Una cárcel peruana que albergó una protesta en busca de mejoras sanitarias que dejó nueve muertos tiene ahora reos que ofician de enfermeros para alertar de posibles casos de nuevo coronavirus. (ARCHIVO)
Una cárcel peruana que albergó una protesta en busca de mejoras sanitarias que dejó nueve muertos tiene ahora reos que ofician de enfermeros para alertar de posibles casos de nuevo coronavirus.
Los encargados de sanidad de cada uno de los 24 pabellones de la cárcel Lurigancho, la más populosa de Perú, tienen termómetros y pulsioxímetros para revisar la temperatura y la saturación de oxígeno de sus compañeros. En caso de que haya un sospechoso avisan a los médicos de la cárcel.
Con 33 muertos y 2.500 infectados a causa de COVID-19 las autoridades de Lurigancho aprendieron que deben protegerse junto a los presos en medio del caos que se vive fuera de las rejas en un país que acumula más de 26.000 muertos y medio millón de contagiados.
Jorge Cuzquén, el médico carcelario, dijo a The Associated Press que les queda el “miedo de un rebrote o una reinfección” en una cárcel diseñada para 2.500 presos pero que alberga a 9.700. Recuerda que al inicio de la pandemia todo fue “muy caotico”. Atendían hasta 300 pacientes diarios con fiebre y luego muchos con síntomas de dificultad respiratoria.
En abril los presos protestaron exhibiendo mantas con pedidos de auxilio para recibir un mejor trato sanitario. Las autoridades dijeron que tras choques con agentes, nueve presos murieron a tiros.
Un pabellón ahora es usado como una sala hospitalaria. Al momento, la mitad de los reos han pasado por pruebas para detectar si tienen el virus. Casi todos los 2.500 infectados son asintomáticos.
Según cifras oficiales, en las 68 cárceles han fallecido 330 presos y otros 6.600 se infectaron a causa del nuevo coronavirus. Perú tiene 97.500 reos.