Casa-palacio de Feliciano Cobián por la calle Bucareli, en la ciudad de México, actual sede de la Secretaría de Gobernación.
Primera parte
Luego de derrotar al ejército de Victoriano Huerta y hacer su entrada triunfal a la ciudad de Torreón, durante la mañana del 3 de abril de 1914, Francisco Villa tomó la decisión de expulsar a todos los españoles que aquí radicaban. La orden fue terminante, el temperamento del Centauro del Norte desbordaba venganza, meses antes había desterrado a los hispanos de Chihuahua. El éxodo de más de 600 miembros de la colonia española de La Laguna, a poco más de un siglo de acontecido, se efectuó por vía ferroviaria y el convoy partió de la Estación Alianza con destino a la ciudad de El Paso, Texas, a donde algunos de ellos llegaron acompañados de sus familias. Fueron muchos los que le alegaron a Villa ser ajenos al apoyo que algunos de sus paisanos habían proporcionado a las tropas huertistas, le rogaron los excluyera del destierro; tales súplicas, las desoyó el líder revolucionario.
LOS COLONIA ESPAÑOLA DE LA LAGUNA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX
La ciudad de Torreón, desde su nacimiento, ha estado ligada a la inmigración española. Leonardo Zuloaga Olivares (1806-1865), un vasco de origen vizcaíno que adquirió de la familia Sánchez Navarro la hacienda de San Lorenzo de La Laguna junto con Juan Ignacio Jiménez, en 1848, fundó el rancho El Torreón. Zuloaga se quedaría con la fracción correspondiente a Coahuila, Jiménez, su copropietario, se reservó el área asentada en Durango. El caserío, al transcurrir el tiempo, se transformó en una gran mancha demográfica donde actualmente habitan más de 600 mil torreonenses. (Historia de Torreón. Autor: Eduardo Guerra. Segunda Edición. Páginas 33 y 41. Ediciones Casán. Torreón. 1957)
El vertiginoso crecimiento de Torreón, fue detonado por el ferrocarril y la siembra del algodón, este cultivo lo desarrollaron principalmente los inmigrantes españoles. Destacaron como pioneros en esta actividad el santanderino Santiago Lavín Cuadra, así como los vascongados Rafael Arocena y Arbide y Leandro Urrutia Galdames; el primero, labró las tierras en el área lagunera de Durango, los dos últimos en el territorio lagunero de Coahuila. Arocena, fue dueño de la hacienda de Santa Teresa cercana a San Pedro de las Colonias, sus enormes cosechas influían en la fijación del precio del oro blanco en Nueva York, para su venta en el mercado internacional.
Las cuantiosas fortunas logradas por los españoles de La Laguna, fueron famosas dentro y fuera de nuestro país, lo que provocó el incremento de la inmigración hispana a esta región. El asturiano Feliciano Cobián Fernández del Valle (1858-1936), adquirió del coronel Carlos González Montes de Oca la hacienda El Torreón", y también inició su riqueza con la siembra de la fibra blanca
Su gran capital se disparó a la alza con la urbanización de su latifundio. Formó cuatro fraccionamientos al oriente de la ciudad, los que fueron conocidos como los Fraccionamientos de Cobián, integrados por miles de lotes que vendió y que abarcaron un sector que comprendía desde la Calzada Colón hasta la Calle 40 (Calzada Saltillo 400).
Feliciano Cobián Fernández del Valle, primero vivió en Ciudad Lerdo y luego en Torreón, finalmente se fue a vivir a la ciudad de México a principios del siglo pasado. Allá adquirió un vasto terreno sobre la calle Bucareli, contrató al ingeniero Emilio Dondé para edificar una casa-palacio de estilo europeo que amuebló con derrochante lujo, donde residió junto con su esposa-prima Rosalía Fernández del Valle y Martínez Negrete y sus hijos.
Años después, la magnífica mansión fue adquirida por el gobierno de Porfirio Díaz, la que destinó a ser residencia temporal de la delegación especial de los Estados Unidos que asistió a las fiestas del centenario de la independencia de 1910. El palacete, desde hace décadas, alberga a las oficinas de la Secretaría de Gobernación y es conocido como "El Palacio de Cobián"; Feliciano, en 1909, fue el segundo presidente del Centro Asturiano del Distrito Federal. (Historia del Centro Asturiano de México, A.C. Autor: Aurelio González. Impreso por Ital-Offset, S.A. México. 1981).
La riqueza de los españoles de La Laguna, hizo que algunos de ellos y sus familias adquirieran un estilo de vida elegante y refinado, como sucedió con la hija de Rafael Arocena y Arbide, María Zenaida Arocena y Ávila (1878-1911), quien fuera amante de la cultura; estudió como interna en un colegio de monjas en Nevers, Francia. Hablaba varios idiomas y practicó la colección de obras de arte, lo que la llevó a acumular una gran cantidad de cuadros, esculturas, porcelanas, muebles y libros de gran valor.
Su afición al coleccionismo, la heredaron su hija Elvira Arocena de Belausteguigoitia y su nieto Eneko Belaustegugoitia Arocena, pasatiempo familiar que logró concentrar durante más de un siglo centenas de bellas piezas. La magnífica colección privada obtenida por estas tres generaciones se convirtió, en los últimos años, en la apertura del Museo Arocena de Torreón que es uno de los mejores recintos culturales del norte de México.
Las ubérrimas ganancias obtenidas del oro blanco en la Comarca Lagunera, dieron a los productivos indianos y sus descendientes, para éste y otros sofisticados lujos en un ambiente de exquisito glamour. (Vascos, Agricultura y Empresa en México. Autores. Coordinación del Proyecto: María Isabel Saldaña. Investigadores: Sergio A. Corona Páez, Mario Cerutti y Roberto Martínez García. Edición de Universidad Iberoamericana. Plantel Laguna. 1999).
Los españoles de La Laguna de principios del siglo XX, además de destacar en la agricultura participaron con éxito en la banca, la industria y el comercio. Tiendas de abarrotes, cantinas, zapaterías, restaurantes, hoteles, sombrererías, papelerías, firmas bancarias, fábricas de jabón y parte de la industria metalífera, estaban acaparados en su mayor parte por ellos.
Un caso concreto es el del Banco de La Laguna, cuyo antiguo edificio de cantera, aún permanece a nuestra vista en la esquina suroeste del crucero de la avenida Juárez y calle Cepeda (hoy Scotiabank). Esta institución bancaria fue fundada el 14 de diciembre de 1907, destacaron entre sus diversos accionistas los españoles Feliciano Cobián Fernández del Valle, Ulpiano Ruiz Lavin, Joaquín Serrano Martínez y los hermanos José María y Leandro Urrutia Galdames.
Situación similar aconteció en el ramo industrial con las fábricas de jabón La Esperanza en Gómez Palacio, y con La Unión, en Torreón; la inversión española, tuvo también relevante presencia en el paquete accionario de la Compañía Metalúrgica de Torreón (hoy Peñoles). De esta última industria, figuró como socio fundador el riojano Joaquín Serrano Martínez, quien además fungiera como accionista de las compañías jaboneras antes señaladas; filántropo de la sociedad torreonense, donó los terrenos de la Alameda Zaragoza. (Historia de Torreón. Autor: Eduardo Guerra. Página 94. Ediciones Casán. Torreón. 1957).
Cinco calles de la colonia Los Angeles llevan los nombres de los inmigrantes españoles Leonardo Zuloaga, Rafael Arocena, Leandro Urrutia, Joaquín Serrano y Feliciano Cobián (sin sus apellidos maternos), como reconocimiento a sus grandes esfuerzos en la fundación de Torreón y por su carácter de pioneros en el desarrollo agrícola, comercial e industrial de La Laguna de Coahuila.
Como se ve y se concluye, los integrantes de la colonia española de La Laguna eran propietarios de la mayor parte de su planta productiva a principios del siglo XX, ellos fueron coautores del "milagro lagunero".
PRIMERAMENTE, VILLA EXPULSÓ A LOS ESPAÑOLES DE CHIHUAHUA.
La animadversión de Francisco Villa, hacia los españoles, se agudizó desde los días de la Decena Trágica en febrero de 1913; el alzamiento antirrevolucionario concluyó con el cobarde asesinato del presidente Francisco I. Madero. Supo de la manipulada intervención del embajador español Bernardo Cólogan y Cólogan, contra el Mártir de la Democracia, quien azuzado por el intrigante embajador norteamericano Henry Lane Wilson, se prestó a las intenciones del traidor Victoriano Huerta.
Cólogan, acompañado de otros miembros del cuerpo diplomático se presentó ante Madero, a quien le propuso: "Señor presidente, el embajador Lane Wilson nos ha convocado a los ministros de Alemania, Inglaterra y a mi; nos ha expuesto la inmensa gravedad, interior e internacional, y nos ha afirmado que no tiene usted otra solución que la renuncia". Madero, le contestó: Los ministros extranjeros no tienen derecho de injerirse en la política mexicana, sé lo que debo de hacer y, en todo caso, moriré en mi puesto".
Al ocupar la capital chihuahuense, Francisco Villa fue designado gobernador de esta entidad, mediante un decreto firmado por él mismo el 8 de diciembre de 1913. Convocó, para el día siguiente, a una reunión con los principales comerciantes y hombres de negocios de Chihuahua, donde decidió la expulsión de los españoles a quienes acusó de colaborar con la dictadura del usurpador Victoriano Huerta.
Villa, inquirió quién era el representante de los españoles en aquella reunión. Scobell, el cónsul inglés, se identificó como tal. El Centauro del Norte, le dijo con tono enérgico: "Dígales (a los españoles) que hagan sus maletas. Cualquier español que dentro de cinco días esté en el territorio del estado, será llevado al paredón más cercano".
Marlon Lecther, el cónsul norteamericano protestó ante la violenta e inesperada orden, arguyendo que era una medida barbárica. Francisco Villa, le replicó reprochando: "Nosotros los mexicanos hemos soportado por tres siglos a los españoles. No han cambiado su forma de ser desde la conquista. Ellos dislocaron el imperio indígena y esclavizaron a su gente, dos veces los sacamos de México y les permitimos regresar con los mismos derechos de los mexicanos y ellos usaron esos derechos para robar nuestra tierra, esclavizar a la gente y alzar sus armas contra la causa de la libertad.
"Apoyaron a Porfirio Díaz, se involucraron perniciosamente en la política. Fueron los españoles quienes fraguaron el plan que puso a Huerta en el Palacio Nacional. Cuando Madero, fue asesinado, los españoles en cada estado de la república organizaron banquetes de celebración… Sólo por eso deberían de ser muertos, considero que soy muy generoso con ellos", concluyó sentencioso.
Villa, dio un plazo de cinco días para que los integrantes de la comunidad hispana abandonaran Chihuahua. Scobell, reclamó que ese término era muy breve para que los españoles arreglaran sus cosas, el destierro les había caído de sorpresa. El revolucionario duranguense cedió a la petición y amplió el plazo a diez días, expidió un decreto donde ordenaba la irrevocable expulsión, en el texto los acusaba de "perniciosos de la patria mexicana, dada su participación en la política y revolución del país"; lo firmó el 9 de diciembre de 1913, en su calidad de gobernador militar de Chihuahua. (Pancho Villa. Autor: Paco Ignacio Taibo II. Página 248. Editorial Planeta. 2006).
Los españoles desterrados de Chihuahua, y sus familias, salieron en dos grandes grupos: uno con rumbo al Paso, Texas, y el otro, con destino a Torreón. Esta ciudad se encontraba ocupada por el ejército huertista al mando del general José Refugio Velasco, quien se encontraba pertrechado con gran cantidad de hombres, armamento y parque; Victoriano Huerta, se aferraba, a frenar el avasallante avance de la División del Norte. Y no sucedió así.
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