Observatorio Educativo de La Laguna
Educar para ser ciudadanía de la metrópoli
Nuestra "metropolización" se ha realizado a partir de la asimilación de las áreas rurales a las poblaciones urbanas y bajo las condiciones de desarrollo de éstas últimas. Los distintos territorios que se han ido acuerpando en el transcurso de décadas, al mismo tiempo que buscan construir su similitud preservan su autonomía. En cada uno de estos territorios se proyectan esferas de regulación social y cultural que se traducen, formalmente, tanto en políticas como expresiones urbanas distintivas. Un ejemplo palpable son las muchas arquitecturas que se manifiestan a lo largo y ancho de nuestra Laguna.
El crecimiento del área metropolitana de La Laguna se acentúa con los actores inmobiliarios que implantan, desde su lógica, la ampliación del suelo urbano mediante la promoción de proyectos habitacionales privados; haciendo variar desde la tenencia y el uso del suelo, hasta los estilos de convivencia y los nuevos modelos de vecindad. Esto hace del proceso de "metropolización" un agente fuertemente determinado alrededor de: un poder económico y su cuota política; las correlaciones de grupos y autoridades en distintos períodos y coyunturas históricas; y las herramientas con que cuentan los agentes sociales (asociaciones civiles, cámaras empresariales, colectivos, etc.) para incidir en la gestión de la metrópoli desde y hacia la construcción participativa de la urbe.
El dilema al cual se ha enfrentado esta sociedad lagunera metropolitana en los último 20 años es definir los ámbitos para la participación según sus características sociales, culturales y económicas, añadámosle también que en este lapso enfrentamos mayor diversidad, mayor complejidad y mayor desgaste social que induce a replantearnos, si los espacios para la participación directa y las formas más apropiadas para la representación colectiva que pretendemos serán las pertinentes.
Desde la construcción del proyecto Metrópoli Laguna la representación colectiva que se va formando inspira construir diálogos. Si el diálogo permite aprender a tener conversaciones interiores, evadirlo afecta y pone en riesgo nuestra capacidad reflexiva, es mediante el diálogo que, como colectivo, se añade la capacidad de incidir en decisiones y el logro de éste incidir se define en términos de que lo conseguido se parece cada vez más a lo idealizado.
Las relaciones humanas son vivas, complicadas y demandantes; las regulamos desde la educación para formalizarlas en la familia, el colegio, el trabajo, en la ciudad. Un valor acuñado en dicho aprendizaje es construir la identidad de los que aquí estamos. No obstante, que la identidad no es algo fijo que se adquiere una vez y dura para siempre y que tampoco nos vincula estrictamente a un territorio, o a una cultura; la identidad supone siempre un sentido de localización y relación contingente con otros con los que, en determinadas circunstancias, se comparten significados.
"Si vienes a ayudarme, no te molestes, pero si vienes porque tu liberación está vinculada a la mía, entonces trabajemos juntos".- Lilla Watson
Cuanto mayor es el tamaño de las sociedades, más necesario es el ejercicio de la representación institucional para privilegiar el binomio participación-representación. Para lograr dicha construcción se deben comprender al menos tres dimensiones interrelacionadas: una cognitiva, una formativa y una de competencias ciudadanas.
Y es que la interacción de estas dimensiones permite visualizar comportamientos propios, concretos y similares que, si bien inciden en actitudes como la predisposición a pensar, sentir y actuar de determinada manera, no despersonalizan al sujeto de su capacidad de toma de decisiones como individuo.
Si la democracia habla de condiciones mínimas de carácter procedimental como elecciones, derecho cívico a emitir el voto y contar periódicamente con nuevas elecciones; el concepto de ciudadano abarca un conjunto de derechos y responsabilidades civiles y políticas de las personas pertenecientes a una región. Si bien democracia y ciudadanía no son lo mismo, se equiparán por aspirar a la participación ciudadana directa; sin embargo, lo que la metrópoli requiere no solo es participación, pretende la construcción de redes y alianzas que se ejerce tanto en forma horizontal como vertical.
Si pretendemos construir Metrópoli no podemos pasar de largo que el interés propio a muy corto plazo posiblemente afecte a otras personas. No podemos descuidar el formar y preparar cívicamente a ciudadanos para que sean copartícipes de los problemas que nos competen. Una ciudadanía preparada se empodera y puede lograr cambios. Organizada y activa, la ciudadanía con valores como el respeto a los otros, la propiedad ajena y al entorno, se hará consciente de que sus actos perjudican o favorecen a terceros y contribuyen a incrementar el valor del bien común, estimulando así que el ciudadano sea parte activa y consciente que sus actos trascienden a una sociedad por generaciones.