La mafia estadounidense tramó asesinatos en sus salones, sus jardines se convirtieron en trincheras durante la crisis de los misiles y Tarzán utilizó el segundo piso como trampolín para saltar a la piscina: pocos lugares en el mundo albergan tantas historias como el hotel Nacional de Cuba. Erguido desde el 30 de diciembre de 1930 sobre una colina que mira al célebre malecón de La Habana desde el barrio del Vedado, el Nacional quizá no es -según los modernos estándares actuales- el establecimiento más lujoso de la capital, pero lo suple con creces a golpe de anécdotas que se entretejen con nueve décadas de la historia cubana.