Este ejemplar de 23 kilos es el único superviviente de un grupo de tortugas bobas que vararon en enero en las costas de la isla británica de Jersey. (EFE)
La tortuga Terri regresó al Atlántico para completar un ciclo más en las migraciones que ha afrontado en sus ocho años de vida, pero no uno cualquiera, sino un episodio que casi le cuesta la vida y que ha logrado conmover hasta a una estrella mundial del heavy metal.
Este ejemplar de 23 kilos es el único superviviente de un grupo de tortugas bobas que vararon en enero en las costas de la isla británica de Jersey, después de que las corrientes las llevaran mucho más al norte de lo habitual, a las frías aguas del Canal de la Mancha.
Su caso despertó una corriente de simpatía en el Reino Unido, gracias a una campaña popular de recaudación de fondos para intentar salvarle la vida que no solo la convirtió en toda una celebridad en las islas británicas, sino que logró sumar a su causa al líder del grupo Iron Maiden, el cantante (y piloto) Bruce Dickinson.
El propósito de los promotores de esa campaña era trasladar a Terri al Centro de Recuperación de Fauna Silvestre del Cabildo de Gran Canaria (archipiélago atlántico español) Un centro que es referente en Europa para la supervivencia de las tortugas marinas, que en las últimas tres décadas ha logrado curar y devolver a su medio natural a cerca de 2,500 ejemplares.
La campaña aspiraba a recaudar los cerca de 31,500 dólares que costaba fletar un avión privado para llevarla desde Jersey hasta Gran Canaria, pero solo había conseguido reunir 9,000, por lo que su objetivo parecía esfumarse... hasta que apareció Bruce Dickinson.
El vocalista de Nottingham, que acaba de superar un cáncer, no se lo pensó dos meses y se ofreció a llevar él mismo a Terri en su avión privado al centro.
Gracias a su acción, Terri pudo volver hoy al mar en la Playa del Inglés, rodeada de decenas de turistas que pasan sus vacaciones estos días en el sur de Gran Canaria y acompañada por otra tortuga de un año de vida, tan afortunada como ella, pero mucho menos famosa: de hecho no tiene nombre, se llama "126".
La veterinaria Amanda Smith, que encontró a Terri en el Reino Unido junto al voluntario Andy Farmar, recordó hoy al liberarla que fue rescatada "con hipotermia y en un delicado estado de salud, con el caparazón dañado y una infección".
En el Centro de Recuperación de Gran Canaria, los veterinarios comprobaron que tenía heridas graves en el cuello y las aletas, al haberse enredado con redes de pesca, y presentaba una obstrucción intestinal, por lo que no comía y estaba débil, explicó hoy el biólogo Pascual Calabuig.
Ya recuperada, Terri ha regresado al mar con un localizador GPS fijado sobre su caparazón que permitirá seguir puntualmente su gran viaje por el océano no solo a los científicos, sino también a la población de la isla de Jersey.
"Allí la acogieron como su mascota desde el primer momento. La gente la quiere muchísimo y está muy interesada en saber cómo será su camino ahora", precisó Calabuig.
Pasado el mediodía, Terri se adentró nadando en el mar, en busca de un lugar donde reproducirse, con algunas deudas pendientes en dos islas y quizás un último concierto al que asistir.