustra la importancia indudable de que las decisiones determinan la evolución posterior de los acontecimientos, de que las pasiones alteran nuestra conducta y de que imponer la propia voluntad no siempre es sinónimo de éxito, pues en el camino hay altibajos, conflictos, tensiones, obstáculos, contradicciones y, desde luego, nuevos o renovados afectos que representan desafíos constantes. Sólo enfrentándolos se podría esperar crecimiento y desarrollo.
Ficha técnica: Desafiantes - Challengers