Casa en el aire (1991).Foto: Cortesía Agustín Hernández Navarro
Maestro de la conceptualización y de una capacidad de síntesis única que le ha permitido crear un legado arquitectónico fascinante, nos ha hecho ver con sus ojos lo más valioso de su arquitectura, que es auténticamente mexicana y universal.
Agustín Hernández Navarro, arquitecto mexicano nacido en la Ciudad de México en 1924. Es hermano de Amalia Hernández, la famosa bailarina y coreógrafa de este país.
Hernández Navarró realizó sus estudios en la Escuela Nacional de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y obtuvo su título profesional en 1954 con mención honorífica en su examen profesional con su Centro de Arte Moderno.
Desde muy joven sus propuestas fueron atrevidas, innovadoras y muy originales. Su obra se centra en la revalorización de la cultura mexicana a partir de un lenguaje propio y muy personal sin dejar de ser “actual” o “contemporáneo”. A pesar del modernismo presente en las obras de sus colegas en la mayor parte del siglo XX, su obra fue muy apreciada por clientes y admiradores en México y el extranjero.
El mundo prehispánico siempre fue su brújula, su faro. Zonas arqueológicas como Monte Albán, Teotihuacán y muchas otras han orientado su trabajo sin caer en la copia fácil, “folclorista”. La experimentación con módulos en planta y en elevación siempre han estado presentes en su obra como en la Casa Silva (1969), la Casa Hernández (1970), la Casa Álvarez (1976), la Casa Nekelmann (1979), entre otras. La obra de Agustín Hernández que es considerada “escultórica” por varios especialistas gracias a sus diseños inolvidables y audaces. Hernández ha puesto frente a nuestros ojos nuevamente el valor plástico de nuestra arquitectura mexicana, casi perdido por las modas existentes. Son famosas sus conceptualizaciones (dignas de un profundo y elaborado estudio) que sintetizan la cultura, la técnica y el espíritu de México de todos los tiempos.
Entre sus premios y participaciones relevantes destacan el Premio de Laboratorio Clarion American Richter de México (1965); el Premio de la Asociación de Industriales del Estado de México (1965); el Premio Nacional del Pabellón de México de la Expo 70 en Osaka, Japón (1970); quinto lugar en el Premio Internacional Dome, en Colonia, Alemania (1982); Medalla de Bronce de la tercera Bienal de Arquitectura en Sofía, Bulgaria (1987); Medalla de Bronce de la tercera Bienal de Arquitectura en Buenos Aires, Argentina (1989); tercer lugar en la Primera Bienal de México (1990); Medalla de Oro de la segunda Bienal de México (1992); el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes en el año del 2003 y la Medalla de Oro XI Trienal InterArch 2006 en Sofía, Bulgaria.
Su obra arquitectónica y escultórica ha sido expuesta en el Museo de Arte Contemporáneo (MARCO) de Monterrey, Nuevo León, en el Museo Tamayo Arte Contemporáneo, en el Palacio de Bellas Artes y en el Instituto Politécnico Nacional de la Ciudad de México. Su obra y su labor como arquitecto y docente ha sido expuesta, publicada y comentada en innumerables medios, tanto nacionales como internacionales, exposiciones colectivas, exposiciones individuales, en conferencias nacionales e internacionales y otros eventos de relevancia.
ARQUITECTURA CON IDENTIDAD
Buscador de identidades, Agustín Hernández siempre ha sido un hombre inquieto. Sabe que la historia en el campo de la arquitectura as muy importante, la toma y estudia arduamente para todas sus creaciones. La arquitectura prehispánica, la conquista y la colonia son sus fuentes de inspiración para la nueva arquitectura mexicana que con los años ha venido creando. De estas tres, definitivamente la más importante fuente de donde abreva es la arquitectura prehispánica, esa arquitectura de las ruinas que han llegado hasta nosotros y que está llena de contenidos a veces misteriosos. Él, como Diego Rivera en el campo de la pintura, toma de las ruinas toda su esencia para plasmarla en cada uno de sus proyectos de manera magistral. Sabe que el pasado alimenta el presente y que le ayudará a proyectar su trabajo hacia el futuro. Su arquitectura es de raíces, pero al mismo tiempo es contemporánea y ha trascendido el paso del tiempo, no es una arquitectura de moda.
Esta búsqueda de la identidad mexicana no ha sido fácil, de hecho, para él ha sido ardua, complicada y es ahí donde radica el verdadero trabajo de un arquitecto de su categoría, en sus conceptos. Hernández los tiene de sobra y es uno de esos “garbanzo de a libra” que se dan de vez en cuando. Hernández crea conceptos arquitectónicos que son el alma del proyecto, es el código genético de la obra misma. Arquitectura no es mera construcción, como creen muchos, un diseño atemporal está repleto de mensajes ocultos. Es casi un códice arquitectónico esperando a que un arqueólogo lo descubra y lo descifre. La identidad mexicana que nutre el concepto nace de la cultura. La cultura de cualquier país son sus raíces y en México lo que nos sobra es cultura. Agustín Hernández la ha explorado durante toda su trayectoria, pero acepta que se ha “enganchado” más con la arquitectura prehispánica más que con la de cualquier otro período de la historia de México.
Hernández saca de la cultura mexicana aquello que puede usar, rasca constantemente en todo lo ancestral hasta llegar al tuétano. El trabajo del arquitecto también es como el de un arqueólogo inquieto, esta búsqueda ha llevado a Agustín Hernández a crear una arquitectura genuina y representativa de México profundamente personal. En México no hay solamente un tipo de arquitectura que nos representa, son muchas. Hernández ha creado una. México es un mosaico de arquitecturas.
EN CONTRA DE LAS 'RECETAS'
A los mexicanos la cultura nos debería de importar mucho más. Agustín Hernández y su búsqueda de conceptos arquitectónicos son un verdadero ejemplo de esta actitud curiosa e insaciable de aprender. Dice él que no se pueden importar fórmulas extrañas de hacer arquitectura a nuestra idiosincrasia y es totalmente cierto. Las costumbres, el clima, los materiales y todos los ingredientes de una buena arquitectura son diferentes en cada estado, en cada país y en cada región,por eso es una tontería buscar la estandarización en el campo de la arquitectura como lo tratan de hacer muchos en pos de “utilidades” y por “pereza mental”. Hernández nos invita a buscar la aplicación regional de la arquitectura en cada lugar en donde se realice algún proyecto tomando en cuenta todos los recursos disponibles para que finalmente sea una arquitectura adecuada a cada medio ambiente, a cada realidad. La arquitectura siempre ha sido un traje hecho a la medida del cliente.
Desde joven Agustín Hernández fue rebelde, estuvo en contra de todo academicismo, copias o recetas establecidas en la universidad o incluso en la práctica. Es por eso que con el paso de los años ha llegado a ser uno de los arquitectos más originales y auténticos en la historia de México. Durante muchos años, Agustín Hernández tuvo que escarbar, exprimir, escoger y generar toda una síntesis arquitectónica que partiera de sus antepasados y así proyectarla hacia el futuro y que también lo hiciera universal. Sin duda, Agustín Hernández lo ha logrado, el conjunto de sus obras lo han hecho un “inmortal” no sólo en México sino a nivel mundial. La obra de Agustín Hernández hace que México se manifieste abiertamente y nos permite conectarnos con el resto del planeta por medio de invisibles vasos comunicantes. Su obra ha sido reflexionada de acuerdo a nuestra realidad nacional y nuestra tecnología disponible en cada momento de su creación.
Hernández crítica el hacer “la forma por la forma”, un formalismo que está en boga y que se vende mucho hasta el día de hoy. Sus diseños tienen una profundidad inusitada y única ya que solamente usa aquello que es útil y encendido. Por eso su obra habla por sí misma como es el caso del Heroico Colegio Militar en la Ciudad de México, que es una verdadera obra maestra por su diseño, detalles y majestuosidad.
Originalmente la búsqueda de identidad arquitectónica de Agustín Hernández oscilaba entre lo prehispánico, que tiene dos mil años de antigüedad, y lo colonial que tiene 500 años de antiguedad. Él siempre ha preferido la primera sobre la segunda.
La arquitectura prehispánica fue realizada para los dioses y para los astros. Estas representaciones cósmicas conectaban a la arquitectura con el espacio exterior. Era una arquitectura amalgamada por la religión y que abarcaba todas las artes posibles, eran obras integrales y armonizadas totalmente con el ser humano. Con el paso de los siglos, el cambio de la concepción espacial fue brutal, se pasó de espacios ampliamente abiertos a los espacios cerrados, de claustro.
FORMAS Y SÍMBOLOS
Otra herramienta en los diseños de Agustín Hernández ha sido el simbolismo. El simbolismo para Hernández es una manifestación superior del hombre y atrás de cada obra de calidad en el campo de la arquitectura hay siempre simbolismo. Para él, hoy el posmodernismo busca hacer un simbolismo hueco sin saber su significado, incluso sin tenerlo. Es como si viviéramos con una arquitectura vacía, sin alma, sin espíritu, de cartón. Para Hernández el símbolo siempre lo demanda la arquitectura y además participan en su arquitectura los signos, las imágenes y los significados para la creación de una obra de calidad como las que hecho por más de 60 años. El símbolo para Agustín Hernández es un apoyo de significado de proyección muy fuerte para cada una de sus obras de arquitectura. Hay símbolos que representan la materia y el espíritu, el hombre y la mujer, la tierra y el cielo. Los signos como en el pasado permiten la conexión de la arquitectura con el cosmos y al mismo tiempo con el hombre.
“No puedo pensar en forma, función y estructura de forma separada. Son un todo”, dijo en una ocasión. Efectivamente, en el campo de la arquitectura muchas veces hemos caído en la costumbre de partir todo en pedazos. Los proyectos deben ser pensados en conjunto, en cada detalle y al mismo tiempo.
La forma, la función y la estructura son elementos que deben de resolverse de golpe, en grupo y son creados a partir de una sola idea primigenia, de un solo concepto de peso. La genialidad de Hernández radica en sus conceptos arquitectónicos pero también en el resto del proceso, de principio a fin.
Su lenguaje arquitectónico está basado en la ubicación correcta de formas simples. La geometría juega un papel determinante en la creación de sus espacios. Las proporciones crean un “halo mágico” cuando se perciben construidos. Todo fluye de forma natural en él.
Una forma superficial de analizar la obra de Hernández es solamente por sus formas, por su “formalismo”. Él siempre ha buscado ir más allá en este sentido. Por eso en alguna ocasión comentó: “La forma por la forma es la antítesis de la buena arquitectura”. Por lo tanto para analizar sus proyectos debemos de hacer una lectura con lupa de cada una de sus soluciones, de sus detalles y de sus propuestas. La obra de Hernández no solo hay que disfrutarla de un vistazo sino que hay que reflexionarla.
Óculos (ventanas dirigidas) que vienen de la Colonia, taos (cruces invertidas) que representan la lluvia, el agua, el sol y el vapor; serpientes, círculos que forman parte de los mándalas de la India, las grecas que representan el ascenso espiritual, los mascarones de la arquitectura maya, las palapas que inspiraron su oficina, la naturaleza sigue siendo su gran maestra. Su vida ha sido observar, meditar y reflexionar como los grandes maestros de la arquitectura mundial. La arquitectura de Agustín de Hernández se puede presumir en cualquier latitud.
Un lenguaje rico en recursos, los caracoles (o la espiral logarítmica), las aletas, el cuatro como número mágico, la lucha de fuerzas contrarias, las pérgolas (que por cierto no le gustan mucho sus sombras), las celosías, las ventanas cenitales que nos permiten la sincronización con el tiempo, el uso del ónix para generar efectos, las bóvedas, la poética de muro, el uso del techo y muro como síntesis constructiva, los arcos, el talud, el azar de la imaginación, la casa “máquina”, la casa en el “aire”, el uso del círculo, el cuadrado y el triángulo, todo lo demás son derivaciones. Todo lo anterior ha dado como resultado un conjunto de obras de absoluta singularidad y originalidad pocas veces vista. Su satisfacción arquitectónica radica a veces en lo “pequeño” pero también en lo “grande”.
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