¿Qué harías si te dicen que le quedan seis meses y 14 días a la vida en el planeta tal como la conoces?
Un nuevo fin del mundo está cerca; ya no hay a dónde correr, ¿o sí?
En el ocaso de 2021, Netflix le sigue apostando a producciones propias para competir en el mercado, mientras el Universo Marvel acapara las miradas de jóvenes, treintones, cuarentones y más allá, con sus millonarias secuelas de historias que se entrelazan en un llamado “multiverso”, solo para justificar la presencia del mismo súper héroe en sus tres presentaciones recientes.
Dejemos al hombre de las telarañas en paz y pasemos al “universo” de la plataforma que cambió para siempre la forma de disfrutar el cine desde casa.
Don’t look up, que se estrenó a nivel mundial el 24 de diciembre, toca el recurrente tema hollywoodense sobre el meteorito que amenaza a la Tierra. Sí, siempre termina en final feliz y aparecen los “gringos” como salvadores de la Humanidad… aunque esta vez, puede que sea diferente.
La historia parece situarse en un presente cercano, previo a la época del covid-19, puesto que los “cubrebocas” brillan por su ausencia (dirían los antiguos); dos eventos catastróficos en un solo corte de dos horas serían demasiado, aunque la similitud con la situación que nos aqueja se hace evidente.
Una astrónoma aspirante a doctorado descubre, por casualidad (obvio), un cuerpo espacial del tamaño del monte Everest (casi 9 kilómetros de altura). Su profesor, caracterizado en la persona de Leonardo DiCaprio (y unos kilos de más) se da cuenta que el asteroide va en dirección exacta para colisionar con la Tierra: 6 meses y 14 días es el tiempo que le queda de vida al planeta.
El tartamudo maestro trata de advertirle a la NASA, que en principio toma la llamada con cierto escepticismo. Sin embargo, pronto, un doctor de la institución gubernamental se convierte en el aliado de los desconocidos estudiosos del espacio; tres contra el Gobierno de los Estados Unidos, contra la prensa hueca, contra las redes sociales. Tres contra el mundo.
La imagen de una estudiante que gusta de sustancias tóxicas y su maestro que apenas puede articular palabra cuando los nervios lo dominan remiten a la del astrónomo turco de El Principito (Antoine de Saint-Exupéry), obra escrita hace casi 80 años en la que el autor nos muestra la indiferencia que pueden mostrar los adultos serios ante una apariencia distinta a la del resto. En la película, el hijo de la presidenta y jefe del gabinete estadounidense no es la persona más seria del filme, y aún así muestra desdén hacia el aspecto de los descubridores del cometa. Tuvieron que ir a un programa de televisión barata para "cambiar el atuendo" y tener la atención de la presidenta y su equipo.
A partir de ahí, dos temperamentos contrarios (los de los astrónomos) lucharán en conjunto al doctor de la NASA contra todo para demostrar que la amenaza es real y que los días sobre la Tierra están contados.
Llama la atención que después de las primeras imágenes del recién descubierto asteroide, este no se vuelve a aparecer sino hasta al final, cuando el impacto es inminente. Es decir, en la mayoría de la película se habla constantemente de algo que no se ve, lo que cobra mayor relevancia cuando la teoría del fin del planeta parece bajar de intensidad y se pone en duda la veracidad de la información que en un principio se presentó; ya no se sabe si en realidad hay un cometa, si se impactará sobre la Tierra o si solo fue la histeria de unos científicos desconocidos de la Universidad de Michigan. Los protagonistas y público en general hablan en todo momento de lo intangible, de lo que no pueden ver. De algo que no conocen.
Desde afuera, el tema del colapso pasa a segundo término y son las conductas de los personajes las que controlan las reacciones de quien ve la película. Sin embargo, Jennifer Lawrence, en su papel de Kate Dibiasky, recuerda a gritos desesperados que el mundo está por llegar a su fin.
Llama también la atención la nula presencia de Rusia, Reino Unido, China, Alemania u otra potencia mundial para tratar de ayudar a resolver el problema. Si acaso, hay una mención a la respuesta rusa ante el conflicto que, para “variar”, termina en total fracaso; el histórico némesis de los Estados Unidos deja el camino libre para que de nuevo los americanos nos libren de todo mal.
A estas instancias, entre los salvadores, aparece la figura de un “genio” de la tecnología: millonario, excéntrico y con una palabra influyente que nos recuerda por momentos a personalidades como la de Jeff Bezos o Elon Musk. Los profesionales se han dividido: por un lado, el doctor Mindy (DiCaprio) sigue al frente del “proyecto” original, mientras que del otro queda el fundador y CEO de una lucrativa compañía de celulares, Peter Isherwell, el charlatán perfecto que ha triunfado a base de un discurso digno de Coelho y la innovadora creación de dispositivos inteligentes. Enloquecido, se anima a promover un aparato que podrá eliminar sentimientos como la tristeza. Algoritmo. El espíritu de Donald Trump también se asoma en la figura de Meryl Streep (Janie Orlean, la presidenta de EE.UU).
Incluso el propio Mindy nos recuerda a López-Gatell, desde su primer momento de gracia hasta la descomposición entre glamour y lo banal de un mundo plástico prefabricado.
La guerra se traslada ahora a las redes: #justlookup Vs. #dontlookup son los bandos que luchan palmo a palmo por la seguridad del planeta, con concierto de Ariana Grande (como la cantante Riley Bina) incluido.
Ciencia, política y farándula. Crítica social y una generación de humanos que ha crecido con la tecnología frente a sus ojos; la paradoja de la era de las comunicaciones en las que parece que la incomunicación es el principal enemigo del ser humano, al punto en que un asteroide puede estrellarse en la Tierra sin que ni siquiera nos demos cuenta.
Y es que nadie escucha. DiCaprio lo grita en su papel de astrónomo desesperado que retoma la conciencia ante la colisión fatal. Nadie escucha o, en su defecto, cada quien entiende lo que quiere.
Han pasado 6 meses y 14 días.
Un vago metalero parece haber convencido a la frustrada astrónoma de “rehacer” su vida justo antes de perderlo todo. Y es él, quien al final, es capaz de dirigir una oración en busca de la divina intervención, al menos para que el creador se apiade de sus almas.
Entonces aparece Dios como la respuesta a todo, el puerto donde confluyen todas las teorías cuando las demás opciones parecen perdidas.
Una escena post créditos pone en relieve lo que hubiera sucedido tras la hipotética salvación de la élite de los millonarios, dispuestos a poblar un nuevo planeta a partir de su propia desnudez, aunque la amenaza de lo desconocido se haga patente desde el primer instante.
En una segunda escena post créditos, muy a la Spiderman, aparece el personaje menos brillante para dejar de manifiesto que aquello es una burla, una ácida crítica a la era de la incomunicación y las redes sociales; la banalidad de manifiesto, donde resulta más importante atender a una pequeña pantalla antes que a las verdaderas necesidades humanas. #LastManOnEarth
El mundo se acaba hoy, ¿estás listo para el colapso?
Tomado del libro de Revelaciones del Dihablo.