Postura. El cantante Justin Quiles asegura que la música urbana no se puede regular; quiere mantener vigente el género.
El reguetón es un virus mundial que no se puede parar o regular, sobre todo en una época en la que las plataformas digitales, y con ello la capacidad de llegar a más lugares, están presentes.
Así habla el cantante Justin Quiles cuando piensa en las ocasiones en que se ha satanizado al género. "No tienen que escuchar reguetón si no quieren", comenta.
"Dicen que quieren regular la música en algunos lugares, es imposible, para hacerlo tienes que quitarle los celulares a todos los niños".
El estadounidense considera que así como en otros ritmos como la salsa o banda puede haber letras en torno al sexo o al romanticismo, en el urbano se encuentran los mismos matices.
"Hay canciones que sí son fuertes, no lo voy a negar pero también están los que hacen la música comercial, hay reggaetón romántico, para bailar y vulgar, hay muchos tipos pero se enfocan en uno solo. Yo canto de los dos", explica.
"Escucho lo sucio y lo comercial y me gustan los dos; lo malo a veces como que a uno lo atrae", comenta.
Quiles, quien ha trabajado junto a cantantes como J Balvin y Maluma se encuentra promocionando los temas No Quiero Amarte -en el que colabora el dúo puertorriqueño Zion & Lennox- y Monstruo, cuyo álbum musical se estrenó esta semana.
Explica que es gracias a ese trabajo en equipo que los exponentes han logrado posicionar su música. "Nos apoyamos, grabamos uno con el otro y por eso es que estamos donde estamos. Nos hemos unido y se ha fortalecido el género", asegura el intérprete.
"Siempre hay manera de colaborar y hacer que el género esté donde está hoy. A nivel mundial estamos tocando hasta Alemania, Italia, ya no es sólo de Latinoamérica o el caribe".
El cantante, que vivió sus primeros años en Puerto Rico, recuerda que desde temprana edad sintió interés por el reguetón y aunque en un principio la idea no era bien recibida por su madre, ahora apoya su carrera. "Me lo prohibía mi mamá pero como quiera lo escuchaba. Nunca mi madre pudo evitar eso.
