El desarrollo de nuevos fármacos puede llevar más de una década; se estudian los existentes. (ARCHIVO)
El camino para desarrollar vacunas contra el COVID-19 fue más rápido de lo que se esperaba, pero el recorrido para encontrar fármacos que ayuden a contrarrestar los efectos del virus ha sido mucho más lento.
Hace más de un año inició uno de los estudios globales más ambiciosos para encontrar un fármaco: el ensayo Solidaridad, realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Se evaluaron cuatro fármacos y se observó que el uso de remdesivir, hidroxicloroquina, lopinavir e interferón tenían poco o ningún efecto en los pacientes hospitalizados. Remdesivir mostraba una mejoría clínica ligeramente más rápida, pero solo en pacientes que requerían oxígeno suplementario; resultados recientes indican poco o ningún efecto en cuanto a la mortalidad general.
En la carrera contra el virus no se puede perder el ritmo, aunque no se obtengan los resultados esperados. Hace un par de semanas, la OMS anunció la siguiente fase de su ensayo. En el Solidaridad PLUS participan nuevos grupos de pacientes hospitalizados por COVID-19 en 52 países, incluido México.
Alrededor de 2 mil investigadores en 600 instituciones prueban tres nuevos fármacos que han elegido especialistas independientes a los laboratorios y serán donados por los fabricantes. Dieciséis naciones más que en el ensayo anterior se suman a esta misión que ahora congrega a 14 mil 200 pacientes.
ÁRMACOS YA EXISTENTES
En este complejo proceso han sido seleccionados tres fármacos: artesunato, imatinib e infliximab. Los tres muestran potencial en la reducción del riesgo de muerte en pacientes hospitalizados. Los fármacos ya se utilizan para el tratamiento de diversos padecimientos: el artesunato se usa para el paludismo grave, el imatinib para ciertos tipos de cáncer y el infliximab para enfermedades del sistema inmunitario, como la enfermedad de Crohn y la artritis reumatoide. Lograr que miles de personas se integren a estos ensayos es un desafío logístico mayúsculo, pero paralelamente a este magno proyecto se han generado otros que han ofrecido algunas otras pistas sobre fármacos prometedores.
Otro de los estudios globales más importantes es el británico RECOVERY, en cuyas primeras conclusiones se destacó el uso del para el tratamiento de pacientes con COVID-19 severo disminuyendo la necesidad de ventilación mecánica invasiva. También se notó reducción de muertes en pacientes hospitalizados con COVID-19 mediante la combinación de anticuerpos monoclonales del fármaco REGEN-COV, autorizado por la FDA hace menos de un mes.
De acuerdo con algunos otros resultados de RECOVERY, plasmados en una publicación en The Lancet de hace un par de meses, el uso de plasma convaleciente en pacientes hospitalizados, una de las terapias que crearon más expectativas al inicio de la pandemia, no albergaron buenos resultados, pues no mejoró la supervivencia ni obtuvo otros resultados clínicos esperados. Con más de 40 mil participantes, el estudio RECOVERY se concentra actualmente en baricitinib, fármaco inmunomodulador utilizado en la artritis reumatoide; dimetilfumarato, inmunomodulador utilizado en la psoriasis y la esclerosis múltiple; y empagliflozina, medicamento utilizado en la diabetes, así como en enfermedades cardíacas y renales.
El desarrollo de nuevos fármacos puede llevar más de una década, por lo que los investigadores se siguen enfocando en la búsqueda de fármacos ya existentes. Surgen algunos nombres, pero el proceso de revisión ha congregado miles de fármacos. Por ejemplo, tan solo en la búsqueda de un antiviral efectivo, el grupo del virólogo Sumit Chanda, del Instituto Biomédico Sanford Burnham Prebys en EUA, ha revisado un archivo de más de 13 mil fármacos. Solo 21 medicamentos han probado algunas pistas positivas, pero aún están a la espera de financiamiento para lograr ampliar los estudios. Algunas de las esperanzas se cifran en la clofazimina, una píldora de fácil fabricación utilizada contra la lepra que ha combatido el virus en experimentos de laboratorio con tejido pulmonar y roedores. El camino para encontrar fármacos más efectivos para contrarrestar los efectos del virus aún es largo.
VACUNAS Y REFUERZOS
Actualmente, toda prescripción para las diferentes etapas de COVID-19 sigue siendo experimental, manteniéndose el desafío de equilibrar el daño y el beneficio para los pacientes. En este escenario, las vacunas se mantienen como la mejor opción para limitar la enfermedad, pero no son soluciones perfectas.
LA TERCERA DOSIS
La variante Delta empieza a evidenciar sus limitaciones. Las naciones más avanzadas en la vacunación de su población, como Israel, están corroborando la fuerte capacidad de Delta para contagiar. Más del 60% de la población en Israel tiene dos dosis, sin embargo, ha tenido que aplicar fuertes restricciones por el acelerado aumento de infecciones. Por esta razón, este país se ha convertido en el primero en empezar a aplicar la tercera dosis de la vacuna de Pfizer, una medida recomendada por la farmacéutica que ha generado polémica a nivel mundial.
Muchos países del mundo aún batallan para aplicar una primera y segunda dosis de vacunas contra el SARS-CoV-2, motivo por el cual la OMS ha recomendado una distribución más equitativa de las primeras dosis antes de pensar en una tercera; sin embargo, la velocidad de contagio de Delta, incluyendo a muchas personas con el esquema completo, ha apresurado los planes de otras naciones para seguir las recomendaciones de las farmacéuticas que surgieren una tercera dosis.
Estados Unidos planea, a partir del 20 de septiembre, la aplicación de una tercera dosis para personas de mayor riesgo. Un estudio publicado en Reino Unido el 20 de agosto, y basado en estadísticas nacionales basadas en más de 300 mil personas elegidas al azar, mostró que la eficacia de vacunas utilizadas en su territorio, como Pfizer y Astra Zeneca, había disminuido más del 15% frente al periodo con la supremacía de Delta, que además mostraba cargas virales mucho más altas en nariz y garganta, lo que facilita la transmisión. Estudios similares en EUA, se refieren a una reducción del 91.7% a 79.8 % de efectividad entre sus vacunas entre mayo y julio con la llegada de Delta.
Epidemiólogos como Sarah Walker, de la Universidad de Oxford, y David Dowdy, de la Universidad Johns Hopkins, recalcan que la aparente disminución de protección podría deberse a varios factores, tanto en cuanto a una disminución de la efectividad de la vacuna con el paso del tiempo, hasta los cambios de comportamiento individual al relajarse las medidas de seguridad y las tasas de transmisión en la comunidad.
Las vacunas siguen siendo el arma más importante para la lucha contra el COVID-19, pero la recopilación de datos ante las nuevas variantes se mantiene como una constante para el manejo a futuro. Desde que se subieron los primeros genomas del SARS-CoV-2 en enero del 2020, se han secuenciado y publicado más de dos millones de genomas que deben analizarse más allá del laboratorio: en el mundo real. Se calcula que 2.5 millones de personas podrían morir por COVID-19 en los próximos seis meses.
En Estados Unidos esperan que la vacuna de Novavax pueda utilizarse más adelante como un refuerzo de las vacunas autorizadas en su territorio. Edward C. Holmes, experto en evolución viral de la Universidad de Sydney, ha señalado la complejidad para poder predecir el camino de un virus, pero aunque la amenaza podría volverse más poderosa, la tendencia podría indicar que existe un margen de tiempo para ir adaptando dosis y vacunas a la cambiante amenaza.
Se siguen impulsando proyectos para la generación de nuevas vacunas. Se considera que hay suficientes evidencias científicas para que los nuevos proyectos de vacunas inhaladas se conviertan en una alternativa más efectiva. La llegada directa al sistema pulmonar, podría estimular de mejor forma la respuesta inmunitaria a las infecciones respiratorias como la que desencadena el COVID19. Por otra parte, todavía se mantiene la esperanza en lograr una vacuna que pueda actuar contra todos los coronavirus. Un nuevo estudio con pacientes que fueron atacados con el brote de SARS en 2003 y que han mostrado mayores defensas a todas las variantes del SARS-CoV-2 en circulación, brinda un importante avance.
Hasta el momento se calcula que 6.9 millones de personas han muerto por COVID-19 en el mundo, más del doble de los informes oficiales.
Los especialistas en evolución viral, como Holmes, consideran que es muy complejo predecir cómo se desarrollará la virulencia y evasión inmune en los próximos meses, pero con más de dos mil millones de personas que han recibido al menos una dosis de vacuna y cientos de millones que ya han atravesado por la enfermedad, se esperaría que el virus haya llegado a un punto donde el reto pesa aún más en las estrategias de salud pública de cada gobierno para entender a sus poblaciones y encontrar cercos más efectivos para cortar la propagación.