Siglo Nuevo

Los Kikapú

Una tradición cultural en Coahuila

Yohan Uribe Jiménez

Desde que la tribu guerrera de los Kikapú, inició su éxodo de los fértiles valles de Wisconsin, en 1800, el grito guerrero “aiiee… aiiee…” (hoy es un buen día para morir) se esparció por gran parte de la unión americana al galope de sus caballos. Kitzihaiata, el gran espíritu los condujo al sitio sagrado donde el mundo Kikapú viviría por siglos, un rincón del norte de Coahuila, conocido como El Nacimiento, en el municipio de Múzquiz.

Dice la leyenda que cuando los Kikapú iniciaron la travesía, tuvieron que recorrer grandes extensiones de tierra en la unión americana. Cabalgando a pelo, los valientes guerreros enfrentaron el desierto, las bravas aguas de los ríos y las armas de los invasores. Cansados del viaje, cruzaron a lo que hoy es Coahuila, en el territorio mexicano, lugar donde el Dios Kitzihaiata, envió a la gran tarántula, para que tejiera la telaraña que sostendría por muchos siglos el mundo Kikapú.

Y debe ser cierto. Cuando se toma el desvió de la carretera de Múzquiz, para llegar a la reserva, es común ver a lo largo del camino, como cruzan prudentes, con el misticismo que describe la leyenda, decenas de tarántulas, uno de los animales sagrados de esta tribu, cuya danza entre los sabinos (señor de los árboles), rinde tributo a la riqueza natural de esta parte de Coahuila donde las aguas claras del río Sabinas brotan con musicalidad de la tierra, el hogar de cerca de 900 familias indígenas.

Un buen Kikapú debe cumplir los mandamientos de Kitzihaiata, el Dios que los escogió para poblar la tierra. Cumplir con la iniciación y ritos de cacería del venado, fuego sagrado, bautizos, año nuevo, purificación, cantos, oraciones y ayuno. Debe estar preparado para el día de su muerte.

De su animal sagrado y centro de vida, utilizan la piel, los huesos, la lengua y la carne. Creen que cuando un venado muere en el ritual, vuelve a la vida, creen que si el venado se extingue, se extinguirá también el mundo Kikapú.

Desde hace siglos la estructura social de la tribu se mantiene vigente. Cuentan con un jefe espiritual que a su vez es el sacerdote, el hombre sabio y justo. Encargado además de realizar las ceremonias, bautizos, despedida de los muertos y vigilar que las ofrendas a los espíritus se cumplan, así como el cuidado de la tierra.

Chakoka Anico, cuyo nombre hace honor a la valentía: el que puede enfrentar a muchos oponentes, actualmente tiene 82 años, dice estar viejo y no tenerle miedo a la muerte.

“Yo ya estoy viejo, pero muy sano. Trato de guiar a mi gente lo mejor que se puede. Lo más importante es mantener vivas nuestras tradiciones, nuestra lengua, las ceremonias que nos enseñaron los antepasados. Agradecer a la tierra lo que nos da”, dice el jefe Chakoka sonriente, quien además explica que lo más difícil desde que es el encargado espiritual de la tribu, ha sido explicar a algunas autoridades como la Semarnat, su necesidad de la caza del venado, animal sagrado que se utiliza en ceremonias de bautizo, funerales, despedidas y agradecimientos.

El jefe explica que independiente de las leyes de las autoridades civiles de México, a quienes más les interesa cuidar la subsistencia de este animal es a ellos mismos, sin él la religión de la tribu estaría en jaque. Por eso siempre se enseña a los jóvenes la edad de los animales que se cazan, el respeto a las hembras y el cuidado de las crías, ya que la caza es un acto ceremonial de iniciación a la edad adulta.

“Al interior de la casa, está el fuego sagrado, que nunca se debe apagar, en él cocinamos la carne del venado durante las ceremonias. De la piel, fabricamos las Tehuas (zapatos), las mitazas (pantalones), y muchos productos artesanales que nuestras mujeres adornan con Chaquiras”.

CON TRÁNSITO LIBRE

Los integrantes de la tribu son muy reservados, cautelosos de su estilo de vida. Se puede percibir que hablan mejor el inglés que el español. El libre tránsito que tienen hacia los Estados Unidos, hace que la mayoría vivan y trabajen la mayor parte del año en Texas y Oklahoma. Tienen ranchos nogaleros y siembran diferentes productos, trabajan también la ganadería, en el estado de Texas, donde además son dueños del casino que les concecionó el gobierno estadounidense.

Todos los hombres de la tribu se encargan de los negocios, las ganancias se invierten en la misma comunidad, y se reparten de manera equitativa entre todas las familias. En Coahuila son dueños de una gasolinera de Múzquiz. Siembran frijol, maíz, alfalfa, la mayoría para el consumo interno, y en ocasiones le venden a los ranchos vecinos. Se llevan bien con los demás ejidatarios, e incluso son fuente de trabajo para muchos habitantes de Coahuila.

El eterno retorno para los Kikapú, se da porque aunque trabajen y vivan la mayor parte del tiempo en Estados Unidos, su centro ceremonial está en Coahuila, a donde deben venir a cumplir sus deberes con Kitzihaita.

Según su tradición, a los cuatro años los niños deben empezar a aprender a usar el arco y la flecha, algo que se cumple, aunque los pequeños y adolescentes Kikapú, actualmente son más diestros con los controles de los videojuegos, la tradición es una ley, un mandamiento sagrado.

ENTRE LA MODERNIDAD Y LA TRADICIÓN

Cuando se ingresa al territorio Kikapú, lo primero que se percibe es el diálogo que entablan sus viviendas. Al lado de la casa moderna, que cuenta con servicios de agua, luz, teléfono, e incluso algunos habitantes muestran con entusiasmo su conexión a internet, las familias levantan su casa india, fabricada de carrizo en forma rectangular y con un techo elíptico. En el mismo espacio se construyen tanto la casa de verano Utinekane, como la apakvenikane casa para el invierno.

Si bien es cierto que en sus casas modernas viven con la comodidad occidental, una de las principales características de este pueblo es su austeridad. En sus hogares no hay espacio para grandes lujos. Viven estrictamente con lo necesario, no están peleados con la tecnología y mucho menos con el confort. Sin embargo, disfrutan por igual sus dos viviendas.

“Antes de empezar a construir una casa hacemos una ceremonia especial porque la fabricamos con tule, el cual debemos proteger. Cuando una mujer es adulta puede tener su casa, siempre y cuando el jefe dé su consentimiento para construirla y poseerla. Si una familia no cuida la casa como debe ser, el terreno donde fue levantada se lo pueden asignar a otra familia, porque la tierra es de la comunidad, no de una sola persona”, explica Silvia, actual contadora de la tribu Kikapú.

Al interior de la casa india no se permiten visitas foráneas, mucho menos tomar fotografías o videos, celosos de sus tradiciones y costumbres, protegen la privacidad de la casa con una manta tejida que sirve como cortina-puerta. Sin embargo el Jefe Chakoka, explica que en su interior están las camas hechas de varas de madera delgadas sostenidas por troncos gruesos. Los padres descansan en la parte izquierda, vigilantes, mientras que los otros miembros de la familia, incluyendo los niños, duermen en la parte derecha. El lado oeste de la casa india es sagrado, allí habitan los espíritus, por respeto a ellos, al interior no se deben cepillar el cabello, rasurarse, cortarse las uñas o comer.

Más que una casa es un templo. En ellas cada clan de la tribu realiza diferentes ceremonias, por eso su construcción es un acto colectivo, sagrado, de amor. Los hombres recolectan los materiales, las mujeres lo preparan y la familia pone en pie la casa. Por esta razón aun cuando el flujo migratorio de la tribu a los Estados Unidos, es permanente y constante en la mayor parte del año, regresar a El Nacimiento, es regresar a la casa, cumplir con las promesas al Dios Kitzihaiata y a los espíritus, cazar el venado, danzar entorno al fuego eterno y agradecer a la tierra su sabiduría.

El concepto de propiedad privada es relativo para los habitantes de la tribu. Si bien, cada clan mantiene su casa, a través del jefe de familia, que es el hombre más viejo de cada clan, se encarga de vigilar y cumplir con las ceremonias, el terreno le pertenece a toda la colectividad, así como la mayoría de los bienes materiales.

LA LUCHA CONTRA LOS INVASORES

Uno de los primeros enfrentamientos que tuvieron las tribus que se asentaban en lo que hoy es el estado norteamericano de Wisconsin, tuvo lugar 1654, durante la colonización francesa. En un inicio los Kikapoo opusieron una feroz resistencia a la colonización, sin embargo llegaron a establecer un acuerdo de alianza. Y cuando en 1735 los ingleses trataron de arrebatar los territorios a los franceses, la tribu respetó el acuerdo y combatieron de la mano de sus aliados franceses.

Gracias al tratado de París firmado en 1763, la derrota del ejército francés trajo como consecuencia la sucesión de los derechos de Cánada, al igual que un sector del este del río Mississipi, a favor de los británicos. Los Kikapú, que se negaron a reconocer la autoridad inglesa, no tuvieron más remedio que aliarse a los ingleses y enfrentar una nueva batalla. Fue hasta 1800, cuando varias tribus cuyo territorio se encontraba en esta parte de la unión americana, iniciaron una migración hacia el sur. La persecución de los colonos y los desplazamientos de sus territorios, los llevaron a pedir al gobierno mexicano un espacio para habitar.

La primera solicitud formal de los Kikapú, tuvo lugar en 1847, al presidente mexicano Guadalupe Victoria, quien les concedió algunas tierras en Texas, pero a raíz de la guerra, esta parte del país pasó a formar parte de los Estados Unidos. Fue entonces que el jefé espiritual de la tribu, de nueva cuenta realizó la solicitud al presidente José Joaquín Herrera, quien les dio asilo y tierras, en El Nacimiento, municipio de Múzquiz. En 1850 el presidente Benito Juárez, les otorgó mediante un decreto, la posesión definitiva de estas tierras.

CHAKOKA EL SABIO

Cuando se ingresa a la casa del jefe espiritual de los Kikapú, se aprecian colgadas con jerarquía y respeto, las imágenes de algunos de sus antepasados, hombres de rostro duro y piel roja con grandes penachos de pluma de águila. Las fotografías de Emiliano Zapata y Pancho Villa, comparten un espacio en la repisa del jefe, con el decreto enmarcado donde el presidente Benito Juárez les sede derechos sobre El Nacimiento.

Fotos con gobernadores, alcaldes y políticos de ambas margenes del Río Bravo, descansan en las mesas de la casa moderna de Chakoka. Sin embargo, el jefe da muestra de gran hospitalidad, y en los mismos sillones donde se han sentado grandes personalidades, recibe a todas sus visitas, les ofrece café, limonada o refresco y una gran conversación sobre su pueblo, su afición por los caballos y la manera en la que empezó a trabajar desde que era un niño en la cosecha de maíz.

Habla tres idiomas y su dialecto. Ingles, español, filipino y Kikapú. Dice que el cigarro es bueno porque le ayuda a pensar y tener paciencia, cuenta que a pesar de sus 82 años se siente muy bien de salud. No le teme a la muerte y se prepara para reunirse con sus antepasados y continuar su camino ahora al lado de los espíritus y su Dios Kitzihaiata.

“Siempre hemos tenido una gran relación con las autoridades mexicanas y estadounidenses. Tratamos de preservar nuestras tradiciones. Desde hace treinta años he convivido con los gobernadores de Coahuila. Siempre me han visitado con buenas intenciones y mucho respeto, el mismo que les ofrezco a todas las personas que nos visitan, aveces me piden un consejo, digo: respetar la tierra. Les pido que nos ayuden con algunos temas como la caza del venado, pero siempre ha habido una gran relación de amistad”, comenta el gran jefe.

Conscientes del privilegio de vivir en un entorno natural de grandes recursos, como lo es El Manantial, Chakoka explica que no se puede jugar con la naturaleza, sabe que si no llueve todo se acaba. Su memoria registra en los últimos años sequías tan fuertes que han quitado el verde a la sierra, han dejado los grandes sabinos mirando tristes hacia el suelo y han matado a los animales. Razón por la que desde muy pequeños, inculcan a los niños el cuidado de la madre tierra, la verdadera riqueza con la que cuentan.

CONECTARSE CON EL MUNDO

Para el jefe de la tribu la computadora es un aparato más como la televisión, aunque nunca le ha interesado manejar una, entiende que gracias al internet, sus hijos y nietos pueden comunicarse en video y al instante con él. Cuando quiere comprar algún repuesto para su camioneta pide a su nieto que lo busque en internet para no perder tiempo, y aunque prefiere cerrar los ojos y escuchar que le dice el viento, aveces también solicita una pequeña ayuda al Weather Channel, para saber como estará el clima.

Erick, nieto de Chakoka Anico, utiliza su página de Facebook para compartir su proyecto de vida. La preservación de la flora y la fauna de la tierra sagrada de El Nacimiento. A través de está red social, conecta a otros Kikapú que se encuentran diferentes partes de México y Estados Unidos, hace campañas de cuidado del río, toma fotografías de la flora que él mismo clasifica, explica sus usos, propiedades e invita a la preservación de la misma.

“Siempre que salgo a caminar por la sierra, llevo la cámara, he tomado fotos de aves, insectos, roedores, felinos, plantas, árboles y flores, las comparto en mi página porque quiero que los demás habitantes de la tribu, vean la riqueza que tenemos. Hago campañas para el cuidado del río, e invito a los niños a cuidar nuestra madre tierra, porque creo que con ellos es que hay que trabajar más”.

Son muchos los jóvenes y adultos que ahora tienen acceso a la red, aunque todos saben que no pueden compartir imágenes de sus ceremonias, el interior de las casas indias, o su creencias, no descalifican el internet, por el contrario, lo ven como una herramienta que les permite saber que pasa afuera, cuidar sus negocios, y también, entender que son parte de un mundo, que aunque ajeno para muchos, ahí esta.

“Nosotros permitimos que los niños tengan videojuegos, usen la computadora, pero al mismo tiempo y de manera disciplinada, les contamos las leyendas que han sostenido a nuestro pueblo. Les enseñamos las tradiciones y velamos porque aprendan bien nuestra lengua, que como regla es con la que nos comunicamos entre nosotros. Sabemos que deben convivir con otros niños, ir a la escuela, por eso les enseñamos a comunicarse con Kitzihaiata, para que se sientan orgullosos de ser Kikapú”, explica Silvia, nieta de Chakoka y contadora de la tribu.

Al igual que muchos otros dialectos, el de los Kikapú, proviene de la familia Algonkiniana, usada por la mayoría de las tribus que habitaban la unión americana, es una lengua exclusiva para comunicarse entre ellos, y su enseñanza provino directamente de su Dios, Kitzihaiat.

REGISTRAR EL PATRIMONIO

Para Iván Márquez, subsecretario de cultura de Coahuila, quien tiene a su cargo un extenso programa de rescate de las tradiciones y culturas populares en el estado, Los Kikapú, son parte del pueblo coahuilense, con una riqueza cultural, étnica y antropológica sin igual en México. Desde hace meses, han realizado un acercamiento con el jefe de la tribu Chakoka Anico, con la intención de rescatar el patrimonio cultural intangible que representan.

Además de un documental, sobre la historia de la tribu, su producción artesanal, la cosmogonía del pueblo guerrero y sus tradiciones, gastronómicas y religiosas, se buscará hacer un registro fotográfico para la publicación de un libro, donde se invitará a escribir a una serie de expertos que han estudiado desde hace años a la tribu. El subsecretario de cultura del estado, espera que para fin de año ya tengan la publicación y parte del documental, En el que ya se encuentran trabajando.

“Primero ha sido un reto, porque ellos conservan sus tradiciones, cantos, ceremonias e incluso su propia lengua, de manera oral, no tienen nada escrito porque lo tienen prohibido, son muy reservados con sus costumbres. Entonces el primer acercamiento fue para ver que parte de ese patrimonio nos permitían registrar. Luego buscamos una estrategia y está fue la realización del documental y la publicación del libro, con la intención de generar un registro”.

Tierra Sagrada

Actualmente la Tribu Kikapú, cuentan con más de siete mil 500 hectáreas en propiedad ejidal, ubicadas en El Nacimiento, municipio de Múzquiz, Coahuila.

En su sistema político, se reconoce a un jefe espiritual, mismo que funge como sacerdote y guia ceremonial.

Kikapoo, significa “Los que andan por la tierra.

La cronología del pueblo guerrero

En 1824, grupos de kikapúes y de shawnees establecieron contacto con la naciente República mexicana, solicitando permiso al alcalde de la ciudad de San Antonio Bexar, estado de Texas, para asentarse ahí; tal solicitud se debió a la ocupación de su territorio por los anglosajones. El presidente Guadalupe Victoria aceptó esta petición.

A partir de 1833, los colonos tejanos, dependientes del gobierno de Coahuila, se rebelaron y pidieron su independencia; entre 1846 y 1848 Coahuila perdió el territorio tejano.

En agosto de 1850, los kikapúes, los mascogos y los seminoles solicitaron al gobierno mexicano un territorio donde vivir.

En 1852 solicitaron en la ciudad de México el cambio de la colonia de La Navaja por El Nacimiento.

En 1856 se rompe la alianza entre los kikapúes, seminoles y mascogos, por lo que cada grupo exigió territorio propio y regularizado, herramientas y animales de trabajo. En 1859 los seminoles regresan a territorio norteamericano.

En 1865, Maximiliano acepta la petición de los kikapúes de permanecer en la posesión de los cuatro sitios de ganado mayor, concedidos por el presidente Manuel Arista. Benito Juárez también reconoció la cesión de tierras de El Nacimiento, lo cual ocasionó enfrentamientos con los apaches.

En 1873 unos 500 soldados norteamericanos, al mando del coronel Mackenzie, atacaron un pueblo kikapú mientras los hombres se encontraban de cacería. Asesinaron a 16 personas y capturaron a otras 39, entre los que se contaban mujeres, niños y ancianos.

Entre 1877 y 1878 se repitieron las invasiones norteamericanas a Coahuila y Nuevo León; con el pretexto de la persecución de comanches y lipanes atacaban el territorio kikapú.

En 1883 se creó oficialmente la reservación kikapú en Oklahoma, Estados Unidos; en 1890, el congreso de ese país acordó entregar a cada kikapú que se integrara a ella 80 acres de tierra, oferta que no fue aceptada por los kikapúes mexicanos.

En 1899, ante la reclamación de los seminoles de las tierras comunes recibidas en 1850, los kikapúes de México y de Estados Unidos protestaron ante Porfirio Díaz y lograron que él les entregara los títulos de propiedad de El Nacimiento.

El presidente Venustiano Carranza emitió un acuerdo el 25 de octubre de 1919 mediante el cual cedía terrenos nacionales a los kikapúes por una extensión de 7 022 ha.

En 1937, el presidente Lázaro Cárdenas les dio en dotación un ejido de 4 800 ha para la cría de ganado, y ratificó las 7 022 ha de la colonia agrícola El Nacimiento; les entregó semillas, herramientas y troncos mulares para el cultivo de maíz, y su derecho consuetudinario a la cacería del venado.

Foto: Hiram Abiff Gaspar

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