Ninguna ciudad del mundo fue planeada originalmente considerando el paradigma de la sostenibilidad como eje de su desarrollo y crecimiento. Pero en la actualidad, afortunadamente, hay muchos ejemplos de ciudades y regiones que han ido transitando hacia formas de convivencia, estructura institucional, producción económica y de relación con sus recursos naturales apegados a principios y prácticas sostenibles. Podríamos denominarlas sosteniblemente resilientes.
El desorden en el crecimiento urbano, los sistemas de transporte, uso del agua, manejo de residuos, contaminación del aire, deforestación, consumo de energía, impunidad, inseguridad, corrupción, desempleo, bajo ingreso, desigualdad, expulsión de mano de obra y talento joven, etcétera son realidades que en diverso grado y a distinto momento deben enfrentar y superar las ciudades si quieren perdurar y ahuyentar la siempre posible decadencia. Hay ciudades que lo han hecho desde un enfoque sostenible, es decir, uno que considere que el desarrollo sostenible como sistema, de lo contrario es como solo cambiar una llanta ponchada por una nueva a una bicicleta con una cadena oxidada y frenos desgastados.
La sostenibilidad como referente es cada vez más usada. La historia moderna del concepto asociado al desarrollo, tiene su punto de inflexión en la media cancha de la década de los ochenta con la publicación del denominado Informe Brundtland, en el que, por primera vez, una definición del desarrollo sostenible fue recibido por Gobiernos y organismos multilaterales de modo tal que se apropiaron de él y fue gradualmente convertido en el concepto de referencia: se trataba de aquel desarrollo capaz de satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin poner en riesgo la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas.
En pocos renglones la Comisión encabezada por la ex primera ministra noruega Gro H. Brundtland resumió años de preocupación y activismo por la conservación de la naturaleza, pero también los postulados económicos de diversas teorías, algunas de ellas tan antiguas como la malthusiana del crecimiento de la población y el reto para alimentarla. A partir de ese Informe, los organismos multilaterales normalizaron la noción de desarrollo sostenible hasta hacerlo un concepto rector de acuerdos, compromisos y conformación de organismos. Quizá la expresión multilateral más estructurada que busca concretar la sostenibilidad en el desarrollo son los Objetivos del Desarrollo Sostenible, cuyas metas, se supone, colocarían al planeta en una ruta distinta a la del precipicio económico, ambiental y social.
Aunque mucho se ha escrito sobre la sostenibilidad, y no es objetivo de esta entrega detallar al respecto, diremos que sus componentes básicos apuntan a que la relación entre un sistema socioeconómico y un ecosistema se pueda mantener en equilibrio a lo largo del tiempo. De allí que las dinámicas económicas, sociales, institucionales y ambientales deben ser parte de toda consideración que se haga de una ciudad o región que pretenda orientarse desde la sostenibilidad.
Es el caso de La Laguna y en particular su zona metropolitana. Los múltiples diagnósticos, iniciativas, grupos, organizaciones, voces independientes y demás que han externado su punto de vista, opiniones y en menos casos sus planteamientos sobre la base de diagnóstico y análisis, apuntan en diversas direcciones: hay quienes priorizan una ciudad con la arquitectura más bella; otros con el mejor pavimento; el drenaje pluvial más funcional; el mejor sistema de transporte; los empleos mejor pagados; la seguridad más efectiva; la metrópoli mejor organizada del país; la presencia de las lagunas; el campo más productivo; la mejor zona restaurantera; la nueva armadora del país; y, naturalmente, clústeres de todo y para todos.
El ejercicio de integración y orientación de estas y otras aspiraciones no es sencillo a la hora que se enfrenta a las limitantes presupuestales, ambientales, legales, sociales, pero también al discernimiento de prioridades y factibilidad. Precisamente la noción de sostenibilidad implica la existencia de limitaciones. De modo que el desafío de todo ejercicio amplio de discusión y análisis para construir el futuro es ofrecer respuesta a la pregunta por las prioridades y factibilidad en un entorno de limitaciones.
@letrasalaire