Un tema poco presente en el imaginario colectivo es la minería, a pesar de su creciente importancia como un campo de alta rentabilidad y existiendo una disputa por la hegemonía mundial en torno a ciertos minerales. La minería es una actividad industrial global de carácter estratégico, con amplias implicaciones internacionales, regionales y locales. El tema es relevante dado el incremento de las actividades mineras en el mundo y los consecuentes conflictos sociales, riesgos y desastres ambientales, habiendo hoy un debate sobre la necesidad de tener una nueva ley minera en México.
Se deben comprender las diversas maneras en que operan las empresas mineras multinacionales, entre los ámbitos local y global, mediante un entramado de relaciones que van más allá de los acuerdos con los gobiernos nacionales, estatales y municipales, o la concertación con las comunidades que habitan las regiones mineras, las cuales se extienden a los vínculos e intereses de socios internacionales que participan en la producción y el control de los mercados. Se trata de extraer el mineral con mano de obra local, de manera eficaz y a bajo costo, a través de los permisos o concesiones otorgadas por los gobiernos, con el fin de exportar, primordialmente, a los países avanzados. Este modelo de explotación perpetúa la extracción de las riquezas naturales de países de menor desarrollo, en beneficio del crecimiento económico y del avance industrial, militar y tecnológico, sobre todo de los países avanzados, y que, para los países mineros, deviene se una derrama económica en forma de pago de concesiones e impuestos, beneficios económicos y sociales a nivel local y fuentes de empleo.
Dada la ubicación de los yacimientos en zonas serranas o de difícil acceso, ante las explotaciones mineras, las comunidades locales, en su mayoría campesinas o indígenas, apelan a su vinculación con el territorio, oponiéndose a este modelo extractivo, o bien buscando aportar visiones alternativas de desarrollo. Estas poblaciones basan sus acciones de resistencia colectiva en una concepción del bien común, de que el ser humano es parte del entorno natural y social que le rodea, por lo que es imperativo buscar el equilibrio con la naturaleza, utilizando de ella lo necesario para la supervivencia. Esta perspectiva entra en conflicto con la lógica de las operaciones y la obtención de ganancias de las empresas mineras, tendiendo a reforzar la identidad y combatividad de las comunidades y pueblos, y con ello, su consecuente reclamo de soberanía que desemboca en procesos judiciales y demandas ambientales. Los pueblos no quieren quedar excluidos y luchan por intervenir en la arena política para ser partícipes de los benéficos de la explotación del mineral en sus territorios.
Ello ocurre porque la extracción y exportación de minerales esenciales y estratégicos no sólo supone oportunidades de crecimiento económico y desarrollo para un país, sino conlleva una serie de consecuencias sociales, distorsiones laborales y amenazas ambientales en regiones y lugares. De ahí que las actividades mineras generen, irremisiblemente, conflictos políticos internos. Por su parte, numerosos gobiernos nacionales promueven con sumo interés la atracción y ampliación de las inversiones extranjeras en el sector minero, por lo que en fechas recientes y en el contexto de las actuales negociaciones y acuerdos comerciales, los parlamentos y congresos se apresten a modificar o actualizar las respectivas legislaciones mineras y su reglamentación.
Hoy en día, junto con la minería concentrada en el oro y la plata, y la obtención de hierro, cobre, aluminio y níquel, hay otros metales de carácter estratégico como el litio, coltán, cromo, cobalto, fluorita y manganeso que son determinantes, en el ámbito internacional, para el avance de las nuevas tecnologías.