Aquí postrados ante una guerra que nadie, nunca, podrá ganar. Peleando contra un enemigo -el mercado del narcotráfico- que nadie, nunca, podrá vencer. Una guerra repleta de sacrificios humanos, alianzas inconfesables, corrupción corrosiva y estadísticas brutales que no ha producido los resultados prometidos. En lugar de contener la violencia, ha llevado a su implosión. En lugar de desmantelar a los cárteles, ha llevado a su dispersión. México hoy es un país más inseguro, más inestable, más violento que cuando el gobierno decidió volver a la marihuana el mayor mal del país. Y con resultados cada vez más contraproducentes como la disputa intestina por el control territorial, la complicidad gubernamental y el poder creciente de los cárteles mexicanos, desde las cárceles del Altiplano hasta Iguala.
Enhorabuena entonces que el ministro Arturo Zaldívar reconoce la realidad que muchos quisieran rechazar, vía un proyecto que propone despenalizar para uso personal el uso de la marihuana. Enhorabuena la intervención que llevó a aliviar -vía un derivado de marihuana- el sufrimiento de Grace, una niña doblada de dolor. Aplausos a quienes entienden que millones de personas alrededor del mundo pueden acudir a un dispensario a recibir marihuana por razones médicas o la consumen por razones recreativas. Legalmente.
Si el país hiciera lo que el ministro Zaldívar propone y la Suprema Corte debería apoyar, habría beneficios que ni siquiera han sido contemplados o sopesados. Al despenalizar, podríamos tratar a los verdaderos adictos como enfermos y no como criminales. Podríamos disminuir los ingresos de los cárteles y bajar la violencia vinculada con el narcomenudeo. Más importante aún: podríamos llevar a las fuerzas de seguridad a enfocarse en la tarea que le toca. Hoy la policía pasa demasiado deteniendo a consumidores y vendedores de marihuana, que rápidamente son reemplazados por otros. Hoy la policía extorsiona a 2 de cada 3 detenidos y se vuelve así soldado de una guerra fútil que no extermina a los enemigos, pero sí corroe a las instituciones. Hoy la policía corretea a pachecos en lugar de perseguir a ladrones. Hoy la policía va tras los muchachos de Ecatepec, pero no los de Polanco.
En esta guerra que postra a las instituciones y a las personas, encarcelamos por años a quienes sólo portaban o consumían: 60 por ciento de los presos está allí por delitos de drogas y 80 por ciento por portación o consumo. Y es una droga que no necesariamente produce "enfermos" o "adictos". Hay profesores universitarios, exmiembros del gabinete presidencial, grandes empresarios, médicos y deportistas que han usado recreativamente la marihuana a lo largo de su vida sin tener un problema de dependencia. En lugar de argumentar que cierto tipo de despenalización produciría una catástrofe social -lo cual no está demostrado en países que lo han hecho- centremos la discusión en los beneficios concretos que sí podría entrañar. Preferible un país con algunos pachecos a un país de 120 millones de postrados.
Pie de página: Hay columnistas que investigan y analizan los avatares del país para contribuir al debate público. Hay otros que prefieren usar su tiempo, su energía y su talento para denostar a otros analistas. En tiempos recientes ha habido textos críticos sobre mi trabajo, pero que no se centran en mis argumentos sino en mi pelo, mi forma de vestir, mi salud mental, mi calidad moral, mi presunto lesbianismo, los supuestos "pagos" que recibí por promover el voto nulo, y cómo estoy "manejando mal mi menopausia". Estos textos suelen describirme como la "señora Dresser" en lugar de "maestra" o "doctora", sugiriendo que en lugar de hacer análisis político debería estar en el lugar que me corresponde: en casa horneando galletas. La última embestida sugiere que me "auto plagio" ya que una acuciosa investigación -de las que uno quisiera ver sobre Ayotzinapa, Tlatlaya, Tanhuato u OHL- descubre que de las aproximadamente 856 columnas que he escrito desde 1999, hay repeticiones de frases y analogías en media docena de ellas. Mea culpa sincera ante mis lectores por ser reiterativa, ante el reto de una clase política que sigue arrastrando los mismos vicios. También va mensaje para quienes desprestigiarme se ha vuelto un hobby: muchos de ellos están donde están y escriben donde escriben por nepotismo, favores políticos, subcontratar columnas a sus asistentes, pagos con la consigna de golpear o escribir notas falsas que venden bien. Y como dice el adagio, quienes viven en casas de cristal deberían tener cuidado de aventar piedras.