Un día del año pasado, como para la conmemoración del lanzamiento del disco que le dio rumbo al mercado de la música ‘pop’ a inicios de los 90 en los Estados Unidos, o como para un aniversario luctuoso más de Kurt Cobain (abril), pensé escribir el texto que escribo ahora. Sin embargo, por esas fechas, la pandemia aún me mantenía atolondrado y los días pasaron sin que pudiera darme cuenta de lo rápido que pasaron.
No quiero que este año suceda igual y antes de partir a una magna celebración, hago un recuento de los daños de lo que ha ocurrido desde el 24 de septiembre de 1991… en cuanto a lo que refiere al disco Nevermind.
Han pasado 30 años desde que DGC Records, Geffen, editó el hoy venerado álbum. Se trataba, en ese entonces, del segundo larga duración de la banda Nirvana, tras un primer trabajo titulado Bleach, por el que el trío cobró poco más de 600 dólares.
Entonces, una canción mal grabada pero con toda la intención (de la disquera) de convertirse en un ‘hit’ le dio la vuelta al mundo. Cinco minutos con la ira del vocalista Kurt Cobain, un joven de 24 años de edad, con residencia en Aberdeen, en Washington, se convirtieron en el himno de una generación que buscaba un nuevo estandarte de expresión. En la portada, un bebé nadando tras un billete de un dólar (hoy, el protagonista de la foto, nada tras los sueños de una demanda millonaria en contra de los sobrevivientes de Nirvana).
El disco nos impresionó a muchos por aquel entonces. Me llegó en el momento en que saboreaba Enter Sandman o Nothing Else Matters del “álbum negro” de Metallica. Combiné Come As You Are con Everything About You, de Ugly Kid Joe, en mis casetes caseros. Incluso, podía sonar Good Vibrations, de Marky Mark and the Funky Bunch, en el mismo ‘Side A’ de un Sony SR de 60 minutos. Eran los inicios de los 90, los inicios (para muchos) de lo que sería un camino sin retorno a la cordura.
Adiós a Elvis Presley y su Hound Dog. A “los Beatles”. Adiós a Chicago y la música de mi padre. Y, en definitiva, adiós a la terrible distracción que pudo significar el rap en nuestras incipientes vidas; 1991 fue el año de la redención.
Junto a Cobain, Krist Novoselic y Dave Grohl abrieron un parteaguas sin saberlo y quizá sin pretenderlo. Aunque tan solo dos años y medio después, el principal artífice de aquella revolución terminara con su vida de un escopetazo.
–En 1991, el Nevermind detonó el movimiento o escena conocido como ‘grunge’. Ese año sonaron éxitos como Jeremy, de Pearl Jam; Jesus Christ Pose, de Soundgarden; Give it Away, de “los Red Hot”; Losing My Religion, de R.E.M., mientras el ‘glam’ y la generación ochentera del rock se sostenía con Mama I’m Coming Home, de Ozzy Osbourne; Don’t Cry o November Rain, de Guns N’ Roses; Right Now, de Van Halen; To Be With You, de Mr. Big; In a Darkned Room, de Skid Row.
En el metal, Arise, de Sepultura, era de los discos más vanagloriados. Slayer presumía una 'Decade of Aggression'. Death editaba Human. Morbid Angel, Blessed are the Sick. En Europa, Entombed probaba con Clandestine–.
Para abril de 1994, el viaje había terminado. La muerte de Kurt Cobain se convirtió en todo un suceso, pero a la vez significó el principio del fin. Postmortem, se editó el Unplugged in New York, producto de la presentación en vivo para un programa de la cadena MTV. Vino más fama, más dinero, más bandas y el olvido.
Nirvana revolucionó la industria de la música. Al menos en los 90. Al menos en los Estados Unidos. Al menos, duró para siempre.
Hasta México llegó su efecto y nuestro país tuvo a su “Nirvana mexicano”. Jack Endino, productor del primer trabajo de la banda de Seattle, también se encargó de grabar a Guillotina, una agrupación de Ciudad de México que entre su repertorio contaba con una canción titulada No importa (Nevermind):
“Si piensas que ya, no importa dar más… Y no imaginas, no hay fantasías. ¿Por qué no te sales? Rompes la verdad. Tal vez encuentres otra realidad”…
Y eso es todo lo que tengo por decir al respecto.
Tomado del Nuevo Libro de las Revelaciones según el Dihablo