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La historia del cementerio más antiguo de Torreón

Torreón apenas era un villa cuando el alcalde de aquel entonces, Francisco Villanueva, gestionó la construcción del Panteón Municipal número 1

El camposanto más longevo de la ciudad de Torreón guarda miles de mausoleos y tumbas con un gran valor histórico y artístico. (EL SIGLO DE TORREÓN)

El camposanto más longevo de la ciudad de Torreón guarda miles de mausoleos y tumbas con un gran valor histórico y artístico. (EL SIGLO DE TORREÓN)

MARIANA ONOFRE

En el viejo Torreón, muy cerca del Puente del Ferrocarril y del lecho seco del río Nazas, se encuentra el cementerio más antiguo de la ciudad: el Panteón Municipal número 1. En un espacio de aproximadamente seis manzanas, el camposanto no solo alberga más de 3 mil tumbas, sino también algunas de las leyendas más representativas de la Comarca Lagunera.

TESTIGO DE NUESTRA HISTORIA

Construido en 1894, el Panteón Municipal número 1 es el cementerio más longevo de Torreón; se ubica en el poniente de la ciudad, en la colonia Aquiles Serdán. "En aquella época, cuando se hizo el panteón, todavía no existía la colonia (…) era un lugar relativamente apartado del Centro Histórico de Torreón porque siempre ha existido la creencia de que los panteones, por su naturaleza, debían estar un poco apartados de la zona urbana", explicó Carlos Castañón Cuadros, historiador y director del Archivo Municipal. Sin embargo, con el paso de los años la ciudad fue creciendo y el camposanto fue integrado por la mancha urbana.

Torreón era apenas una villa de entre 2,000 y 2,500 habitantes. La localidad recién comenzaba a desarrollar los servicios públicos necesarios para toda ciudad que se precie de serlo; entre ellos, por supuesto, un cementerio. Por tal motivo, el alcalde de aquel entonces, Francisco Villanueva, gestionó con la empresa Rapp, Sommer y Compañía la cesión del terreno donde actualmente se encuentra edificado el panteón.

Varios años después, en 1906, el presidente municipal Benito Flores ordenó la ampliación del camposanto. Las obras incluyeron la construcción de la actual barda perimetral (hecha con piedras del Cerro de las Noas) y dos oficinas que se localizan en la entrada del lugar. Además, se instaló una noria y una bomba para el abastecimiento de agua.

Todas estas obras constan en los registros oficiales; pero tal parece que no fueron las únicas desarrolladas: recientemente se descubrió que el panteón también tiene túneles. Castañón Cuadros explicó que se trata de desagües pluviales. "En ese momento no existían las colonias ni las casas, entonces, para evitar una inundación del panteón, sobre todo por su cercanía con el cerro, se hicieron unos desagües pluviales muy grandes, parecidos a los del Canal de la Perla, pero ahorita están enterrados", afirmó el historiador.

Pese a la ampliación realizada en 1906, con el crecimiento de la población el espacio se volvió insuficiente. De acuerdo con Castañón, "el panteón era pequeño, había pocas tumbas y tenía un orden, pero con el paso de los años ese orden se perdió porque se empezó a saturar, a tal punto que las calzadas se perdieron, no se respetaron los espacios y en esas calzadas se comenzó a enterrar a los difuntos".

SOBREPOBLACIÓN DE TUMBAS

Cinco años después, la sobrepoblación de tumbas en el cementerio representó un grave problema para las autoridades, pues no contaban con espacio para enterrar a los más de 300 chinos que fueron asesinados en un vergonzoso episodio histórico de nuestra ciudad durante la toma maderista en la ciudad de Torreón ocurrida el 15 de mayo de 1911. Por ello, se tomó la decisión de abrir una fosa común a las afueras del camposanto, sobre la calle Constitución, para sepultar a poco más de 114 chinos.

Otro de los sucesos que puso en aprietos a las autoridades del cementerio fue la epidemia de gripe española, en octubre de 1918. "En una semana hubo 300 muertos y era imposible llevar tal cantidad de cuerpos a enterrar, entonces, según las descripciones que se hicieron en ese momento, se decidió abrir otra fosa común a un lado del panteón, rumbo al Río Nazas, para depositar los cuerpos de las víctimas de la epidemia", explicó Castañón.

FUNDADORES DE LA CIUDAD

En el Panteón Municipal número 1 descansan diversos personajes históricos de nuestra región. Como señala el director del Archivo Municipal, "muchos de los fundadores de Torreón están enterrados en este panteón, mucha de la gente que llegó a fundar Torreón cuando apenas era una villa fue enterrada ahí. También están las tumbas de los primeros alcaldes de la ciudad como Francisco Villanueva o de familias muy conocidas como los Aymes".

Además, en este legendario cementerio reposan los restos del general Gregorio A. García, el personaje más joven que luchó en la Revolución Mexicana. García, héroe revolucionario, murió el 15 de julio de 1913 con tan solo 22 años de edad. Su tumba es una de las más llamativas de todo el panteón, pues en lugar de estar adornada con una figura religiosa como un santo, una virgen, o una cruz, tiene la estatua de un soldado.

ARTE DE TODO EL MUNDO

Torreón creció y se desarrolló a la par del ferrocarril, lo que provocó que a finales del siglo XIX llegaran a la región cientos de personas de distintas partes del mundo. En la villa se establecieron árabes, franceses, españoles, chinos, ingleses y norteamericanos. Esta diversidad de culturas se ve reflejada en muchos de los mausoleos del Panteón Municipal. "Las tumbas que más van a resaltar son las de los extranjeros: encontramos tumbas de árabes, como la de la familia Abusamra, y otras pocas de chinos", comentó Castañón Cuadros.

Inevitablemente, el paso del tiempo ha causado estragos en el camposanto. Años atrás era común observar verdaderas piezas de arte funerario, pero hoy en día solo quedan huellas de estas obras. "Había tumbas con una gran calidad artística y escultórica en cantera, mármol, y algunas lápidas de granito muy bien elaboradas", comentó el funcionario.

LA LEYENDA DE LA CUBANA

El Panteón Municipal número 1 de Torreón también es el escenario de una de las leyendas más conocidas y aterradoras de la región, recogida por Efraín González Hernández en el libro Habla del Desierto Leyendas de La Laguna: La Cubana.

La historia cuenta que, por allá de 1906, una epidemia de viruela negra llegó a México; fue tan espantosa que muchos de los enfermos, al ser considerados desahuciados, fueron enterrados vivos.

En aquella época existían varias cantinas y burdeles por el mercado Alianza de Torreón. En uno de ellos trabajaba una mujer muy guapa, a la que apodaban La Cubana, quien era muy solicitada por los hombres.

Como la muerte no hace distinciones, aquella bella mujer fue una de las tantas personas atacadas por la viruela negra. La clientela sabía que La Cubana tenía su cuarto dentro del mismo burdel; entonces, por temor al contagio, los varones dejaron de acudir a tan honorable local. Fue entonces que la dueña del lugar optó por sepultar a la pobre enferma, sin importarle que todavía estuviera viva.

Contrató algunos hombres para fabricar un cajón que hiciera las veces de ataúd y en su interior colocaron a La Cubana, quien, a pesar de su mal, se resistió con las escasas fuerzas que le quedaban. Aquellos hombres desalmados cumplieron su cometido y la mujer fue enterrada viva. Pasó el tiempo y la bruma del olvido fue borrando el recuerdo de la hermosa mujer.

Cerca del mercado Alianza había una cantina llamada La Feria; en sus afueras estaba un sitio de coches, de las ya olvidadas calandrias. En una ocasión, se acercó al cochero una dama vestida de negro con el rostro cubierto por un velo del mismo color, solicitando ser llevada al Panteón Municipal.

Al llegar al cementerio, temeroso de que algo pudiera pasarle a la dama en aquel lugar, el cochero se ofreció a esperarla para su regreso. -No me espere... aquí vivo-, dijo ella al cochero, quien creyó estar escuchando una broma e insistió en esperarla. -Aquí vivo- dijo nuevamente la mujer, que a su vez le preguntó: -¿Acaso no me conoce? - El cochero negó, además no podía verle el rostro; la dama levantó el velo negro que lo cubría, y el hombre, al verla, quedó atónito reconociendo el rostro de La Cubana.

El hombre perdió el conocimiento y así permaneció durante un largo rato. Las luces de los faroles del vehículo alcanzaron a ser vistas por el panteonero, que intrigado por los largos minutos de permanencia inmóvil decidió averiguar la causa.

Encontró desmayado al encargado del coche, y de inmediato se aplicó a reanimarlo; cuando recobró el conocimiento, aún mostraba en su cara la expresión de terror. Con voz temblorosa le contó al panteonero lo sucedido. El resto de la noche el cochero fue huésped del panteonero. En la mañana, viendo el sepulturero que aquel hombre no se recuperaba de la fuerte impresión, decidió llevarlo a la presidencia municipal, entonces ubicada por la avenida Morelos. El protagonista contó lo sucedido y mostró el billete con que aquella misteriosa mujer le había pagado.

Este acontecimiento fue conocido en Torreón y el billete quedó expuesto a la entrada de la presidencia, lo que provocó una gran cantidad de curiosos desfilando para ver el dinero con el que había pagado el fantasma de La Cubana.

La nueva normalidad de los panteones

Debido al aumento de casos y decesos por COVID-19 en La Laguna, este año las familias no pudieron acudir a los panteones públicos y privados a visitar a sus fieles difuntos. Semanas atrás, el Subcomité Técnico de Salud de la región determinó que los días sábado 31 de octubre, domingo 1 y lunes 2 de noviembre, los camposantos de La Laguna permanecerían cerrados para evitar aglomeraciones. Los espacios serán reabiertos mañana martes 3 de noviembre.

Días antes a la celebración, se permitió el acceso controlado a los camposantos; sin embargo, la afluencia fue baja. Entre las pocas personas que llegaron al Panteón Municipal número 1 de Torreón nos encontramos a la señora Alejandra, de 78 años. El jueves, muy temprano, acudió a dicho cementerio a visitar a su padre. Usando cubrebocas y aplicándose gel desinfectante constantemente, la mujer llegó con un pequeño ramo de flores.

“Mi papá está enterrado aquí. Cada año vengo con mis hijos a limpiarle su tumba y dejarle flores […] nos estamos buena parte del día aquí, platicándole cómo nos ha ido y recordando los buenos tiempos de cuando él vivía, pero ahora por esto del virus nomás pudimos venir un ratito a dejarle sus florecitas. Mis nietos pusieron un altar para nuestros muertitos y ahí pusimos su foto. Ni modo, ahora todo será desde la casa, como dicen en la tele, para no arriesgarnos”, dijo doña Alejandra. La mujer ingresó al cementerio, buscó la tumba de su familiar, dejó las flores y rezó unas oraciones. Se retiró unos minutos después. “Si Dios nos deja, el año que entra regresamos y le adornamos como se debe”, dijo la señora al salir del cementerio.

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