Envío esta carta, como profesor durante varias décadas y habitante de la capital, a los integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Puede serles de utilidad ya que muchos de ustedes vienen de otras entidades.
Los chilangos vivimos en la incertidumbre. Somos los esclavos de un transporte público atestado, de un tráfico caótico que va sorteando baches y deteniéndose en los cuellos viales causados por un urbanismo tan salvaje como el neoliberalismo que ustedes denuncian. Para llegar a tiempo al trabajo o a cualquier otro lado tenemos que afinar al máximo el arte de la logística, los atajos y los planes alternativos. Este suplicio se sale de cauce cuando hay marchas o bloqueos. En 2013 por nuestras calles pasaron casi 8 mil manifestaciones (22 diarias en promedio), la mitad de las cuales fue por agravios cometidos en otras entidades. Los contingentes magisteriales están entre los más temidos.
En el documento que le entregaron a la Secretaría de Gobernación el pasado 5 de julio informaron a las autoridades y a la sociedad que quieren educar pensando en la "solidaridad y el respeto", en el "interés general" y en la "mejor convivencia humana". Luego añaden -sin mencionar la palabra bloqueo en su cuidado texto- que la "acción política" que ustedes desarrollan en "las calles" no refleja su "forma de actuar y vivir". Cuando uno conversa con ustedes añaden que la única manera de ser atendidos es paralizando carreteras y vialidades.
Acepto y respeto su derecho a expresarse y protestar públicamente. Sin embargo, sus bloqueos en la ciudad de México se han convertido en una agresión sistemática y metódica contra quienes habitamos el Valle. En lugar de agruparse en uno o dos contingentes que cierran accesos a las sedes de las instituciones encargadas de sus asuntos, la semana pasada ustedes organizaron bloqueos coordinados de hasta 15 puntos de la ciudad. La consecuencia fue un caos del cual, lo sé, también es responsable una autoridad que tiene la obligación de armonizar sus manifestaciones con el derecho a la movilidad.
Quienes gobiernan la ciudad deberían conciliar derechos. En lugar de ello se han sumido en la parálisis. En noviembre de 2006, la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) emitió una sólida recomendación al gobierno capitalino pidiéndole que estableciera criterios para conciliar derechos de inconformes y habitantes. Lo ha seguido haciendo sin que le hagan caso. Lo mismo sucede con el gobierno federal que en obras como la salida a Cuernavaca presume el profundo desprecio que tienen a la ciudadanía.
La explicación más lógica a tanta indiferencia es que las autoridades obtienen beneficios de que el espacio público sea aprovechado para fines privados por constructores sin escrúpulos o restaurantes de lujo, por ambulantes encuadrados en organizaciones corporativas, por los narcomenudistas que llevan y traen su mercancía, etcétera.
En el último de los casos los bloqueos con los cuales ustedes, maestros de la CNTE, nos arruinan la ya de por sí difícil vida capitalina refleja el deterioro generalizado de nuestra democracia. Si las elecciones, prioritarias y costosas, se envilecen con la compra y coacción del voto y con los ríos de dinero negro, resultan totalmente naturales las perversiones de la democracia participativa.
Leo sus textos, profesores de la CNTE, y les creo cuando describen las paupérrimas condiciones de buena parte de la infraestructura educativa y la precariedad en las condiciones laborales. También les creo cuando aseguran que están luchando por un futuro mejor. Me resulta contradictorio y absurdo que quieran construir ese futuro agrediendo con sus bloqueos a millones de personas. Lo mismo pienso de algunos de sus aliados.
Un colega de El Colegio de México, Manuel Gil Antón, conoce a fondo la problemática magisterial. Estoy seguro que muchos de ustedes lo conocen o lo han leído. En su último texto para El Universal ("¿Problema o solución?", 2 de julio de 2016) resumió en unas cuantas frases mi sentir: "Reforma Educativa sí, pero no así. Lo mismo vale para expresar: protesta sí, pero no así. Vejar, hacer escarnio o dañar a otros no es vía: desbarranca".
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Colaboraron Rodrigo Peña González y Maura Roldán Álvarez.