Las autoridades encontraron después 25 vehículos abandonados, algunos con ametralladoras fijas y blindaje soldado. (ARCHIVO)
Cuando docenas de camionetas llenas de hombres con armas de grueso calibre irrumpieron en Villa Unión, en el estado de Coahuila, los vecinos de la pequeña localidad cerca de la frontera estadounidense empezaron a darse cuenta de que eran el blanco de una invasión de escala militar.
Lo que siguió fue más de hora y media de intensos tiroteos entre un contingente del tamaño de una compañía (se estima que tenía entre 70 y 150 hombres) y la policía estatal, y horas de operaciones de rastreo en las inmediaciones.
En total han muerto 23 personas: 17 sospechosos, 4 policías y dos civiles. Al menos 50 viviendas y edificios quedaron marcados con agujeros de bala.
Las autoridades encontraron después 25 vehículos abandonados, algunos con ametralladoras fijas y blindaje soldado. Muchos tenían letreros impresos de forma profesional que los identificaba como vehículos del cártel. Al menos cuatro estaban equipados con ametralladoras de calibre 50. Un vecino dijo que había visto al menos el doble de camionetas, de modo que algunas habrían escapado.
Así describieron la terrorífica jornada varios habitantes de Villa Unión, la mayoría de los cuales pidieron no dar su nombre por miedo a represalias.
Sábado 30 de noviembre, 10:00
Los vecinos del pueblo de 6,000 habitantes disfrutaban de un largo fin de semana con familiares llegados de Estados Unidos para celebrar el Día de Acción de gracias, o el “Día del Pavo”, como dicen en la localidad, un par de días antes. Tras un periodo de terror entre 2010 y 2013, el viejo cártel de Los Zetas que había dominado la población se había debilitado, y la violencia había remitido.
Una caseta donde se asan pollos empezó a preparar la lumbre para los almuerzos.
“Desde el jueves empezó a caer mucha gente con el Día del Pavo y nos iba a caer buena venta”, indicó un vendedor de comida de la plaza central del pueblo.
11:30
Los habitantes en el lado este de Villa Unión, el lado más cercano a la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo, en el vecino estado de Tamaulipas, donde tiene su base el Cártel del Noroeste -una escisión de Los Zetas- empezaron a ver caravanas de camionetas que entraban en el pueblo. Al principio, muchos vieron los chalecos y el equipo táctico que llevaban los pasajeros y pensaron que eran policías o soldados.
“Mi cuñado contó 50, pero llegaron más por otro lado”, dijo un hombre.
Un tendero vio pasar 20 camionetas, pero dejó de llevar la cuenta cuando vio que algunos llevaban placas de Texas o iban sin ellas. Sabía que eso significaba que no eran policías. Otros empezaron a ver camionetas con las letras “CDN” en el lateral, siglas del Cártel del Noroeste.
11:45
La gente empezó a esconderse.
El tendero que se había fijado en las placas entró en su tienda y se escondió tras el mostrador. Los agresores bajaron de sus vehículos con fusiles de asalto y en cuanto el comerciante cerró su puerta, empezaron a disparar hacia el Ayuntamiento.
“No sabes ni qué pensar en ese momento, solo te escondes”, dijo el tendero.
A un lado de la alcaldía, una ambulancia y una camioneta oficial quedaron acribilladas. Otra ardió.
A una cuadra del Ayuntamiento, una abuela se metió en un armario con sus dos nietos para protegerlos mientras las balas volaban por todo el pueblo. “El tiempo se me hizo eterno”, dijo.
Junto al Ayuntamiento, que era el blanco del ataque, el párroco Federico de los Santos estaba en su iglesia junto con media docena de feligreses cuando empezaron los disparos. Se arrojaron al suelo entre el sonido de los disparos, y el sacerdote llamó en varias ocasiones al obispo para contarle lo que estaba pasando.
Un joven que caminaba por la plaza central cuando estalló la balacera corrió hasta el puesto de los pollos asados. Dio golpes en una de las puertas hasta que el propietario, de 71 años, le abrió. Ambos se quedaron ahí refugiados.
“Yo (no) había visto ninguna balacera así salvo en las películas”, dijo el anciano.
12:00
Los agresores se dividieron en al menos dos grupos y pusieron rumbo a la zona oeste del pueblo, justo por donde entraban los refuerzos militares y policías estatales de destacamentos cercanos.
Los agresores secuestraron a tres civiles: dos bomberos locales y un empleado del departamento municipal de obras públicas. Dos aparecieron muertos más tarde.
También capturaron a cinco menores, al parecer con intención de utilizarlos como guías para escapar por los caminos de tierra entre los ranchos que correan la localidad y que llevan hacia los cerros de la vecina Tamaulipas, al este.
12:30
Las caravanas del cártel se encontraron con los militares y la policía estatal en el lado oeste de la ciudad. Hubo un combate especialmente duro cerca de una gasolinera.
En medio de los tiroteos, los vecinos grabaron el sonido repetitivo y en secuencias de los fusiles de asalto, y el golpeteo constante de las largas rondas de ametralladora. La balacera duró una hora y media y dejó cuatro policías estatales y al menos nueve agresores muertos.
Sábado por la noche
La policía y los soldados peinaron las afueras de Villa Unión y las zonas cercanas, en ocasiones con helicópteros. Al parecer no todos los atacantes pudieron huir hacia Nuevo Laredo, y se produjo otro enfrentamiento en la que murieron siete supuestos delincuentes. Muchos llevaban munición o chalecos antibalas, así como ropa de camuflaje. Se sabe que los antiguos Zetas y el Cártel del Noroeste utilizan esa clase de equipamiento militar.
Domingo
Más refuerzos de fuerzas federales llegaron al pueblo. Cuatro de los cinco jóvenes desaparecidos aparecieron con vida, al parecer liberados tras guiar a los agresores.
Los vecinos empezaron a barrer los cristales rotos y los casquillos de las calles.
El quinto joven desaparecido, un chico de 15 años, apareció también con vida horas más tarde. “Dice que le trataron bien pero está traumado”, dijo un amigo de la familia, que explicó cómo el padre tuvo que ir a buscarlo a un pueblo cercano.
El gobernador del estado llegó para asegurar a los vecinos que al día siguiente empezaría la reconstrucción del lugar, recalcando que las corporaciones de seguridad seguían haciendo su trabajo e hizo un llamado a la tranquilidad. Pero algunos todavía temblaban, y el miedo a que el cartel pudiera regresar estaba presente en casi todo el pueblo.