Siglo Nuevo

Yayoi Kusama

La virtud de la locura

Foto: Victoria Miro Gallery/Yayoi Kusama Studio

Foto: Victoria Miro Gallery/Yayoi Kusama Studio

Jorge Espejel Lomas

Escultora, escritora, artista y miembro del club de la anti-cordura, Yayoi Kusama es, sin duda, la artista japonesa más influyente de nuestro tiempo. Su obra, al igual que su vida, es una representación del caos y la saturación de ideas y conceptos que abundan en su mente.

Nacida en Matsumoto, Japón, el 22 de Marzo de 1929, Yayoi Kusama, de 89 años, es una artista japonesa que se ha caracterizado por sus obras polémicas, aparatosas y repetitivas que representan el huracán interno en el que se plasman sus emociones.

SUS INICIOS

A muy temprana edad, Kusama se interesó por el arte y decidió estudiar nihonga, un estilo japonés de pintura que resulta ser el más tradicional de la tierra del sol naciente. Al no sentir mucha identificación con ese estilo, Yayoi Kusama decide viajar a Nueva York y allí, en la tierra de los rascacielos, en donde todo parece al alcance del ser humano, se aventura a experimentar con el arte abstracto, estilo que jamás se apartaría de su vida.

Ya instalada en Nueva York, y después de haber probado con la pintura, Kusama, tan cambiante como siempre, decide mudarse a la escultura, experimentar con sus propias manos y representar todas las visiones, simbolismos, traumas, patologías, rencores y amores en todo tipo de formas, ambientes y estructuras.

A partir de ese momento, y hasta la fecha, Yayoi Kusama emergió y se consagró como la creadora con vida de arte abstracto y conceptual más influyente de nuestro tiempo.

EL LADO ABSTRACTO DE LA VIDA

Kusama rápidamente se insertó en el medio artístico de Japón, pero la rigidez de Oriente la motivó a probar la vida al otro lado del mundo y allí fue donde desarrolló el estilo que siempre la ha caracterizado.

A muchas personas les puede parecer repetitiva y sencilla la obra de Kusama: lienzos, objetos, cuartos y hasta paredes repletas de lunares de colores eran su sello y a quienes no analizan a fondo su propuesta, les puede incluo hasta saturar el fuerte impacto de las formas repetidas.

A todas esas expresiones, Kusama las llama redes infinitas, esto, según ella, porque cuando era pequeña sufría de constantes alucinaciones, pensamientos obsesivos e incluso suicidas, donde se presentaban estas manchas de colores tan socorridas en sus obras.

Algo que llama la atención, es que, a pesar de su meticulosidad y de lo detallista y puntiaguda que puede ser, Kusama siempre ha producido en masa y a gran escala, y era tanto el trabajo y tan ardua la tarea en la que se embarcaba que llegó a tener problemas de salud y fue hospitalizada en varias ocasiones.

Sus ideales y todo el compendio de emociones que emergían de su pecho, fueron factor para que le propusiera a Richard Nixon una buena sesión de sexo desenfrenado a cambio de que parara la Guerra de Vietnam, propuesta que, evidentemente, fue rechazada por el exmandatario estadounidense.

SU LEGADO

Japón, Nueva York, Venecia y París, entre otras grandes ciudades de Estados Unidos y el mundo, hospedan la obra de Kusama, quien durante muchos años, ha incrementado su poder de influencia sobre el arte contemporáneo y se ha erigido como una de las principales figuras del feminismo, esto porque el arte, la política y la sociedad en general, siempre ha tenido como personajes iconoclastas a los varones.

Su exposición Obsesión infinita, que apenas hace un par de años estuvo de gira por diversos países de Latinoamérica, incluido México, es una lucha constante de sus demonios internos que acechan y han carcomido su mente durante mucho tiempo.

Obsesión infinita justifica su nombre en dos partes; obsesión por la recurrencia de los íconos que la han acompañado durante su carrera, como los falos y las constantes circunferencias, e infinita porque Kusama trabaja todo el tiempo, mínimo cinco días por semana. Además, el título también hace referencia al cosmos y al espacio que nos rodea y que resulta interminable.

I´m here but nothing es el nombre de una de sus obras, la cual, según la percepción de quien la vive, es una saturación de elementos y luces y vida que desentonan con una realidad vacía y taciturna, como viviendo en una realidad intrascendente y desalentadora.

The obliteration room, es otra de sus obras que ha impactado al espectador por el duro golpe de blancura y ausencia de vida. Esta, sin duda, es la representación de una mente metódica y perfeccionista que busca generar un impacto sólido que borre los pensamientos y remitir a un mundo monocromático y monótono.

Sala de espejos del infinito es una expresión viva y fehaciente de lo que habla su obra, un espacio interminable y atiborrado de puntos obsesivos que aquejan y acechan la mente de Kusama. La saturación de elementos circulares luminosos y los falos emergiendo del suelo junto con una persona al centro acompañada de la cruenta soledad, es, más que nada, una proyección de su interior.

INFLUENCIAS MÁS NOTABLES

Como una artista diversa y polifuncional, las influencias artísticas de Yayoi Kusama son variadas, pero las más notables, al menos por la fama de estos personajes, son Joan Miró, el surrealista Max Ernst, Paul Klee y André Masson y, además, al formar parte del Nueva York de los años cincuenta, Kusama tuvo la oportunidad de convivir y colaborar con el ícono del Pop Art, Andy Warhol, quien fue un escaparate y un medio de masificación para la obra de la artista nipona.

REFERENTE EN LA CULTURA POPULAR

A la fecha, muchas personas con gustos alternativos, entre las que se incluyen conocedores, aficionados y neófitos del arte, tienen en cuenta a Kusama dentro de los creadores vivos más famosos del planeta y, la característica de los lunares en su obra, es un indicativo de que el estilo de la artista, dentro de su amplias formas de hacer obra, está totalmente definido.

Si se permite la comparación, Yayoi Kusama generó un fenómeno similar al del recién fallecido David Bowie, quien supo adecuarse a las demandas de cada una de las épocas en las que estuvo presente en el medio artístico, y aunque Kusama durante un tiempo no figuró dentro de la gran escena artística por diversos problemas, nunca ha dejado de crear. Incluso ahora que más que escultora, presentadora de happenings y pintora, se ha dedicado a la creación de poesía, cuento y narrativa, siendo incluso premiada por una obra de cuentos experimentales.

Dicen que si un artista no se reinventa, entonces debería dedicarse a otra cosa, y tanto Kusama como Bowie, son un claro ejemplo de que la imaginación es infinita y reinventarse es un hábito.

LA LOCURA TAMBIÉN ES VALIOSA

Su obra, siempre fue bien valorada, sobre todo en las grandes galerías de Nueva York, de 147 mil 687 dólares que fue el precio de su creación más valiosa, subió, 50 años después, en la prestigiada galería Christies, también en la Gran Manzana, otra de sus obras, a cinco millones de dólares. Siendo así, lo más caro en la historia del mercado para un artista que aún esté con vida.

EL ARTE, SU ESCAPE DE LA MUERTE

Esta enigmática mujer, toda su vida ha pensado en el suicidio, en truncar su respiración y caminar hacia el infinito, pero, a decir de ella, el arte es lo que la ha salvado de cometer tal tropelía.

Es por esto, y por el eterno rechazo que tuvo por parte de sus amigos y familia, que desde 1977, por voluntad propia, vive en un hospital psiquiátrico de Japón, y aquí es donde su locura, su eterna excentricidad, se ha convertido en su mayor bendición y hasta la fecha todos los días, desde las nueve de la mañana, sale de su habitación, se pone el delantal, y camina rumbo hacia su estudio en Tokio para seguir evitando la muerte. Al anochecer, regresa a las paredes que siguen velando la locura de una artista que siempre ha vivido en un espacio infinito.

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