Ayotzinapa otra vez. Ayotzinapa de nuevo. Ayotzinapa la herida que no cierra porque nos mintieron sobre qué la provocó. La herida supurante porque la cura fue una farsa. Esa "verdad histórica" que ahora resulta ser "mentira histórica". Esa versión que nos dio el entonces procurador Murillo Karam ahora desnudada, descubierta, evidenciada por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes nombrado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Allí en 425 páginas repletas de gráficas, peritajes, testimonios, entrevistas, lo que realmente ocurrió esa noche del 26 de septiembre, la noche más triste. Allí la evidencia que el Estado mexicano no supo elucidar por incompetencia. O negligencia. O complicidad. O encubrimiento.
Porque hay tanto que resultó no ser cierto en la versión oficial de los hechos. Que los estudiantes de Ayotzinapa iban armados. Que pertenecían a un grupo criminal denominado Los Rojos. Que fueron a Iguala a interrumpir el acto de la esposa del presidente municipal de Iguala. Que fueron entregados por la policía municipal a Guerreros Unidos. Falsedad tras falsedad. Invención tras invención. Mentira tras mentira. Y la más importante de todas, la que más cala: nunca hubo una pira gigantesca en el basurero de Cocula. Nunca hubo 43 normalista incinerados allí. Nunca fueron quemados con leña y neumáticos como los supuestos perpetradores afirmaron y la Procuraduría confirmó. La verdad es otra, muy distante, muy distinta.
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