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10 de mayo/Diálogo

Yamil Darwich

Desde la prehistoria, la madre ha jugado un papel fundamental en la organización de la familia, que a su vez es la base de la sociedad y ha permitido cumplir con una de nuestras necesidades: Ser gregarios, vivir en sociedad.

La madre ha sido tema de enconadas discusiones que se han llevado hasta los términos extremos de la deidificación (madre virgen) y en contrario, la maldición (la Eva de Adán). Recordemos que la mayor ofensa que podemos sufrir los latinos, en particular los mexicanos, es que nos “recuerden a nuestra madre” y por el contrario, poder utilizar la expresión para manifestar alto orgullo, gran éxito o plena satisfacción por la obra o la tarea realizada.

Para muchos autores la madre es el origen de las cosas; desde el mundo terrenal hasta el de las creencias y principios de orden, entre las distintas etnias.

Los amantes de la lingüística reconocen en el sentido femenino de la palabra madre la relación con vocablos que nos refieren al concepto de naturaleza, tierra, vida y hasta la mismísima genética. Otras palabras que tratan la fuerza de la madre en el mundo son: Natalidad, fecundidad o fecunda y vida, todas del género femenino. Usted seguramente encontrará otras más.

Así es como la figura materna ha sido utilizada como centro de la familia y para asegurar la persistencia de la especie, representando desde nuestros orígenes la vida misma; la creación, la gestación y el parto, hasta la justificación de la existencia de las cosas y de los fenómenos naturales. Sin pretender entrar en confrontación, debo recordarle la primera mitología del ser humano fue con una diosa creadora, junto al dios varón.

La aparición de las primeras organizaciones sedentarias dieron origen a la fortaleza del varón que, poco a poco, fue dejando a la hembra al cuidado de los hijos, la vivienda, los bienes y las posesiones.

A ella le encomendamos la educación de los integrantes del clan familiar, incluyendo las enseñanzas religiosas y la formación de conciencia de lo que es bueno o malo (los valores).

Es la mujer personificada como madre, la que decide y define los aspectos trascendentes para la crianza de los vástagos; desde qué comer hasta cómo vestirse, qué se puede hacer como “correcto” y qué se debe evitar, por “incorrecto”.

Las madres atienden a los enfermos del grupo; son las primeras curanderas que tratan los males físicos y las primeras psicólogas que buscan satisfacer las necesidades del espíritu de quienes forman parte de la familia, incluidos los varones, entre ellos el que se manifiesta como “jefe”.

Pero todavía hay más: Es la mujer la que escucha puntos de vista, opiniones, quejas y argumentos de defensa de los hijos, que pelean por defender sus espacios en el hogar, sus propiedades materiales a las que declaran como “sus cosas” y hasta sus derechos en cuestiones de uso de los servicios domésticos. Es un verdadero juez salomónico, árbitro y ejecutante de justicia familiar, necesaria para mantener el equilibrio en el hogar.

Tal es su importancia para muchos estudiosos de la condición humana de la sociedad latina que vive en matriarcado; es ella la que decide y define sobre el futuro de los integrantes del grupo, aunque inteligente y astuta como lo es, entiende la necesidad de permitirle al “macho” que se pavonee y muestre su fortaleza y dominio sobre el grupo, sabedora que son actitudes animales que hemos heredado a través de los siglos y que por naturaleza tenemos la necesidad de ejercerlos. Al respecto existe un texto interesante de Carl Sagan; “La herencia de nuestros antepasados” que si le llama la atención el tema, le será delicioso leerlo.

Conocedores de la trascendental existencia de la madre, un grupo de mercaderes a principios del siglo anterior, vieron la oportunidad de incrementar las ventas en sus negocios al “inventar” el día de las madres, estratégicamente colocado en el calendario, en una fecha lejana a la del festejo de la natalidad de Jesús, después de la semana mayor y antes del verano; Mayo 10, es ideal para el chantaje emocional con propósitos comerciales, y así es desde entonces, cosa que no debe sorprendernos, ya que si son capaces de inventar justificaciones para ganar dinero con la guerra y muerte de inocentes, más simple es utilizar, para vender y ganar, las emociones y el agradecimiento de los seres humanos.

El festejo del día de la madre, con el paso del tiempo se ha transformado en una fiesta nacional importante, quizá sólo comparable con la Navidad o el 12 de diciembre, cuando festejamos a la celestial, la Virgen de Guadalupe, que es el ejemplo por excelencia de lo que debe ser una mamá amorosa.

Qué bueno para todos es festejar este día, que para muchos de nosotros es de nostalgia y recuerdos de la madre muerta, que aún así sigue siendo factor de reunión del clan que por festejar a las nuevas mamás del grupo, se juntan para conmemorar al personaje, recordar y suspirar vivencias y convivir alrededor de las viandas puestas sobre la mesa.

Lástima que para muchos sólo represente el día del gasto innecesario y superfluo, muchas veces comprometedor de la economía familiar. ¿Cuántos de nosotros pensamos en ese día en términos de regalos que tenemos qué hacer?, que son de utilidad para eficientar el trabajo de la madre festejada y que benefician a quienes disfrutan el servicio. ¿Cuántos de nosotros olvidamos el real significado de reconocimiento, festejo y agradecimiento?

Si Usted es una mujer que ya es mamá, le deseo lo mejor en este día; si no lo es, la (lo) invito a reflexionar y ofrecer como regalo un buen propósito: Intentar seriamente no olvidar ese sentimiento de amor y agradecimiento los otros 364 días del año, que sin duda será más beneficioso para la festejada, aunque no haya regalo ni comida especial. [email protected]

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