En Naipyidó, la capital, los manifestantes sostenían carteles en los que se leía 'No aceptamos el golpe militar'. (AP)
La junta militar birmana trata de limpiar su imagen con una campaña de desinformación mientras continuó este sábado la represión con gases lacrimógenos de las manifestaciones prodemocráticas, en las que han muerto al menos una cincuentena de personas desde el golpe de Estado.
En la prensa oficialista, las autoridades describen las manifestaciones pacíficas como disturbios y acusa a los manifestantes de violentos, al tiempo que niega la represión de los soldados y policías, a pesar de numerosos vídeos que lo demuestran y la propia ONU.
Medios como el "Global New Light of Myanmar" insisten en la teoría del fraude electoral en las elecciones del pasado noviembre, que fueron validadas por los observadores internacionales, y afirman que las protestas tratan de "desestabilizar" el país.
Para lavar su imagen internacional, la junta militar ha contratado los servicios como relaciones públicas del exespía israelí y antiguo traficante de armas actualmente residente en Canadá Ari Ben-Menashe, según el portal especializado "Foreign Lobby".
En ciudades como Rangún y Mandalay, las fuerzas de seguridad lanzaron gases lacrimógenos y granadas aturdidoras para tratar de dispersar las protestas, pero los manifestantes, ataviados con cascos y escudos metálicos, vuelven una y otra vez a las calles.
En Naipyidó, la capital, los manifestantes sostenían carteles en los que se leía "No aceptamos el golpe militar" con una imagen de armas rotas y pisaban las fotos tiradas al suelo del jefe golpista de la junta, Min Aung Hlaing.
La enviada especial de la ONU para Birmania, Christine Schraner Burgener, compareció ante el Consejo y solicitó fortaleza y rapidez para "detener la violencia y restaurar las instituciones democráticas en Birmania".