Orellana, de guardia en la central de seguimiento del Tungurahua en Guadalupe, a 13 kilómetros del cráter, vio como parte de sus equipos eran destruidos por el coloso en erupción, pero aún así, continuó su labor.
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Orellana, de guardia en la central de seguimiento del Tungurahua en Guadalupe, a 13 kilómetros del cráter, vio como parte de sus equipos eran destruidos por el coloso en erupción, pero aún así, continuó su labor.
Orellana, de guardia en la central de seguimiento del Tungurahua en Guadalupe, a 13 kilómetros del cráter, vio como parte de sus equipos eran destruidos por el coloso en erupción, pero aún así, continuó su labor.Fotos: AP y EFE
17 de agosto 2006