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Homo sapiens; Homo demens/Diálogo

Yamil Darwich

Sin duda que el presente siglo muestra paradojas y paradigmas que son importantes: algunos por amenazantes para la raza humana, que nos llegan a definir como “seres contra natura”; otros sublimes, que permiten pensar que, verdaderamente, los descendientes del Homo habilis estamos destinados a lo más grande, hasta llegar a “ser como dioses”.

El Homo sapiens ha logrado avanzar a pasos agigantados en el conocimiento del planeta y el universo. Estuvo en condiciones de doblar la cantidad del saber en poco tiempo; lo aprendido en siglos lo multiplicó por dos en menos de 15 años y lo hará cada tres meses a partir de 2025.

Este ritmo de crecimiento, con avances de la ciencia y técnica, significa que tardamos 2000 años, desde la venida de Cristo hasta ahora, para aprender a volar y sólo nos tomó menos de 50 años llegar a la Luna.

En cuestiones de salud necesitamos sólo unas décadas para aprender sobre la esencia microscópica de nuestra naturaleza, dejando atrás y obsoletos, los aprendizajes sumados en miles de años.

Curiosamente, llegar a la fundación de las primeras ciudades ocupó cosa de 120,000 años, si partimos de la aparición del Homo sapiens sobre la faz de la Tierra y hasta hace unos 5,000 empezamos a comunicarnos en forma escrita.

Si aprender a deambular erguidos nos significó millones de años de evolución, poder comunicarnos verbalmente y luego escribir, sólo unos cuantos siglos.

La sabiduría del hombre, en el sentido de agregar conocimiento para bien, le permitió dominar el fuego y utilizar armas como extensión de sus manos y brazos. Gracias a esos dos enormes aprendizajes, pudo defenderse mejor, cazar fácilmente y cocinar los alimentos. Comer mejor y tener más tiempo para convivir, comunicarse, descansar y crear arte, nos dio la oportunidad de mejorar nuestra salud y consecuentemente, incrementar notablemente las esperanzas de vida.

Esa misma capacidad de comunicar lo pensado, lo descubierto, ayudó a que pudiéramos sumar experiencia. Al escribir sobre nuestro sentir y saber, pudimos heredar esa información a las nuevas generaciones, con ello acortar el tiempo para aprender y alargar los años de vida, mejorándola en calidad sustanciosamente.

Al crear los primeros núcleos urbanos se dio la primera gran diferenciación de actividades laborales y sociales apareciendo los agricultores, comerciantes, guerreros y sacerdotes, dando nuevos impulsos y oportunidades para seguir pensando, mejorando, evolucionando como humanos y caminar hacia la civilidad y desarrollar culturas.

Vale la pena mencionarle que científicos modernos han podido obtener material genético del hombre de Neanderthal, descubriendo que es sólo primo nuestro y que no descendemos directamente de él; además, las diferencias entre el primer Homo sapiens, nuestro origen de hace 120,000 años, no son determinantes en su constitución genética comparada con la nuestra, por tanto, todas las etnias humanas somos sus descendientes.

A estas alturas del Diálogo usted se preguntará: ¿Qué quiere decirnos con todos estos datos científicos?... algo simple pero determinante; que los racistas y xenofóbicos son simples necios e ignorantes del origen del hombre.

También somos Homos demens (dementes, por no decir idiotas) cuando dedicamos lo aprendido a lo largo de miles de años para depredar a la especie.

Baste con escribir que tan pronto el Homo habilis, conoció el uso de armas para prolongar el radio de acción de sus miembros superiores, aprendió a atacar a otros seres humanos y distintas especies, no sólo para comer, sino por la necesidad de protección y de selección natural; también avanzó en su ocupación de África, Asia y Europa y terminó por extinguir a su primo Neanderthal.

Quizá usted me diga que fue un acto de selección natural, tal vez en parte tenga razón, pero lo que no es aceptable como acto de natura, fue la inclinación a la dominación de grupos ajenos y la práctica de la esclavitud.

Si las ciudades nos ayudaron a mejorar en las condiciones de vida; si la agricultura nos permitió almacenar alimento y junto a la ganadería incipiente llegar al sedentarismo definitivo, con la aparición de guerreros, que primero los creamos para defensa propia, terminamos aprendiendo a usar la fuerza para dominar, conquistar, poseer, sojuzgar y esclavizar al prójimo.

El dominio del fuerte sobre el débil, hasta llegar a la edad de la industrialización con el desarrollo de otros tipos de esclavitud más sofisticados, son manifestaciones de la parte bárbara que tenemos, la salvaje del Homo demens.

Hoy en día las cosas no mejoran, tal vez hasta han empeorado: el Homo sapiens del presente, ha sido capaz de desarrollar niveles insospechados en tecnociencia, utilizándola para la destrucción, más que para la construcción y el desarrollo humano, haciéndonos pensar en el demens, como una triste realidad humana. También sabemos que ese desarrollo y maduración sufre “saltos genéticos” que dan retrocesos para luego continuar avanzando en la evolución.

Así, nos enteramos de las nuevas amenazas del demens militaris, George W. Bush, que ya ha retomado su política de agresión, incluyendo a otros países de Oriente Medio, a la vez que esquiva la toma de decisión por las graves advertencias que sus asesores le hacen sobre Corea del Norte, que sí es una grave amenaza nuclear y tiene la capacidad de responder a su agresión o las constantes irracionalidades de Ariel Sharon, quien ha perdido por completo la visión del oficio de la política que busca la paz verdadera, al menos duradera. Sobre su persona, en días pasados, el alcalde de Londres, Ken Livingstone, se ha referido con el calificativo de criminal de guerra, acusando además a Israel de pretender una “limpieza étnica” en contra del pueblo palestino.

Ya no sólo dominamos la Tierra, también hemos profundizado en el conocimiento de los mares beneficiándonos con ello; además exploramos el espacio y nos sumergimos en el mundo microscópico de los aminoácidos que forman las cadenas genéticas, empezando a modificarlos para eliminar enfermedades, comer mejor y prolongar, aún más, la vida.

Para nuestra desgracia, también sufrimos las acciones de un nuevo hombre involucionado, el Homo demens, que aprovechando la ciencia, la técnica y el potencial económico, amenaza gravemente la persistencia de la vida sobre la faz de la Tierra. Ese Hombre demente Tecnificado puede desatar un mal mayor en el planeta, dañarlo irremediablemente y hasta hacernos desaparecer.

Ante eso, sólo nos queda luchar para alcanzar el bien común por encima del interés personal, con base al buen desarrollo y evolución del Homo sapiens, algo difícil, mas no imposible de alcanzar; es la lucha del bien contra el verdadero mal. ¿Piensa que lo lograremos? [email protected]

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