El presidente chileno Sebastián Piñera se limita a animar a la participación. (ARCHIVO)
Chile celebrará el 26 de abril su plebiscito más importante desde la dictadura y, aunque la campaña no arranca hasta 60 días antes, los partidos empiezan a definir sus posturas: la oposición apuesta en bloque por una nueva Constitución, mientras que el oficialismo está dividido.
En los últimos días, distintas formaciones han fijado su posición sobre esta consulta en la que más de 14.5 millones de chilenos están llamados a decidir si se da portazo a la Constitución heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y, en ese caso, qué órgano redactará el nuevo texto: una convención mixta de diputados y ciudadanos electos o una asamblea escogida solo para ese fin.
"Es el referéndum más trascendental desde el de 1988, que condujo al fin de Pinochet. En Chile no hubo una transición completa, nos faltó una Constitución, y esta es una buena oportunidad para concluir el proceso", dijo a Efe la académica del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, Claudia Heiss.
El plebiscito es una de las principales apuestas del presidente Sebastián Piñera para desactivar la grave crisis social que estalló en octubre y que ya se ha cobrado la vida de al menos 27 personas.
La actual Carta Magna, reformada más de 40 veces, está considerada por muchos como el origen de las grandes desigualdades del país por haber favorecido la privatización de servicios básicos como la educación, la sanidad o las pensiones.
DISCORDIA EN EL OFICIALISMO
El oficialismo, integrado por cuatro partidos de derecha y centroderecha, acude dividido a la cita. El que tiene la posición más clara y rechaza de plano una nueva Constitución es la Unión Demócrata Independiente (UDI), fundada por Jaime Guzmán, el ideólogo de la actual Ley Fundamental y asesinado por la extrema izquierda en 1991.
Más ambiguos se muestran desde el partido de Piñera, el centroderechista Renovación Nacional (RN), que ha otorgado libertad de voto a sus militantes y quiere hacer campaña por las dos opciones.
El propio Piñera, que muy al principio de la crisis se mostró reacio a convocar un plebiscito, no se ha posicionado ni a favor ni en contra y se limita a animar a la participación.
"Una mayoría está por la opción rechazo, no sé cuánto, un 60 % (de militantes) por lo menos, pero hay una minoría importante, que no es del 10 % ni del 5 %", aseguró este domingo el líder del partido, Mario Desbordes.
Para Heiss, tanto la UDI como los sectores más radicales de RN van a sacar toda su artillería y apelar al miedo en la campaña: "Es la misma estrategia que hizo triunfar a Piñera en 2017. Su mantra es que si gana la izquierda, en este caso el 'sí', Chile será 'Chilezuela' (juego de palabras con Venezuela)", agregó.
Los otros dos partidos de la coalición, el minoritario Partido Regionalista Independiente Demócrata (PRI) y el centrista Evolución Política (Evópoli), lo decidirán el 25 de enero, aunque hay muchas papeletas de que este último opte por la opción del "sí".
EL 'SÍ' DE LA OPOSICIÓN
Aunque aún es poco probable que los partidos de la oposición vayan a hacer una campaña conjunta, como ocurrió en 1988 con la Concertación en torno a la opción del "no" a Pinochet, todos defienden con vehemencia un cambio constitucional y que este se haga a través de una asamblea integrada solo por ciudadanos electos.
Tanto Democracia Cristiana (DC) como el Partido Socialista (PS), el Partido por la Democracia (PPD) y el Partido Radical (PR) ya han adelantado el eslogan de sus campañas -que comenzarán oficialmente el 26 de febrero-, y se espera que el izquierdista Frente Amplio lo haga en los próximos días.
El único que se ha desmarcado un poco es el Partido Comunista (PCCh), que no aprobó la reforma constitucional que permitió convocar el plebiscito y ahora fía su participación a que haya paridad de género y cuotas para indígenas e independientes, tres asuntos que está discutiendo el Parlamento.
El politólogo de la Universidad de Santiago Raúl Elgueta recordó a Efe que la oposición está "muy fragmentada" y no ha logrado "capitalizar" el descontento de la calle, que desconfía de los políticos de cualquier signo.
Su capacidad de movilización va a depender de si son "capaces de demostrar que les importa más la transformación que el poder" y la unificación de las campañas podría ser "un buen camino para lograrlo", añadió.