Es común que los gobernantes esquiven los problemas que vulneran sus intereses o rebasan su capacidad cognitiva o ejecutiva. Es una actitud nociva porque el crimen organizado se aprovecha de pasividades y negaciones.
La delincuencia organizada de este hemisferio germinó y floreció en los Estados Unidos aprovechándose, entre otros factores, de las evasiones de funcionarios en cargos estratégicos. Un caso destacado fue el de Edgar Hoover, director del FBI entre 1924 y 1972. Él rechazó durante varias décadas la existencia de la mafia. La consideraba una "fantasía" y llegó al extremo de prohibir a sus subalternos utilizar el término.
La negación venía de: 1) su temor de que la mafia corrompiera a sus muchachos; 2) su miedo de que la mafia cabildeara a congresistas para que redujeran el presupuesto del FBI; 3) su rechazo a investigaciones complicadas que alterarían su prestigio; y, 4) su obsesión con la conspiración comunista. Tuvo que modificar su actitud porque la sociedad y una parte de la clase política pusieron como prioridad la amenaza criminal y lograron la aprobación en 1970 de las leyes RICO, determinantes en la fragmentación de la mafia.
En México pasó algo parecido. El crimen organizado se ensanchó porque quienes gobernaban lo rehuyeron o minimizaron por complicidad, ignorancia o miedo. La evasión es cada vez más difícil por la estridencia de las ráfagas, por el ruido que hacen los zapadores cavando túneles y por las protestas de las víctimas. En ese tema Miguel Ángel Mancera está empeñado en imitar a Hoover.
La "Doctrina Mancera" se sostiene sobre unas cuantas ideas: 1) en el DF no están asentados los carteles. La capital es un "lugar de tránsito" en donde ellos se abastecen de "tecnología", se ocultan algunos capos o se realizan de cuando en cuando persecuciones iniciadas "en otro territorio"; y, 2) esto es así porque a "ellos se [les] dificulta [operar] en la Ciudad de México" debido al intenso tráfico, al gran número de policías y a que hay un mando único.
En este diagnóstico el problema llega de fuera. Resulta por tanto lógico que ante la preocupación despertada por denuncias de extorsión y escandalosas ejecuciones Mancera respondiera diciendo que todo está bien en la capital y que sólo reforzarán "todas las zonas de frontera" con el Estado de México y Morelos.
La "Doctrina Mancera" es la salida fácil de quien carece de estrategias y desea evitar todo aquello que obstaculice su pretensión de ser candidato a la presidencia en 2018. No se da cuenta que su doctrina ya caducó por la metamorfosis que ha vivido el crimen organizado en la Zona Metropolitana del Valle de México.
Hace años escribí que se estaba tendiendo un cerco en torno al Distrito Federal. Esa etapa ya concluyó. Eduardo Guerrero, especialista en el tema, me comenta que diferentes cárteles están asentados en municipios mexiquenses conurbados donde han infiltrado a corporaciones policiacas, donde cometen diversos delitos mientras abastecen de cocaína a los minoristas del rico mercado capitalino.
La delincuencia organizada tiene una retaguardia sólida y está expandiéndose por la capital. El 15 de octubre empresarios y comerciantes de Procentrhico denunciaron una extorsión sistematizada. Los acompañaba como testigo de calidad, Jesús González Schmall, titular de la Autoridad del Centro Histórico. Cuatro días después, un joven fue ejecutado y colgado en el puente de la Concordia en Iztapalapa lo cual podría ser, según Guerrero, el aviso de una banda que desea aterrorizar la zona que piensa colonizar.
Esas y otras evidencias están cambiando la percepción en la capital. Crece la inquietud por lo que parece ser una etapa de consolidación territorial y de expansión en el tipo de actividades delincuenciales. Ante una situación como ésta, resulta insostenible que el Jefe de Gobierno siga repitiendo frases hechas que suenan a las excusas del clásico inepto. El GDF debe elaborar documentos más sólidos para sustentar su doctrina y desmentir a sus críticos.
Mancera debería estudiar la vida de Edgar Hoover, cuya carrera arrastra el oprobio de haber negado y dejado que creciera una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos. Tiene que actualizar su análisis y discurso porque la capital está rodeada por una delincuencia bien plantada en los municipios conurbados. Su deseo de reforzar "todas las zonas de frontera" es inviable. Eludir la presencia criminal es una irresponsabilidad que deja a los capitalinos en la indefensión total.
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Colaboró Maura Álvarez Roldán.