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#UnaCorteSinCuotasNiCuates

DENISE DRESSER

"Cuando pones a alguien en la Suprema Corte deja de ser tu amigo", decía Harry Truman. Y así debería ser. Un Ministro o una Ministra que llega al Tribunal Supremo y se corta las ataduras, desconoce los favores, desoye los mandatos, interpreta a la Constitución y no a quienes quieren amoldarla a conveniencia. Un Ministro o una Ministra que se vuelve garante de los derechos fundamentales de los ciudadanos y no protector de los privilegios descomunales de quienes los gobiernan. Alguien respetable, respetado, respetada. Alguien profesional, prestigiado, propositivo. Todo lo que no fue ni es Eduardo Medina Mora, ejemplo emblemático de un proceso encaminado a llenar a la Corte vía cuotas y con cuates. Para así pagar favores, asegurar votos, dictaminar sentencias. Coartar la independencia de una Corte a la que todavía le cuesta trabajo demostrarla.

Eso fue lo que el Presidente y el PRI y el PAN quiseron hacer con Medina Mora. Colocar a uno de los "suyos" a cambio de uno de los "nuestros". Y por ello votaron como lo hicieron. Sin un largo proceso de auscultación. Sin una extensa etapa de investigación. Sin una deliberación razonada, convincente, seria. En lugar de eso hubo una farsa, una votación negociada y predeterminada, un envío humillante de más de 45,000 firmas ciudadanas - exigiendo un proceso transparente -- a un "micrositio" del Senado, allí acumulando polvo. Allí acumulando indignación. Revelando lo que está mal con la manera en la cual se designa a los Ministros de la Corte y por qué urge cambiarla. Si la justicia - como escribió Joubert - es la verdad en acción, habrá que verla funcionar en la integración de la Suprema Corte.

En el alto tribunal estadounidense, la misma arquitectura del recinto revela su misión. Hay 44 escalones para llegar a la puerta. 44 escalones por los cuales hay que ascender; una manifestación física del camino a la justicia. Como escribe Jeffrey Toobin en The Nine: Inside the Secret World of the Supreme Court, las escaleras separan a la Corte de lo mundano, de la política, de las luchas por el poder. Los Ministros están colocados - literalmente -- en un plano superior. Cerca de la autonomía y lejos de las alianzas políticas. Cerca de la independencia y lejos de los intereses empresariales. Son garantes agresivos de los derechos individuales y no corsarios del corporativismo o del capitalismo de cuates. Y precisamente por ello, en México no podemos permitir que la Corte se convierta en otro coto; en otro sitio al cual es posible enviar a incondicionales o subordinados o senadores con licencia como Raúl Cervantes o mujeres que llevan años protegiendo al Partido Verde como María del Carmen Alanís.

Por eso la exigencia social de ternas decentes que contribuyan - como lo ha escrito Saúl López Noriega - a la diversidad de la Corte. Una Corte exitosa debe contar con jueces de carrera y académicos y litigantes e incluso miembros de otras ramas del gobierno. No puede ser un tribunal monolítico, incestuoso, provinciano, formalista, rígido y tribal. Ha llegado el momento, dados los desafíos del país, de abrir a la Corte a visiones más garantistas, creativas e internacionales. Ha llegado el tiempo de dejar atrás el patrimonialismo, verticalismo y autoritarismo que sigue permeando sus paredes. La Corte no es para familias o grupos o políticos en funciones. Es para quienes entiendan el derecho desde la perspectiva de darle vida democrática al texto constitucional.

Por eso también la exigencia social de que el Senado se comporte con la dignidad que le corresponde y ha sacrificado. Que el Senado abra a consulta de ciudadanos y especialistas el proceso de auscultación. Que valore con tiempo los perfiles propuestos por el Presidente, a quien se le exige ver a la corte como un contrapeso y no como otro espacio para la cuatitud. Que genere dictámenes sustantivos y no sólo teatros kabuki, como el que montó lastimosamente el senador Gil Zuarth con el nombramiento de Medina Mora. Que el Senado tome en cuenta la paridad de género, pero nombrando mujeres competentes y no sólo aquellas que tengan el sexo correcto sino la competencia adecuada.

Basta de cuotas y cuates. Basta de dictámenes paupérrimos. Basta de procesos fársicos e indignantes. Basta de desfiguros como el nombramiento de Medina Mora. Aspiremos a la magnífica ilusión de que la Corte puede y debe operar en un plano superior. El Tribunal Supremo es producto de la democracia y representa lo mejor y lo peor de quienes forman parte de ella. Exijamos, entonces, lo mejor de la Corte que queremos y merecemos.

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Escrito en: Denise Dresser

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