Grandiosos y señoriales arcos de cantera viendo hacia el oriente, de la Hacienda de San José de la Goma.
Tercera Parte
Antes de la Independencia mexicana los extranjeros vascos fueron los grupos que hoy día, se pueden identificar como conquistadores de la Nueva España. La presencia de éstos en nuestra región en su esencia los ciudadanos vascos navarros llegaron a ser un componente étnico particular y especial, debido a la gran alianza familiar que se les retribuyó en un fuerte acaparamiento de tierras y propiedades, así como el oficio de la agricultura y ganadería; a la vez prestigio social, político y religioso. A partir del establecimiento de estos grupos tuvieron un gran peso en el desarrollo y progreso general, pues los caracterizaba la organización comunal en base a una consciencia de perseverancia. Para ellos el eje del funcionamiento dependía al 100% de sus relaciones familiares ejecutando sus tareas diarias.
En nuestro espacio local han sido ejemplos relevantes de los conquistadores de las tierras donde está asentado el municipio de Lerdo: el primero fue el vasco José Vázquez Borrego, quien fundó lo que fue la hacienda San Juan de Casta en su conjunto, continuando con ello José Velasco y Restan y Juan José Zambrano nacido en La Rioja, España, zona muy cercana a la región de los vascos. En ese sentido el también vasco Fermín Arriaga adquirió los terrenos pertenecientes a Casta para fundar la hacienda de la Santísima Trinidad de la Labora de España, quien heredó a sus sobrinos Juan Francisco y José Garde, quienes muy jóvenes (26 años) se hicieron cargo del funcionamiento de este latifundio en el año de 1853.
A partir de 1850, los latifundistas trataron de levantar algunas represas de derivación de aguas del río Nazas para regar las tierras ribereñas y cercanas al río. Eran unas construcciones completamente primitivas de enrollado (rollo de ramas de árboles y cascajo), a base de azudes o, cuyos muros llegaban hasta medio río y derivaban aguas por el margen derecha e izquierda del Nilo lagunero; al mismo tiempo conformaban canales aprovechando los lechos abandonados que había trazado con el tiempo el curso del Nazas e iniciaban casi al terminar la zona del Cañón de Fernández. La hacienda de La Santísima Trinidad (hoy La Loma) a pesar de tener en esa época casi 75 mil hectáreas, nada más se regaban solamente 650 hectáreas. Así mismo controlaban lo que respecta a la hacienda El Refugio y San Jacinto, juntas estos terrenos completaban 61,292 hectáreas mismas que en ese tiempo todavía no pertenecían a los hermanos Arriaga, siendo propiedad desde 1853 de la familia Garde.
Los propietarios de la finca supieron ampliar la casa grande de la hacienda de la Santísima Trinidad, continuando en 1854 la construcción en una segunda etapa a partir de la sala del comedor principal, con el patio central, corredores techados sosteniéndose por columnas de cantera con 5 arcos espectaculares y trece cuartos muy amplios, muros de adobe altos y ventanales protegidos con rejas de fierro. Así mismo se construyó en la parte de atrás un arquitectónico sótano, conformado: a la entrada un cuarto regular, luego dos salas muy grandes que están divididos con un muro de ladrillo formando monumentales arcos de Cantera, además paredes de adobe, techo reforzado con 216 vigas y ventanales con rejas de fierro.
El grandioso sótano que se mantiene fresco, era utilizado para guardar lácteos, vinos, hortalizas y productos de granos, como maíz y trigo. Además, era refugio de la familia Garde Arriaga para protegerse de los ataques de los indios o de los forajidos. En la parte de atrás de la finca se edificó un bellísimo balcón protegido por sus lados con un barandal de fierro labrado con bonitas figuras y dirigiendo su vista hacia las riveras del Río Nazas, donde se puede disfrutar de un precioso paisaje. Luego las escalinatas a base de escalones de material de cantera para ambos lados laterales y muro de piedra del cerro. La familia Garde Arriaga, trajeron algunas costumbres y tradiciones vascas a la región lerdense, conservando aquellas que no les estorbaban para subir en la escala social, como fueron algunas costumbres religiosas y el juego de pelota o rebote.
Los españoles vascos establecieron un vínculo preponderante sobre sus haciendas, por medio de matrimonios, casando a sus hijas con jóvenes ayudantes que se convertían automáticamente en socios, comúnmente sus sobrinos. La semihereditaria y el rechazo a la incorporación de miembros ajenos a un grupo social en particular; siendo su común denominador los lazos familiares en la esfera social y política, todo esto se fue haciendo más relevante en la economía. Es así como aplican ese vínculo al casarse Antonio Gracián Garde, el tercer hijo de Anselmo Garde y Brígida Arriaga, que había nacido en 1837, llegando a consumar su matrimonio con una bella doncella vasca llamada Paula Ramona Mayo, nacida en 1843 en Uztárroz, Provincia de Navarra, España; los padres de Paula fueron Hermenegildo Mayo y Yalbira Mayo.
El acto matrimonial religioso fue llevado a cabo en la capilla de Santa Engracia de Uztárroz, el 8 de noviembre de 1863, en la misma capilla donde se casó Anselmo el padre del novio, pero del 8 de junio de 1822. Dentro del matrimonio Garde Mayo, crearon varios hijos: Apolonia Garde, nació en la Villa Lerdo, en el año de 1863, José, nació en 1868, Cruz, Nazaria, nació en España en 1881 y Anselmo. Apolonia Garde, a la edad de 29 años, se casó el 5 de noviembre de 1892 con el Sr. Pascual Necochea, de 31 años, en la capilla de San Fernando Rey, del pueblo de San Fernando. Crearon un solo hijo llamado José Pascual Necochea Garde. Apolonia disfrutó muy poco su matrimonio, pues falleció el 19 de noviembre de 1894, a la edad de 33 años, de acuerdo con la placa mortuoria que se encuentra en la Capilla de la hacienda y su esposo Pacual, todavía vivía en Lerdo, a la edad de 73 años. Nazaria, se casó con Eusebio Necochea, de origen español. Dentro de su matrimonio tuvieron varios hijos, entre ellos: Javier, Eusebio Jr. Salvador, Fernando y Jaime.
En el trascurso del tiempo José Garde Arriaga, que era el patriarca de la familia, tuvo la visión de equipar a la hacienda Santísima Trinidad con construcciones que pudieran facilitar los adelantos y el crecimiento de los cultivos y la ganadería, sobre todo el aumento poblacional y donde guardar las grandes cosechas de granos, razón por la cual fincó varias accesorias, como fueron: Al lado oriente y poniente se ubicaron las cuadrillas; lugar donde vivían los peones que trabajaban en las tierras de la hacienda. Se construyeron las instalaciones como Bodegas, donde se guardaban los granos y forrajes. Los corrales y caballerizas donde encerraban los animales de trabajo, ubicadas a un lado de la Capilla religiosa, las que existen todavía en ruinas. Actualmente en ese terreno está el pozo de agua potable que surte a la población de la Villa.
Un corralón más para la mulada y caballos, que se ubicó en medio del Casco de la hacienda, construcción de adobe con su portón con rumbo al poniente. Al lado izquierdo de estos, estaba ubicada la fragua, donde se reparaban las herramientas de trabajo y la despepitadora de algodón y trilladora. También la hacienda de la Santísima Trinidad contaba con una huerta que contenía hortalizas y gran variedad de árboles frutales, como manzanas, peras, membrillos, palma datilera. Ya en el año de 1890 se construye el edificio de la tienda de raya, correspondiente a la última etapa de la construcción del casco, quedando al frente.
Tras la división hereditaria de los grandes latifundios de esta zona duranguense surgieron las nuevas haciendas algodoneras, especialmente sobre las tierras fértiles a lo largo del Nazas. En la jurisdicción de Lerdo, a partir del fraccionamiento al oeste de Avilés, había grandes predios que conservaban las características de la hacienda mixta con pequeñas zonas de cultivo de algodón.