La joven y atractiva mujer arribó a la terminal 1 del aeropuerto en un vuelo de Interjet de Bogotá. Al llegar al puesto de migración presentó con una sonrisa su pasaporte colombiano.
El agente del Instituto Nacional de Migración la miró de arriba abajo y la invitó a salir. "Yo te puedo enseñar México" le dijo. La mujer le contestó amablemente que no era necesario: su novio, mexicano, estaba esperándola en el aeropuerto. El funcionario no ocultó su decepción y le dijo: "Pues para que lo pienses te voy a mandar a una segunda entrevista."
La segunda entrevista, que se realizó en una oficina, fue el inicio de una pesadilla. No se le permitió a la mujer hacer ni siquiera una llamada telefónica. Le dijeron que habían voceado al novio en la sala de espera del aeropuerto y que le habían marcado al número de celular que ella les había dado, pero que nadie había respondido. El novio, con quien conversé yo hace unos días, me dijo que estuvo más de 12 horas esperando en el aeropuerto sin recibir ninguna información. Ni la aerolínea ni las autoridades le dijeron nada. Era como si la joven se hubiera esfumado en el aire como en una película de terror.
La experiencia de la novia fue de aquellas que sólo se esperan en los regímenes autoritarios. Se le mantuvo doce horas en una habitación con otras mujeres de distintas nacionalidades. Le quitaron la bolsa, los zapatos, el suéter, el cinturón y el teléfono celular. Los encargados pusieron el aire acondicionado a un nivel muy alto por lo que la temperatura de la habitación era gélida. A las mujeres que ahí se encontraban nos les permitían tener suéteres o abrigos. No les daban alimentos sino sólo líquidos. No las dejaban ir al sanitario tampoco. Era una forma de presión psicológica, de tortura.
A la joven la mantuvieron en esa habitación durante doce horas. Después la subieron a un avión para enviarla de regreso a Colombia aprovechando el pasaje de regreso que ella ya tenía. Le devolvieron sus cosas antes de abordar. El celular ya no tenía pila por lo que la muchacha no tuvo forma de comunicarse con el novio que la esperaba todavía fuera. La bolsa la habían saqueado y le habían robado el dinero que llevaba para su estancia en México. Le dijeron que estaba siendo expulsada del país por indeseable. El pasaporte, sin embargo, no tenía ninguna indicación, ni siquiera estaba sellado.
Tras arribar en Bogotá la mujer pudo ya hablar por teléfono con su novio, a quien narró la pesadilla que había sufrido. Otra colombiana en México le informó al novio que este tipo de chantajes y presiones son comunes en los vuelos que llegan a la terminal 1 pero no en los de la terminal 2. La pareja decidió así realizar un nuevo esfuerzo para reunirse y el novio adquirió un pasaje por Aeroméxico que llegaba a la terminal 2.
La joven, extremadamente nerviosa, llegó una vez más a México. El nuevo agente de migración le preguntó que cuál era el propósito de su viaje. Ella le dijo que venía a ver a su novio. El agente estampó el pasaporte, se lo devolvió y le dijo: "¡Qué suerte tiene su novio!"
Esta joven y atractiva colombiana vive ya con su pareja en nuestro país y está en proceso de adquirir la calidad de inmigrante. La experiencia de su primer viaje a México, sin embargo, es difícil de olvidar. Le ha mostrado los abusos que pueden cometer los agentes mexicanos de inmigración con los poderes discrecionales que se les otorgan. Ha podido darse cuenta de que a pesar de las quejas del gobierno mexicano por los problemas de los mexicanos en los Estados Unidos, la situación jurídica de los extranjeros en México es mucho más endeble.
SIN DIVERSIDAD
En Estados Unidos o la Gran Bretaña las universidades hacen enormes esfuerzos por tener a profesores y directivos de otros países. El propósito es lograr una mayor diversidad cultural. El mexicano Julio Frenk, por ejemplo, es hoy rector de la Universidad de Miami. En la UNAM, sin embargo, se prohíbe a quienes no sean mexicanos por nacimiento ser rectores o siquiera miembros de la junta de gobierno.
Twitter: @SergioSarmiento