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METRÓPOLI LAGUNA

RESILIENCIA

ALDO VALDÉS

Las grandes ciudades tienen cicatrices. A principios del siglo XX, La Laguna vivió tiempos convulsos a causa de la Revolución Mexicana. La vocación industrial de la región y su dinámica migratoria hicieron que pronto los acontecimientos internacionales tuvieran eco a escala local. La pandemia de influenza de 1918 fue el último punto suspensivo de una década trágica.

En su joven y ajetreada historia, la Zona Metropolitana de La Laguna ha oscilado entre la bonanza y la decadencia, dejando una estela de sincretismos culturales y promesas truncas de progreso. Contra todo pronóstico, la tierra árida ha sido fértil y el desierto se ha poblado. Comenzando el siglo XXI, la región vivió otra sacudida violenta. Otra vez hubo estruendos y heridas en la memoria colectiva. Cuando parecía que las heridas se cerraban, llegó otro virus. Como si la historia, cíclica y cruel, volviera a jugar con La Laguna.

En todas estas catástrofes conviven coyunturas externas y torpezas locales. La autocrítica nos permite visibilizar responsabilidades propias y solo así, en un ejercicio colectivo de humildad, podremos reconocer aquello que debemos cambiar. Sin embargo, en momentos tan difíciles como el presente, conviene voltear al pasado y preguntarnos: ¿Cómo hemos superado tantos episodios traumáticos? Porque de alguna forma los hemos trascendido. Y también, de alguna manera casi inexplicable y necia, hemos echado raíces en el lugar menos probable.

La clave puede estar en un concepto rebuscado, pero nada nuevo: la gobernanza. En ocasiones, nuestra desorganización se ha encauzado hacia la resolución de conflictos. Conviene recordar la reciente respuesta de grupos de la sociedad civil organizada en contra de la situación de violencia, así como el surgimiento de organizaciones que trabajan en temas medioambientales, de derechos humanos, de igualdad de género y otras causas valiosas. Muchas de estas iniciativas han contado con el apoyo del sector privado y también se han construido estrategias de la mano del sector público. En este proceso accidentado, ha habido destellos.

Si regresamos al pasado, probablemente observemos reacciones similares en cada momento de crisis. Las personas organizadas, el sector empresarial y la burocracia local han encontrado la manera de construir puentes. Quizá nuestra historia reciente tenga raíces profundas. Y quizá también convenga desempolvar respuestas del pasado. Si la historia se repite (como ya nos lo ha demostrado de forma trágica y lúdica) y los distintos sectores hacemos lo que nos toca, nuestro tejido social quedará marcado, pero cicatrizará.

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Escrito en: Metrópoli Laguna

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