Ha surgido la consabida polémica ante el anuncio hecho por la Secretaría de Educación Pública de que se reformaban los contenidos de los temarios de la materia de Historia de México en el programa de secundaria, para ya no reiterar el estudio de las culturas prehispánicas, antevistas por los alumnos en su paso por la primaria.
Sin entrar al fondo de la polémica pienso que lo importante es reforzar la en ocasiones débil identidad mexicana en estos momentos de globalización cultural y comunicacional existente en nuestro tiempo.
México ha sabido desarrollar una rica, original y variadísima cultura autóctona de la que debiéramos estar muy orgullosos los mexicanos la que sin embargo en muchas ocasiones denostamos e incluso nos avergonzamos.
José Vasconcelos cuando mencionó a la nuestra como la raza cósmica estaba postulando el enorme futuro que posee un mestizaje que con enorme drama ha fusionado sangres, etnias y dos culturas, pero que precisamente en ese mestizaje se ha creado una propuesta biológica pero sobre todo cultural de un enorme futuro.
La esencia mexicana es resultado de la fusión de dos modos distintos de enfocar la realidad, que supieron amalgamarse sacando lo mejor de esos dos mundos y de esas dos cosmovisiones, creando con ello una manera de enfocar la vida muy original.
La identidad mexicana tiene dos raíces sólidas que se entrelazan, creando un nuevo tronco que recibe la savia de las absorciones realizadas por dichas raíces, tampoco únicas y específicas sino que están conformadas por la gran diversidad de componentes culturales que se conjuntaron en las aportaciones de las civilizaciones indígena y española de nuestra nacionalidad y de nuestra cultura.
El componente indígena de nuestra cultura nacional no es monolítico sino que asume planteamientos tan diversos como los que puede aportar la cultura maya y la mixteco-zapoteca, la tarasca y la olmeca, la yaqui y la mexica por citar solamente algunas de las más famosas.
Por otra parte el aporte español es ya en sí mismo resultado de infinidad de influencias étnicas, filosóficas y culturales de pueblos tan diferentes que se instalaron en la península ibérica como pudiéramos citar sólo por mencionar a los fenicios, griegos, romanos, vándalos, celtiberos, visigodos, árabes, etc.
La fusión impresionante de dos culturas tan diversas como las que se fraguaron en nuestro territorio a partir de la segunda decena del siglo XVI, indudablemente que a costa de un gran sacrificio, tal y como sucede siempre en toda fragua y forja. Esa fusión de culturas y cosmovisiones fue continuada a lo largo de trescientos años sobre nuestro territorio, a diferencia de lo que sucediera con otro tipo de colonizaciones en nuestro propio continente, en donde no hubo fusión de razas y de culturas, sino aniquilación de la etnia conquistada, con cacerías de exterminio, o en el mejor de los casos reducción de ella a “reservaciones” aisladas.