General Bernardo Reyes, a quien Villa conoció en la Penitenciaría de Santiago Tlatelolco (Crónica Ilustrada… Tomo I…).
SEGUNDA PARTE
Una vez que Francisco Villa fue ingresado a la Penitenciaría de la Ciudad de México, allí se encontró con un antiguo partidario suyo, el general sinaloense Juan M. Banderas (a "El agachado"), quien estaba preso por insubordinación al gobierno del Presidente Madero. De igual manera, allí conoció al jefe zapatista Gildardo Magaña, quien estaba recluido en la crujía B de la misma prisión y quien había sido detenido en la Capital cuando desempeñaba una comisión proselitista a favor del caudillo suriano
El primer encuentro entre Villa y Magaña lo relata Taracena en su obra, mediante un presunto diálogo entre ambos personajes; dice que Villa quien gozaba de algunas consideraciones en el penal, fue a visitar Magaña y le dijo: "que sabía que era zapatista y por eso lo iba a "vesitar" para que fueran amigos, pues él también estaba "ejaulao" por culpa de ese tal por cual de V. Huerta. Que solo quería "echar la platicada". A la mañana siguiente Villa envió a Magaña con un asistente un cajón con galletas, dulces, puros, cigarros, aguas gaseosas, latas, etc. Más tarde Villa pregunto al propio Magaña: "¿Le trajieron un entrieguito que le mandé amiguito?" Y en la misma charla Villa le contó a Magaña de su pasada y azarosa vida. Le comentó que "había sido el primero en "sonarle" a la Federación, antes que Pascual Orozco, quien lo había engañado en Ciudad Juárez cuando había querido desconocer a Madero, y fue cuando él (Villa) le había jurado serle fiel hasta la muerte." Los supuestos diálogos de Villa con los diversos personajes que aparecen a lo largo de nuestro escrito, están tomados de las obras que nos sirvieron de consulta.
Villa, acostumbrado a la acción intensa y continua, se desesperaba en la prisión y aprovechó algunos momentos de aquella "eterna espera", según cuentan algunas crónicas, para aprehender a leer, a escribir y hacer cuentas, con las enseñanzas de Gildardo Magaña, contador, con estudios en Estados Unidos, hombre de cierta ilustración, que tuvo la paciencia de enseñarle sus conocimientos (en lo personal deseo pensar y con base a manuscritos posteriores del propio Villa, en los que se nota un buen trazo en su escritura, que éste ya sabía leer y escribir y tal vez Magaña solo mejoró de alguna forma aquel elemental conocimiento y lo adentro en otro tipo de enseñanzas academicas). Sin embargo, Villa tuvo siempre en mente como principal objetivo, salir lo más pronto y a como diera lugar de aquel encierro. Para ello se confabuló con Banderas, quien tenía la misma idea de la fuga, dejaron fuera del plan a Magaña porque no les inspiraba mucha confianza. En fin, los norteños no se fiaban de los sureños.
En el proceso que se le seguía al general Villa, actuaba como su defensor el licenciado Adrián Aguirre Benavides junto con otros litigantes. Su principal queja, era sobre las pocas horas que le daban para "tomar el sol", mismas que aprovechaba para sus clases de gramática y aritmética con Magaña y para platicar un poco con Banderas. Villa se comunicaba con don Gustavo A. Madero, hermano de don Francisco, por medio de sus defensores, dicho señor, en ese año de 1912 se vio obligado a ocupar una curul en la Cámara de Diputados; don Gustavo sentía por él un especial aprecio y realizaba aquel apoyo a través de su secretario particular don Luis Aguirre Benavides, quien desempeñaba dicho cargo desde el tiempo en que don Gustavo fungió como funcionario en la Compañía Industrial de Parras; don Luis, parrense también, recibió órdenes de don Gustavo para visitar todos los sábados a Villa, para atender sus quejas y demandas personales como lo eran: dinero, ropa, cigarros, zapatos, dulces y en fin, todo lo que le hacía falta. En ocasiones las visitas de don Luis se prolongaban por más de una hora, lo que le permitió conocer y tratar íntimamente a Villa, sobre todo, de su vida anterior al movimiento revolucionario, cuando era un perseguido de la justicia en la época porfiriana. Posteriormente y una vez en libertad, Villa nombró a don Luis Aguirre, su secretario particular.
Del apoyo económico que los Madero proporcionaban a Villa, estando en prisión, éste manejaba algún buen dinero, llave que abre muchas puertas y con él había logrado "comprar" la complicidad de algunos empleados de la Penitenciaría, y sus planes de fuga avanzaron rápidamente; lo primero que hizo fue conseguir se le llevasen tres grandes dagas que repartió entre sus compañeros, Banderas y Magaña, e hizo que le sacaran copias de varias llaves de otras tantas rejas y pronto solo le faltaba la de la entrada principal.
Sin embargo el 2 de noviembre de 1912, don Adrián Aguirre, con la influencia de don Gustavo A. Madero, ya había empezado a hacer gestiones para que Villa fuese trasladado de la Penitenciaría de la Ciudad de México, a la prisión militar de Santiago Tlatelolco, trámite que se hizo efectivo el 7 de noviembre siguiente; por cierto para ese tiempo ya había salido de la prisión Gildardo Magaña, bajo caución.
El régimen interno de la prisión de Tlatelolco era menos estricto que en la Penitenciaría, sin embargo no por ello era totalmente relajado. Aquel cambio de penal, contrarió grandemente a Villa, que ya tenía casi lista su fuga, y era solo cuestión de días. Allí en Tlatelolco Villa, conoció al viejo militar jaliciense, Bernardo Reyes, con quién hizo una estrecha amistad, y platicaba con él muy a menudo, principalmente en los sanitarios a través de los tabiques de madera que separaba unos de otros. Villa logró formarse un gran concepto del general Reyes, a quien mencionaba como "un hombre lleno de honradez, muy patriota y gran soldado, pero enemigo de las ideas del señor Madero". Cabe hacer el comentario que el general Reyes, se sublevó en 1911 en contra del gobierno de Francisco I. Madero mediante la proclamación del Plan de la Soledad, Plan que fracasó y por ese motivo Reyes fue llevado a prisión. Una corte marcial lo condenó a muerte, pero el presidente Madero le conmutó la pena por la prisión. El 9 de febrero de 1913, en las vísperas de la llamada Decena Trágica, el general Reyes fue liberado por alzados en contra de Madero, se dirigió con otros oficiales rebeldes a tratar de tomar Palacio Nacional y allí fue muerto por los defensores de dicho recinto, fieles al Presidente Madero. Solo salió de la prisión, para que lo mataran.
El 15 de noviembre todavía de 1912, Villa recibió la visita de su amigo zapatista Gildardo Magaña, a quien le reveló que estaba viendo a quien "enamorar" para "juirse", y que en esa "jaula" le cuadraba más que la de la Penitenciaria. Cuando ambos personajes charlaban, entró al lugar un joven empleado de los juzgados, llamado Carlos Jáuregui, quien al retirarse, Villa le dijo a Magaña "que veía en ese "güero", cara de hacer una hombrada y que iba a "ver si se lo enamoraba" (Taracena…).
Claro que Villa, en su nuevo encierro, no pudo continuar en sus ratos de ocio con sus clases de gramática y aritmética, por lo que los dedicaba a la práctica de la mecanografía, y frecuentaba muy a menudo las oficinas de los juzgados, para desahogar algún trámite relacionado con su proceso, es por ello que logró conocer al ya mencionado joven Carlos Jáuregui, con quien logró hacer muy buena amistad y Villa se lo empezó a ganar con ciertas dádivas en dinero, para que el joven se comprase alguna prenda de vestir, zapatos, alguna otra cosa que necesitase para su arreglo personal diario, o bien algún artículo extra del cual carecía, como fuese un paletó, alguna bufanda de seda, una corbata u otro objeto que fuese adecuado para su buena presencia en la oficina, y en el que Villa reparaba le hacía falta, por aquel trato continuo que con él tenía, o simplemente le ayudaba con algún dinero para "su diversión". A pesar de ser una insinuación clara de ayuda de parte de Villa, hacia el joven, nunca le mencionó nada en especial, relacionado con alguna colaboración que conllevara a su posible fuga; a cambio de ello, solo le solicitaba algún artículo de escritorio o alguna prenda de ropa; sin embargo se dice que en una ocasión, Villa, si le llegó a comentar: "que si estuviera al mando de su tropa y se le llegase a presentar, lo haría su ayudante con un buen grado, para que dejara aquel juzgado tan feo".
Dice don Luis Aguirre: "el joven Jáuregui, se encontró con un espléndido y generosos general, que no le solicitaba nada a cambio por el dinero que le proporcionaba, por lo que se sentía sumamente agradecido con Villa, y más con lo que le llegó a comentar de que "fuera, lo haría su ayudante con una altísima posición a su lado". Aunado a ello, en esos días había un fuerte rumor entre la población, de que se estaba asesinando a los prisioneros de las cárceles de la Capital y de otras ciudades de la Provincia. Cierto día, Jáuregui, le llegó a decir a Villa, ¿Por qué no se fuga General?, sin embargo Villa, como siempre, desconfió de aquella propuesta temiendo que fuese alguna celada de sus enemigos y dijo que confiaba ciegamente en el "espíritu de justicia del señor Madero y el fugarse lo haría de delito" ; a pesar de ello, Jáuregui sequía insistiendo y abiertamente le confesó que no tuviese confianza en las autoridades de la prisión, ya que había el propósito de que cualquier día lo matarían allí dentro de aquel recinto carcelario, o en el supuesto traslado a otra prisión, le aplicarían la ley fuga. Cerramos con la fuga de Villa…
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Fuentes:
Aguirre Benavides Luis. De Francisco I. Madero a Francisco Villa. Memorias de un Revolucionario. A. del Bosque .Impresor. México D.F. 1966.
Martín Luis Guzmán. Memorias de Pancho Villa. En Crónica Ilustrada de la Revolución Mexicana. Tomo I. Publemex.S.A. 1966.
Taracena Alfonso. La Verdadera Revolución Mexicana. Primera Etapa. (1901a1913). No.82. Editorial Jus S.A.Mexico.1960.
Gustavo Casasola. Hechos y Hombres de México. 1810-1910. Tomo 1. Editorial Gustavo Casasola. 1980.
Crónica Ilustrada de la Revolución Mexicana. Tomo 1. Publex, S.A. Mexico. 1966.
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