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Un fantasma recorre 'Los Pinos'

Agenda ciudadana

LORENZO MEYER
"El leitmotiv del actual discurso del poder es el 'peligro populista', pero resulta que quienes hoy suenan la alarma son quienes propiciaron las condiciones de donde han surgido los señalados como populistas"

— Lorenzo Meyer

Parafrasear. Si en el conocido inicio del Manifiesto Comunista de 1848 se sustituye "Europa" por "Los Pinos" y "comunismo" por "populismo", entonces se podría afirmar: "un fantasma recorre 'Los Pinos', el fantasma del populismo".

El antipopulismo es hoy el leitmotiv del discurso presidencial. A fines de julio y ante priistas en la capital, Enrique Peña Nieto (EPN) advirtió que la sombra del populismo y la demagogia amenazan al mundo. Dos meses después dio un salto cualitativo y llevó el tema a la mismísima asamblea general de ONU donde advirtió que "nuevos populismos de izquierda y de derecha" amenazan al mundo sembrando "odio y rencor" para "cumplir agendas políticas y satisfacer ambiciones personales". Y si bien EPN no develó la naturaleza de esas "agendas" no se necesita mucha imaginación para suponer que a nivel local el "ambicioso" que tenía en mente era Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Y como suele suceder, el círculo presidencial hizo suya la obsesión del jefe y desde Lima el secretario de Hacienda aseguró que si a México se le llevara por la ruta populista porque ofrece "soluciones que parecen atractivas", al final le aguardaría el desastre, (El Universal, 12 de octubre).

Fantasma. Pero ¿Qué es exactamente este terrible fantasma que tanto alarma a los poderosos mexicanos? Como bien lo ha señalado José Luis Reyna, el término "populismo" se mantiene muy mal definido -¿Un concepto fantasmagórico?- pero básicamente se trata de una actitud surgida del seno de sociedades muy divididas, polarizadas, (Milenio, 5 de octubre), ha nacido ahí donde existe una mayoría agraviada y disponible para ser movilizada porque la "economía moral" en que se ha vivido -el pacto implícito entre grupos y clases- ha dejado de operar y las estructuras de poder vigentes sistemáticamente favorecen descaradamente a una minoría privilegiada, lo que es visto como una injusticia sustantiva.

El arranque de la actitud populista en el mundo moderno se puede datar de la revolución francesa cuya ala radical colocó, por un lado, al pueblo francés -depositario de las virtudes de la nación- y, por el otro, a la minoría opresora y parasitaria: el rey, los aristócratas y el alto clero. Por eso Marat tituló a su periódico "El amigo del Pueblo", un pueblo que, en las condiciones sociales y políticas apropiadas, se conduciría como conjunto de ciudadanos honestos.

En el siglo XIX, el populismo encarnó en los jóvenes revolucionarios rusos que buscaron concientizar a los campesinos -que hasta 1861 eran siervos- a través del movimiento narodnichestvo o populista que buscaba acabar con el régimen zarista. Al mismo tiempo, y en los Estados Unidos posteriores a la guerra civil, cuando los Rockefeller, Vanderbilt, Carnegie o Morgan, acumulaban de manera abusiva enormes fortunas, surgió el Partido Populista (1892), que defendía a los agricultores frente al predominio de los grandes intereses financieros e industriales. Al final, esos populistas fueron absorbidos -y neutralizados- por el Partido Demócrata.

A partir de 1917, los populistas y socialistas, fueron desplazados como los portadores del desafío más radical al orden dominante por los bolcheviques y los partidos comunistas nacionales. La II Guerra Mundial y, sobre todo, la Guerra Fría, fueron confrontaciones globales de comunismo-anticomunismo. Sólo esas condiciones de polarización mundial explican que la máxima expresión del populismo mexicano -el cardenismo de los 1930-, tuviera oportunidad de surgir y sobrevivir por un tiempo, pues se le vio como una alternativa menos radical que el comunismo.

Durante toda la Guerra Fría, las derechas -la mexicana y la mundial- tuvieron como objetivo principal acabar con el desafío comunista y el populismo sólo apareció en su radar político como un adversario o preocupación secundaria.

De Vuelta al Primer Plano. Con la disolución del Partido Comunista Mexicano en 1981, la destrucción del muro de Berlín en 1989 y la disolución de la Unión Soviética en 1991, la derecha mexicana vio desaparecer a un enemigo histórico. Surgió entonces el PRD, pero éste no tardó mucho en ser neutralizado como oposición efectiva vía la cooptación y la corrupción. Fue entonces cuando, personificado por AMLO, volvió a reaparecer el fantasma del populismo como la gran amenaza para los beneficiados por el status quo.

Los críticos del populismo coinciden en que éste surge como una respuesta al agravio social, entonces ¿Por qué no seleccionan a la desigualdad -el 1 % de los mexicanos se quedan con el 22 % del ingreso-como el verdadero adversario a derrotar? Esos críticos también señalan que el populismo es enemigo de la política institucional, pero resulta que los llamados "populistas" mexicanos -Cárdenas o AMLO- operaron y operan dentro de las instituciones, aunque es la mayoría de los mexicanos la que no confía en ese entramado institucional: partidos, congreso, gobiernos locales o federal, etc., (El Colegio de México, Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México, 2014).

Paradoja. No deja de ser paradójico que quienes en verdad combatieron o combaten el caldo de cultivo del que surge el populismo -la inequidad social y la corrupción e ineficiencia de la estructura institucional- no sean los que han sonado o suenan las alarmas contra el "peligro para México" sino justamente los acusados de populismo, Cárdenas en su momento y AMLO ahora.

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