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La Cuauhtémoc

SERGIO AGUAYO

En la capital hay una delegación que destaca por sus residentes, sus delincuentes y su corrupción. Ricardo Monreal y Morena quieren regenerarla ¿Podrán?

Las 33 colonias y barrios de la Cuauhtémoc albergan las grandezas y las miserias de nuestro pasado y nuestro presente. Es sede de los tres Poderes de la Unión y su rico patrimonio incluye el Centro Histórico, el Templo Mayor y 140 teatros y museos. Medio millón residen permanentemente y cinco millones entran y salen cada día.

Por sus calles marcharon las izquierdas jurando que serían mejores que los represores y corruptos tricolores. Del movimiento urbano popular salieron René Bejarano y Dolores Padierna que armaron una tribu cuya consigna es la acumulación salvaje de capital con cargos y presupuestos. En administrar su imperio se les acabó el ingenio y la Cuauhtémoc entró en una espiral de mal gobierno y degradación. Es el primer lugar en delitos de alto impacto, se estiman en 1,500 sus congales, chelerías y centros nocturnos y es el principal proveedor de la droga consumida por los 500 mil adictos capitalinos. Tiene 48 mil ambulantes, 5 mil personas en situación de calle y abundan las construcciones ilegales.

En las elecciones pasadas Morena derrotó a la estructura clientelar bejaranista. Álvaro Delgado (Proceso, núm. 2031) entrevistó al nuevo delegado Ricardo Monreal, quien recurrió a unas cuantas frases para hacer diagnóstico, presentar propuesta y presumir firmeza. Dice haber encontrado una "ínsula de corrupción y de impunidad"; jura que la combatirá yéndose contra el "más alto nivel"; e inspirándose en el Santo Niño de Atocha -del que es devoto-proclama su determinación: "¡vamos a resistir, vamos a resistir!" (la tentación de agarrar dinero).

Una cosa es querer y otra poder. Monreal y Morena quieren pero, ¿serán capaces de apaciguar clientelas, evitar el repique de las balas y resistir la incitación al pecado que susurran sibilinas talegas millonarias? Entre sus puntos de apoyo podría estar el tejido social de la delegación. Tengo tiempo estudiando los factores que llevan a las personas a respaldar de manera organizada a la legalidad o a las telarañas delincuenciales y hace meses coordiné la parte académica de una encuesta levantada en la Cuauhtémoc por el Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia (Casede) y el Sistemas de Inteligencia en Mercados y Opinión (SIMO).

Las cifras duras son más positivas que negativas. Dos terceras partes de sus habitantes nunca o casi nunca estarían dispuestos a ir contra la ley. En la teoría al menos respaldarían un esfuerzo serio para instaurar el estado de derecho y erradicar la corrupción. No habrá una marcha triunfal por Paseo de la Reforma y Juárez porque 29 % de la Cuauhtémoc respalda la ilegalidad (queda pendiente el saber las opiniones y el peso de la población flotante).

El apoyo a la legalidad impactará si se expresa de manera organizada. Monreal y Morena son afortunados porque la delegación es la zona capitalina con tejido social positivo más denso. Por ejemplo, ocupa el primer lugar en número de organismos de la sociedad civil inscritos en el registro que lleva el Instituto Nacional de Desarrollo Social (Indesol). Es probable que buena parte de esos 851 organismos -incluso los que sólo tienen su sede en este lugar- se sumen a una agenda seria contra la corrupción y la prevención del delito. Desconocemos, por supuesto, el tejido organizativo que soporta a corruptos y violentos.

Para sentar las bases de una relación virtuosa entre delegación y sociedad organizada ayudaría que Morena deseche la tentación de regresar al victimismo de las izquierdas. El sufrir la persecusión y la difamación eleva la estatura de los líderes políticos, pero deben tener claro que los ciudadanos hemos sido las principales víctimas de gobernantes mediocres y deshonestos. Si Morena y sus líderes demuestran ser mejores, se harán de las mejores credenciales para 2018.

Hay otro acicate. En Guadalajara con Enrique Alfaro y en Nuevo León con Jaime Rodríguez las fanfarrias convocan a cruzadas regeneradoras. Ningún reformador puede exigir desde ahora lealtades absolutas; la experiencia enseña que quienes gobiernan mantienen el rumbo si la sociedad los vigila y pide cuentas. Los cheques en blanco son un tapete para la degradación. Que primero nos cumplan y luego nos pidan el voto.

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Www.sergioaguayo.org

Rodrigo Peña González

Colaboró en la organización e interpretación de la Encuesta

Casede-SIMO. Maura Álvarez Roldán ayudó en la recopilación de la información.

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