Premiada. Con un trabajo sobre las jornaleras de plátano en la frontera entre Chiapas y Tabasco, Alondra Reséndiz Ascencio ganó el Premio Alemán de Periodismo.
El sureste mexicano esconde historias entre sus verdes parajes, mismos que se han visto mermados por la invasión de los monocultivos. Específicamente, la frontera entre Tabasco y Chiapas fue el lugar donde una joven periodista mexicana se internó para relatar la cotidianidad de las mujeres jornaleras en la cosecha de plátano, una fruta que no detiene su producción durante todo el año, incluso en época de pandemia.
El trabajo titulado '¿Por qué hay plátanos todo el año?, o cómo las jornaleras trabajan con lluvias y pandemias', publicado en noviembre pasado en el portal Corriente Alterna de Cultura UNAM, resultó acreedor al Premio Alemán de Periodismo Walter Reuter 2020 en la categoría de Prensa Escrita, galardón que fue anunciado durante esta semana.
Alondra Reséndiz Ascencio nació hace 26 años en Teapa, Tabasco, actualmente es pasante de la licenciatura en Estudios Latinoamericanos y participa en la Unidad de Investigaciones Periodísticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde permanecerá hasta el 15 de mayo cuando entre a laborar en otro medio de comunicación.
Su interés en la escritura está ligado a los géneros periodísticos. Recoger testimonios la alienta a reconocer una realidad que, por más que sea cotidiana, muchas veces no es visibilizada en otras latitudes. Por tal motivo, la ganadora del Premio Alemán de Periodismo sostuvo una plática vía telefónica con El Siglo de Torreón, donde compartió los detalles de su trabajo.
TRAS LA ESENCIA
Para Reséndiz, el sureste mexicano es una región del país que ha enfrentado situaciones de vulnerabilidad, en gran parte gracias a los monocultivos que han provocado afectaciones en el hábitat natural de la selva.
"Aparte es una región tropical, porque la tierra es o era (porque ahora también está cambiando) propicia para diversos cultivos. Es una región muy rica en ese aspecto natural, en el ámbito de encontrar frutos, ríos, agua. Pero me refería a la vulnerabilidad precisamente a que todo esto, que quizá debería estar más protegido, aunque muchas personas intentan protegerlo a veces ese esfuerzo parece ser mitigado por estructuras más grandes de las que no tenemos control".
Respecto al campo, en Tabasco quedan muy pocas tierras ejidales y predomina la disposición de tierra por propiedad privada. "La tierra privada hace que el control lo tengan unas cuantas personas y lo principal han sido los monocultivos".
Y es que la frontera entre Chiapas y Tabasco es una zona que la periodista conoce desde pequeña. Su preocupación proviene de un estímulo interno pero es abordada por las herramientas periodísticas. Entre septiembre y octubre del año pasado, Reséndiz encontró la historia que quería relatar: la vida diaria de las mujeres jornaleras que se dedican a cosechar plátano en esa región.
"No es que sólo suceda en Tabasco ni que el plátano sea el único cultivo, porque en sí el plátano es alimento, pero el problema está cuando se empieza a comercializar o a producir a gran escala, como cualquier otro alimento".
LAS JORNALERAS
Según el trabajo periodístico de Reséndiz, las mujeres que se dedican a cosechar plátano en la frontera entre Tabasco y Chiapas ganan un promedio de 164 pesos por jornada, catorce pesos menos que los hombres. También es raro ver a una mujer siendo jefa de empaque, encargada de un rancho o de una plantación. "De cada 100 tomadores de decisiones en las unidades de producción agrícola, 17 son mujeres", escribe la periodista.
"El plátano es de todo el año. Entonces, para las personas que viven cerca, ha sido una de las únicas fuentes de ingreso que han tenido. Y que sí, para las mujeres significa una parte de independencia económica, solamente que el pago no es el que quisiera. Me importa porque es con lo que crecí viendo. Yo creo que el periodismo también tiene que ser eso, lo que sucede en tu entorno más inmediato. También me interesaba que las personas de dónde yo soy se reconocieran en lo que se está leyendo, en lo que se está informando, en la manera en cómo se está contando. Intenté hacerlo con todo el respeto posible".
En el trabajo hay testimonios de viva voz que relatan sus vivencias, aunque por seguridad y ante el riesgo de perder su escaso pero único sustento, las mujeres decidieron cambiarse el nombre. Algunas testigos parten de su infancia, en sentido identitario, de cómo desde niñas vivieron entre los platanares. Otras abordan el proceso de la cosecha, los riesgos, el acoso sexual por parte de algunos hombres y las consecuencias que los agroquímicos han dejado en sus cuerpos.
Aunque Reséndiz llegó armada con conocimientos previos de la región (el habla, las costumbres y algunos apuntes sobre la psicología social del lugar), se vio ante factores desconocidos como el proceso completo del plátano, de cómo se siembra y pasa por distintas etapas hasta llegar a su comercialización.
La periodista también aborda la situación compleja de la pandemia, donde hasta noviembre de 2020, Tabasco era décima identidad con más casos de COVID-19 en México, con 35 mil 994 contagios y tres mil 27 defunciones confirmadas hasta aquel momento. Además, habla de otra amenaza que deben enfrentar las jornaleras: los plaguicidas.
Cada día, las jornaleras tienen que exponerse al contacto con vinagre, cloro y otros líquidos que han sido vertidos en la pileta donde se lava el plátano. Es un trabajo sumamente expuesto a riesgos sanitarios, pero que sin embargo no garantiza atención médica en casos de un accidente. Aquí Reséndiz arroja otro dato interesante: de casi tres millones de personas que eventualmente se dedican a trabajar en el campo mexicano, sólo el 7.5 por ciento está registrado en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Esto quiere decir que, en materia de atención sanitaria, el 92.5 por ciento de los jornaleros nacionales se encuentra en el limbo de la incertidumbre.
"Siempre te encuentras con los camiones de carga, con las camionetas y eso es el entorno cotidiano, pero investigar para hacer periodismo ha sido un encuentro con cosas que desconocía del proceso, incluso cómo denominan, las palabras usadas en ese entorno, las dinámicas más precisas de acoso sexual y laboral hacia las trabajadoras".
En este tenor, una trabajadora le comentó que la cuchilla que emplea como herramienta de trabajo también la usa para defenderse del acoso. "Una trabajadora me comentaba que la cuchilla la lleva hasta el baño. Cuando tiene chance de ir se lleva la cuchilla porque requiere mucho temple, posicionarse y muchas veces adoptar los rasgos que socialmente se han mal relacionado con lo masculino. Tienen que protegerse entre ellas, hablando y haciendo pactos entre ellas, y empleando la cuchilla. Es una manera de sentirse seguras".
Por último, Alondra Reséndiz Ascencio dijo que esta publicación le deja un gran compromiso, aprendizaje y motivación para seguir haciendo periodismo, pero lo que más le importa es que se haya leído sobre esta situación acontecida en el sureste.