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El hombre invisible

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Por cada abusador hay una víctima, por cada manipulador hay un afectado. Se trata de una búsqueda de poder y control que implica atropellar a los demás, de alguien que somete y presiona hasta llevar a la destrucción, no tanto suya sino de la gente a su alrededor. Las relaciones tóxicas son dinámicas de abuso, donde hay conflicto en lugar de armonía, donde se compite y rivaliza e lugar de encontrar apoyo, donde se menosprecia, minimiza, destruye, ataca o chantajea, se toma pero no se da, se sofoca, domina e impone, creando dependencia, afectando la autoestima, manipulando emociones y dañando a las personas.

Esto es lo que aborda con su historia la película El hombre invisible (Australia-EUA, 2020), escrita y dirigida por Leigh Whannell y protagonizada por Elisabeth Moss, Oliver Jackson-Cohen, Aldis Hodge, Storm Reid, Harriet Dyer y Michael Dorman. La cinta está ligeramente basada, más bien inspirada, en la novela homónima de H. G. Wells y es una de las varias versiones cinematográficas que se han hecho del relato. En este caso, la narrativa se centra en Cecilia Kass, una mujer que cree estar siendo acosada por su abusivo y manipulador exnovio, Adrian Griffin, un empresario e ingeniero en óptica.

Decidida a que la relación violenta y controladora que mantiene con Adrian llegue a su fin, buscando bienestar físico y mental para sí misma, así como libertad y autonomía, Cecilia escapa de la casa en la que viven juntos y se refugia con un amigo, el policía James Lanier. Sin embargo, lo que para otros podría parecer el inicio de una nueva vida, para ella se convierte en la extensión de sus temores, una prisión nueva causada por el constante temor de revivir lo que Adrian ha provocado: sentirse insegura de sus decisiones, siempre alerta, casi paranoica, temerosa de todo y de todos, permitiendo, de alguna manera, que la influencia y control del exnovio sigan determinando su vida.

James, su hija Sydney y Emily, la hermana de Cecilia, no pueden entender por completo lo que ella vive, porque no han sido realmente testigos de la manipulación de Adrian, el aislamiento, las mentiras y el hacerla sentir constantemente que está equivocada, que está sola y que su opinión, presencia e ideas no tienen valor. Los miedos de Cecilia crecen en lugar de aminorar cuando le aseguran que Adrian se suicidó y que le ha dejado parte de su dinero bajo algunas condiciones aparentemente sin importancia, por ejemplo, dejará de recibir sus pagos mensuales en caso de verse implicada en algún crimen o actividad ilegal.

Cecilia, no obstante, no encuentra calma y continúa sintiendo la presencia de Adrian en todo momento, no sólo simbólicamente sino también de forma palpable. Esto es lo que hace el manipulador y controlador en una relación de pareja, insertarse en la vida de la otra persona, vigilando todo lo que hace y dictando o guiando su comportamiento; también, para seducir y manipular, se introduce con falsos halagos, mentiras y atenciones, hasta influir en su mente, ideas, creencias y percepciones. Cecilia termina por dudar de sí misma y luego convencerse que Adrian finalmente encontró la forma de torturarla y acosarla sin que nadie más lo note, sin que nadie más pueda verlo; el problema es que nadie le cree.

Lo peor para alguien que escapa de una relación tóxica, sea de pareja o de otro tipo, es seguir percibiendo o sintiendo la influencia de esa figura de control que se pretende dejar atrás, incluso después de haber cortado el lazo, supuestamente, de manera definitiva, porque significa que su poder y dominio sigue intacto o al menos muy presente. En el caso de Cecilia, lo que hábilmente describe la película con su argumento, es que esa presencia ‘invisible’ realmente está ahí; Adrian es literalmente invisible, lo que le permite acosarla sin el menor reparo, sin ningún obstáculo. Cecilia insiste que siente como si Adrian siguiera a su lado, que la ve y la sigue todo el tiempo, que su obsesión posesiva no se ha ido a ningún lado, pero no tiene forma de comprobarlo. El que sus palabras sean desechadas porque para el mundo Adrian están muerto, sólo contribuye a que Cecilia se sepa sola e incomprendida, constantemente angustiada e incapaz de encontrar verdadera independencia. Además, las personas a su alrededor terminan por desconfiar de ella y descalifican su conducta al etiquetarla como enfermiza.

Lo que nadie sabe y Cecilia al principio simplemente puede deducir es que Adrian perfeccionó su trabajo y construyó exitosamente un traje de invisibilidad, aprovechando su conocimiento en tecnología y óptica para aplicarlo a nueva tecnología, lo que seguramente terminó en el invento de dicho traje. Cecilia siente, o mejor dicho, sabe que Adrian está ahí, vigilándola y juzgándola en todo momento, lo sabe porque lo experimento por años viviendo a su lado, lo sabe, además, porque alguna vez él le insinuó que ante sus ojos, ella ‘tiene’ que estar con él, como si fuera de ‘su pertenencia’, una propiedad, un trofeo.

Adrian es mucho más que autoritario y controlador, es narcisista y misógino; quiere a Cecilia a su lado pero no porque la ame, sino porque ese es su capricho y lo es porque es un reto. “Te necesita porque tú no lo necesitas a él. Nadie lo ha abandonado antes.”, señala Tom, el hermano de Adrian y quien administra sus asuntos legales tras su supuesta muerte. En corto, Adrian quiere lo que no puede tener, busca a Cecilia por el mero desdén y la molestia que le causa el rechazo de alguien que sabe capaz y competente, independiente, si así lo decide. “Ya te ha castigado lo suficiente”, añade Tom casi al final de la historia, dejando ver la forma de pensar de su hermano, que ha ideado, más bien amañado, todo, desde su muerte al traje de invisibilidad mismo, para vengarse, imponerse y ser más que los demás.

La película también habla del maltrato y la violencia de pareja, donde la agresión física se suma a la psicológica. El propósito de Adrian es dominar y mantener un control sobre Cecilia; lo consigue manipulando las cosas para empujarla a cuestionar su realidad y sentirse marginada, torpe e incompetente. La droga antes de una entrevista de trabajo, por ejemplo, para hacerla quedar mal ante sus posibles empleadores; manda a su nombre un correo electrónico a Emily, pidiéndole que no la vuelva a contactar porque la detesta; golpea a Sydney, aprovechando su invisibilidad, para que ella y James, su apoyo anímico desde que se mudó con ellos, se alejen tajantemente y le retiren su apoyo emocional. Adrian  la vigila todo el tiempo, al dormir y al comer, al salir o al quedarse en casa; se acerca lo suficiente para que sienta su presencia pero luego desaparece cuando ella pide ayuda, para que así el resto del mundo asuma que ha perdido la razón y que su mente, en efecto, no está procesando la situación sanamente y está teniendo una crisis.

Para todos aquellos que son silenciados y deciden denunciar, luego de hablar con la verdad, peor que la mentira y el abuso a los que son sometidos, es que nadie crea en su denuncia, que su verdad sea catalogada como la falsedad del escenario vivido. Esa es la habilidad del abusador, ser lo más invisible posible en sus actos, pero dejando al descubierto todo el daño que han causado en su camino.

La analogía es más que adecuada porque en la historia el abusador invisible, el que está pero no se ve, realmente lo es; lo importante es reflexionar esa alegoría, porque la cinta ejemplifica de esta manera el abuso real que existe en las relaciones tóxicas y las dinámicas de sometimiento y control. Todo lo que Adrian hace en contra de Cecilia parece pasar desapercibido; ella dice una cosa y él asegura lo contrario, sabiendo que miente y que ella lo sabe; él la condiciona, pero ante el mundo es ella la que toma la decisión. En realidad es Adrian quien dicta todo sobre su vida: primero su ropa, luego lo que hace, lo que dice, sus relaciones interpersonales y, eventualmente, hasta sus ideas y afectos; ella intenta denunciar a su abusador pero, ante el ojo público, él es intachable y su relación parece estable. 

El abuso visible es fácil de condenar, por el contrario, aquel que no se ve es el más difícil de parar, precisamente porque pasa inadvertido. La violencia emocional aísla, destruye y desgasta; está presente pero es más escondida que evidente. ¿Cómo comprobar que está latente en la vida de alguien?; ¿qué hacer cuando al hablar con la verdad, otros asumen que es una mentira?; ¿cómo convencer a los demás de la situación, cuando no hay forma de demostrar el engaño y la manipulación? “Ver para creer”, diría el dicho, sin embargo, aquello que no es tangible ni comprobable también puede ser peligroso y dañino, porque aquello que no se ve, no significa que no exista.

Para Adrian la meta, la culminación de su ambición, sería lograr ser omnipotente y omnipresente, sentirse una especie de dios; no sólo tenerlo todo, controlarlo todo y verlo todo, también ejercer este poder sobre los demás sin que lo sepan. Lo que apunta la historia es la importancia de traer esta realidad a la luz, de denunciarla y descubrirla; la del acoso y el maltrato, la violencia y el abuso que sucede entre las sombras, pero también lo que sucede a plena vista. Adrian se impone especialmente entre la gente cercana a él, Cecilia y Tom, por ejemplo; lo objetivamente terrorífico es que este comportamiento posesivo, autoritario, arrogante y manipulador refleja, fielmente, la realidad: los villanos despiadados logran afectar a otros a gran escala, sí, pero aquellos más hipócritas, viles, violentos y crueles, sobre todo destruyen a sus allegados más cercanos, imponiéndose a la fuerza y convenciéndose de que esto es una necesidad. En otras palabras, normalizan la situación para la víctima y ante los ojos de terceros.

¿Por qué una persona desearía ser invisible? ¿Cómo aprovecharía alguien la oportunidad de hacer lo que quiera sin ser visto? ¿Cómo pelear contra un peligro o una amenaza que no se ve pero se siente y se sabe que está ahí, por mucho que otros lo nieguen, lo duden o no lo entiendan? La invisibilidad otorga libertad inmerecida pues permite a quien la tiene actuar sin límites, sabiendo que cualquier acción u opinión son realizables sin ningún tipo de sanción, sin ninguna restricción legal; pero al abusar de esta aparente libertad para hacer lo que sea, el ser se corrompe, porque, ante la ventaja de no ser visto, de no ser descubierto, también abusa de la impunidad. En esencia hace cosas que en condiciones normales no haría por las consecuencias hacia su persona, pero sabiéndose impune el único control serían sus propios principios morales. La narrativa deja entrever que esa deseable conducta ética no es tan común como sería deseable. 

Tal vez la pregunta más adecuada debería ser, ¿qué tan lejos llegaría alguien o que serían capaces de hacer las personas con el poder de abusar de su poder, sin temer un castigo por sus acciones, cualesquiera que estas sean? ¿Qué tantos harían el mal y qué tantos harían el bien?

Ficha técnica: El hombre invisible - The Invisible Man

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