El coronel Carlos González Montes de Oca -exalcalde de Torreón- y su hijo Fernando González Fariño, durante su visita a las pirámides de Egipto a principios del siglo XX. (Archivo de Beatriz Montemayor González).
Cuarta Parte
En 1913, Carmelita proyectó una travesía turística por Egipto acompañada de su marido y sus hermanas, ella poseía una refinada educación que recibió en diversos colegios norteamericanos en los que estudió y adquiriría una notoria cultura. La exprimera dama de México, influyó en la personalidad del caudillo, a quien le corregía sus faltas de ortografía, lo instruyó en el manejo de los cubiertos en la mesa, lo enseñó a expresarse con palabras y frases que modificaron su rudo vocabulario, también le inculcó el gusto por el buen vestir; al bronco soldado lo transformó en un dandy. (La Suerte de la Consorte. Autora: Sara Sefchovich. Editorial Océano. México. 2002).
ENTRE CAMELLOS Y PIRÁMIDES
El escritor y catedrático Carlos Tello Díaz, escribió que su tatarabuelo Porfirio Díaz Mori en compañía de su esposa Carmelita, el general Fernando González y sus cuñadas Sofía y María Luisa, zarparon de la ciudad-estado de Mónaco el 14 de enero de 1913 para luego desembarcar en Alejandría, Egipto. El objetivo del viaje era conocer las míticas pirámides y la inmortal esfinge de Gizeh.
En los primeros años de su vida, Díaz Mori conoció la zona arqueológica zapoteca de Mitla en su natal Oaxaca, donde subió y bajó las escalinatas de sus palacios decorados con grecas. Durante su régimen apoyó los trabajos de excavación, exploración, restauración y conservación de la pirámide del Sol en Teotihuacan, trabajos que dirigió el arqueólogo Leopoldo Batres. El entonces presidente de México, Porfirio Díaz, en compañía de Justo Sierra el llamado "Maestro de América" y quien fuera su Secretario de Educación, visitó el sitio y lo abrió al público el 13 de septiembre de 1910, como parte de los festejos del Centenario de la Independencia de México.
Seguramente, por estos contactos que tuvo con el patrimonio arqueológico mexicano al que admiró y promovió, Porfirio Díaz secundó la idea de Carmelita su esposa de visitar Egipto, ambos tenían deseos de darse un baño de historia entre sus milenarias pirámides. Y por supuesto, proyectaron navegar sobre las aguas del río Nilo.
Egipto era por aquellos años un protectorado británico. En el Cairo, el matrimonio Díaz-Romero Rubio fue recibido con honores militares al estilo de la pompa inglesa por Horatio Herbert Kitchener, gobernador general de Egipto y Sudán. Ocupaba este cargo después de su fallida intención de ser Virrey de la India; en 1914, le fue concedido el título nobiliario de conde. Tuvo un trágico final frente a las Islas Orcadas al norte de Escocia, iba a bordo del acorazado Hampshire que fue hundido por una mina el 5 de junio de 1916, su cuerpo nunca fue recuperado
Carmelita y sus hermanas Sofía y María Luisa, hicieron el recorrido montadas en camellos, Porfirio Díaz prefirió un borrico. Para su desplazamiento le pareció más seguro y práctico jinetear sobre un asno, tal y como lo hizo en múltiples ocasiones durante sus años de niño y adolescente en Oaxaca.
Durante la ruta cultural, el general Díaz y sus acompañantes lucieron una vestimenta elegante, así los captó el fotógrafo que tomó la gráfica de la histórica visita. Aparecieron las damas con vestidos largos, blusas de cuello cerrado y sombreros de la época, Porfirio, de corbata y riguroso traje oscuro. Más bien parecían los asistentes a una recepción protocolaria, imagen que contrasta con la de millares de turistas que hoy transitan sobre las arenosas dunas ataviados de playeras, jeans y tenis.
Porfirio y Carmelita, contemplarían impresionados la esfinge de Gizeh y las monumentales pirámides de Kefrén y Keops, en el fascinante conjunto arquitectónico de la necrópolis cercana a El Cairo. Fue una formidable experiencia que les hizo comprender el poderío y esplendor que alcanzó el antiguo imperio de los faraones. Al admirar el sitio, se descifra el contenido de la añeja frase egipcia: "El tiempo se burla de todo, pero las pirámides se burlan del tiempo".
El historiador Enrique Krauze, sobre la visita que realizó Porfirio Díaz al espectacular y maravilloso lugar, escribió: "La esfinge de México visita a la de Gizeh… ¿Habrá inquirido algo nuestra esfinge a la otra? (Porfirio. El Destierro. Autores: Enrique Krauze y Fausto Zerón-Medina. Editorial Clío. México. 1999).
Por esa misma época el coronel Carlos González Montes de Oca, quien fuera amigo de Porfirio Díaz y presidente municipal de Torreón, hizo una visita a las legendarias pirámides egipcias acompañado de su hijo Fernando González Fariño. Por su filiación porfirista vivía su autodestierro en Barcelona. Montes de Oca, a diferencia de su amigo El Héroe del 2 de Abril, sí realizó su recorrido montado sobre la joroba de un camello. Y también, como el general Díaz, gustoso y junto a su vástago se tomó varias fotografías que con orgullo guardan sus descendientes en Torreón.
Hasta Egipto voló y le llegó a Porfirio, la sorpresiva noticia del alzamiento antirrevolucionario denominado la Decena Trágica acontecido a finales de febrero de 1913, el que cobró las vidas de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez; Díaz Mori, no festejó el suceso, pero sí mostró su agrado al conocer el acceso a la presidencia de Victoriano Huerta.
Lo anterior lo externó durante un convite que le obsequió el cónsul mexicano en Egipto. Y así lo informó el diario madrileño La Vanguardia, en su edición del 26 de febrero de 1913: "Le Journal, publica una declaración de Porfirio Díaz en el banquete del día 22 del actual que ofreció el cónsul general de México en Egipto. Dijo que ha tenido siempre en mucho aprecio al general Victoriano Huerta, por el que brindó".
El breve texto periodístico, agrega que Díaz Mori no pensaba volver a su patria, hasta después de restablecida la paz. "Pero que inmediatamente se dirigirá allí, si alguna potencia extranjera intentase intervenir en los destinos de México", así finaliza la nota.
Durante la mañana del 31 de mayo de 1911, en Veracruz y momentos antes de abordar el Ypiranga que lo llevó a su destierro en Francia, dicen quienes acompañaban al general Porfirio Díaz que le escucharon pronunciar las siguientes palabras: "Ya soltaron al tigre. A ver si Madero puede con él".
Y la historia dice que Madero no pudo con el tigre.
SU OBSESIÓN, SABER DE MÉXICO.
La pesadumbre del destierro desató en Porfirio Díaz una absorbente nostalgia por México, fue un sentimiento inmarcesible que no pudo superar y sobrellevó hasta su muerte, la balumba de recuerdos lo avasalló y sería motivo de depresión. Mediante los periódicos, el cablegrama y el correo, se mantenía informado sobre las vidas de sus familiares y los acontecimientos políticos que ocurrían en su patria.
José Ives Limantour, exsecretario de Hacienda de su gabinete presidencial era otro desterrado que también, como el general Díaz, se había instalado en París con su familia y a quien frecuentemente veía. Se reunían para comentar las últimas novedades que les llegaban sobre la lucha revolucionaria en México, la contienda se agudizaba entre los beligerantes a medida que transcurrían los meses, las malas noticias vaticinaban más días sombríos como así sucedió; El Héroe del 2 de Abril, no alcanzaría a ver la pacificación del país.
La interesante documentación de cartas y cablegramas intercambiada entre Díaz Mori, con sus numerosos amigos y familiares que había dejado en México, fue abundante y destaca sobre todo la que sostuvo con su hija predilecta Amada Díaz; la princesa de la corte porfirista, lucidora de lujosas joyas en las fiestas y quien tuviera innúmeros pretendientes.
Amada, formó un infeliz matrimonio con el rico terrateniente Ignacio de la Torre y Mier, hombre de escandalosa conducta que fue dibujado vestido de mujer por José Guadalupe Posada en uno de sus grabados. Debido a sus evidentes nexos con el huertismo, fue encarcelado por los constitucionalistas en Lecumberri en 1915, hasta donde iba a visitarlo Amada casi todos los días. La comunidad de reclusos y los empleados de la prisión, al identificarla, expresaban: "Ahí viene la hija de Porfirio Díaz".
Como la anterior, llegarían otras malas noticias al hogar de Porfirio en París, mismas que causaron sobresalto y aflicción. El asesinato a sangre fría de su yerno Francisco Rincón Gallardo y Doblado, estrujó el ánimo de los Díaz, fue ultimado a balazos por unos sanguinarios gavilleros en su rancho de Aguascalientes, el 14 de noviembre de 1914. Luz Díaz Ortega, pasó a ser viuda encinta y nacería como hijo póstumo Antonio, nieto al que el expresidente de México no conoció por vivir en el destierro.
Amada y Luz, no solamente sufrieron por la ausencia de su anciano padre que vivía en el exilio, el látigo de la tragedia azotó sus vidas. (El Álbum de Amada Díaz. Autor: Ricardo Orozco. Primera Edición. Editorial Planeta. México. 2003)
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