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Salón de la Fama del Beisbol, a 30 años

Claudio Martínez Silva

Nueve laguneros alcanzaron ya la inmortalidad, por sus hazañas en el “Rey de los Deportes”, a través de la historia.

TORREÓN, COAH.- Reconocer el mérito de los demás y hacerlo público; palabras en las que Eugenio Garza Sada fincó el sueño que vio cristalizar el diez de marzo de 1973, cuando el Salón de la Fama del Beisbol abría sus puertas en Monterrey, cuna del equipo más viejo de la actual Liga Mexicana de Verano.

A partir de entonces, año con año, el llamado Nicho de Inmortales abre sus puertas para dar paso al ingreso de nuevos miembros, entre los que destacan: peloteros, managers, ampayers, directivos y cronistas, en 2003, al cumplirse tres décadas de vida, el Salón de la Fama hospeda a 153 figuras del beisbol mexicano, entre quienes se encuentran los laguneros: Guillermo Garibay, Jesús “Chanquilón” Díaz, Leo Rodríguez, José “Zacatillo” Guerrero, Moisés Camacho, Horacio Piña, Juan Navarrete, Manuel “Moro” Chávez, Jorge “Charolito” Orta y Antonio Pollorena, si se considera que el sinaloense ganó su inclusión por lo realizado en su estancia con el Unión Laguna, tanto en el Estadio Gómez Palacio, como en el inolvidable Mecano, que trajo a Torreón Juan Abusaíd Ríos.

Con el ingreso de Enrique Romo al recinto, apenas se completa la primera pareja de hermanos que han sido entronizados, ya que en 1992 resultó electo Vicente “Huevo” Romo. En cuanto a padres e hijos ya existen tres casos, el de Juan Manuel Ley Fong y Juan Manuel Ley López, este último propietario de los Saraperos de Saltillo y Tomateros de Culiacán; además, están Chara Mansur Julián y Roberto Mansur Galán, este último entronizado en 2002; además, se puede mencionar a Santos “Canguro” Amaro y Rubén Amaro.

Grandes figuras en La Laguna

Además de los peloteros nacidos en esta tierra, La Laguna ha visto pasar grandes figuras del beisbol mexicano, que hoy tienen un sitio en el Salón de la Fama y como ejemplo sólo basta mencionar los nombres de Martín Dihigo, Burnis “Wild Bill” Wright, Pedro “Charrascas” Ramírez, Francisco Maytorena, Héctor Espino, Orestes Miñoso, Alfredo “Yaqui” Ríos, Miguel “Pilo” Gaspar, Ramón “Diablo” Montoya, Jesús Sommers, Gregorio Luque y Tomás “Piyuyo” Arroyo; todos en alguna ocasión formaron parte del equipo Unión Laguna.

Seguramente en los próximos años, más héroes del beisbol van a deleitar a la afición lagunera y posteriormente, cuando las reglas del Salón de la Fama lo permitan, serán entronizados, para ocupar un lugar muy especial entre quienes hoy son conocidos como la crema y nata del “Rey de los Deportes” en México.

Enrique Kerlegand

Para Enrique Kerlegand, nuevo miembro del Salón de la Fama del Beisbol Mexicano, ingresar al recinto no es más que un reconocimiento al gran sacrificio realizado a lo largo de más de 30 años, en el cual pasó largas temporadas solo, lejos de su familia y sin la posibilidad de convivir con sus hijos, cuando éstos eran pequeños.

“Gracias a Dios tengo una gran mujer, porque con su fortaleza supo cumplir las labores de padre y madre mientras yo iba de un lugar hacia otro, en busca del sustento para mi familia”.Kerlegand miraba fijamente a la concurrencia, mientras decía que si para un pelotero, manager o ampayer, el beisbol obliga a alejarse de la familia, también sucede con los cronistas, quienes como él trabajan los 12 meses del año en la narración del beisbol profesional.

Originario de Motozintla, Chiapas, Enrique Kerlegand tiene 65 años de edad, más de la motad de los cuales ha estado dentro del beisbol, hoy como cronista oficial de Saraperos de Saltillo y Tomateros de Culiacán. Algo que aportó Kerlegand al “Rey de los Deportes” es el nacimiento de los cronistas en el terreno de juego, para lo cual libró una gran batalla con Ángel Vázquez, entonces propietario de los Diablos Rojos del México, que se negaba rotundamente a que en esa área estuviera alguna persona sin uniforme.

Una de las experiencias inolvidables para Enrique Kerlegand, es haber transmitido por televisión, la primera Serie del Caribe en la que participó México, fue en el año de 1971 y la competencia se realizó en San Juan, Puerto Rico.

En cuanto a ligas mayores, Enrique Kerlagand transmitió aquel juego memorable en la Serie Mundial de 1977, cuando Reggie Jackson conectó tres cuadrangulares, para llenar de entusiasmo a quienes llenaban el Yankee Stadium: “narrar ligas mayores es otra cosa, pero eso es sólo algo de lo mucho que puedo agradecerle al beisbol”.

Andrés Mora

Andrés Mora Ibarra definió al 21 de julio de 2003 como el día más emotivo de su vida, a partir de esa fecha el cañonero de Río Bravo, Coahuila, ocupaba ya un lugar en el Salón de la Fama del Beisbol Profesional Mexicano.

Jugador de Saraperos de Saltillo, Tecolotes de los Dos Laredos e Industriales de Monterrey, en Liga Mexicana de Verano, así como de Orioles de Baltimore e Indios de Cleveland, en ligas mayores, Andrés Mora se caracterizó por su forma temible de aporrear la pelota cuando estaba en la caja de bateo; ese monstruo de enorme fortaleza y habilidad para jugar beisbol, con lágrimas en sus mejillas pidió a su esposa subir al escenario y leer lo que él mismo había preparado para su intervención, cuando tocara su turno y ser entronizado.

“Gracias a la vida que me ha dado tanto”, señalaba el pensamiento de Andrés Mora Ibarra, y a lo largo del mismo se refirió a todo lo que hoy en día tiene, gracias al beisbol, donde es reconocido como uno de los mejores peloteros mexicanos de la historia y de los privilegiados por haber jugado en ligas mayores.

Palabras entrecortadas pronunciaba la esposa de Andrés Mora, quien mientras leía las conmovedoras palabras, evidentemente aguantaba el llanto, el cual, al final del texto no pudo contener más, hasta fundirse en un abrazo lleno de emotividad, ante el aplauso de la concurrencia reunida en los jardines de la Cervecería Cuauhtémoc-Moctezuma.

Andrés Mora finalizó su intervención al señalar que en ese momento conectaba el jonrón más largo de su vida, y no fue precisamente en contra de uno de los muchos lanzadores de categoría a los que enfrentó. “Hoy puedo morir tranquilo porque finalmente me han reconocido el esfuerzo realizado en el beisbol, un deporte al que le debo todo y sólo puedo decir ‘gracias a la vida que me ha dado tanto’.

¿Por qué no volvió?

Enrique “Huevo” Romo fue electo al Salón de la Fama en la reunión que el Recinto de los Inmortales celebró en febrero de 2002, durante la Convención Nacional del Beisbol Profesional Mexicano, celebrada en Cancún, Quintana Roo, su ingreso al recinto se dio el 21 de julio de 2003.

Los aficionados al beisbol de la región lo recuerdan bien, ya que en 1972 llegó al Unión Laguna, procedente de los Charros de Jalisco y después de una temporada en estas tierras, pasó a los Diablos Rojos del México, en donde se hizo estrella de la Liga Mexicana y dio el brinco a la gran carpa.

Durante seis temporadas jugó en el mejor beisbol del mundo y en 1979, como parte de los Piratas de Pittsburgh, fue campeón de la Serie Mundial. Antes de jugar con los bucaneros, estuvo con Marineros de Seattle.

Romo fue de los nuevos inmortales, el que más alegría enseñó durante la ceremonia de entronización y aunque hablar en público no es su mejor virtud, sí le alcanzó para manifestar la gran alegría que sentía al ser reconocido como uno de los mejores lanzadores del beisbol mexicano. “Me siento satisfecho de haber jugado seis temporadas en Ligas Mayores, hice mi mejor esfuerzo y creo que representé bien a México”, comentó Romo visiblemente emocionado.

Un día antes de la ceremonia, el Salón de la Fama organizó una reunión de prensa con los cinco nuevos inmortales y la pregunta directa hacia Enrique Romo no podía faltar ¿por qué se regresó de Estados Unidos, cuando los Piratas de Pittsburgh le habían ofrecido un contrato jugoso? El ex lanzador de Santa Rosalía, Baja California fue tajante en su respuesta: “esa pregunta no la puedo responder, la razón la guardo para mí, pero estoy satisfecho por lo realizado en Ligas Mayores y convencido que de haber seguido en ese beisbol, ahora mis números serían bastante buenos, porque creo que demostré calidad para jugar en los Estados Unidos”.

Enrique Romo regresó a México y el porqué quizá nunca se sabrá, desde aquel entonces radica en Torreón y actualmente trabaja en un taller de torno, ubicado por la avenida Bravo, en esta ciudad; vaya cosas de la vida, un estrella de Liga Mexicana, con todo para establecerse en el mejor beisbol del mundo, hoy es empleado de un taller mecánico para subsistir; a Enrique Romo, sin embargo, el Salón de la Fama ya reconoce su grandeza.

Los Laguneros

Laguneros en el Salón de la Fama del Beisbol

Nombre Ingreso Lugar de nacimiento

Guillermo “Memo” Garibay 1978 Torreón, Coahuila.

Jesús “Chanquilón” Díaz 1979 Torreón, Coahuila.

Leonardo “Leo” Rodríguez 1980 Tlahualilo, Durango.

Moisés “Moi” Camacho 1986 Tlahualilo, Durango.

Manuel “Moro” Chávez 1987 Gómez Palacio, Durango.

Horacio “Ejote” Piña 1988 Matamoros, Coahuila.

José “Zacatillo” Guerrero 1989 Torreón, Coahuila.

Jorge “Charolito” Orta 1996 Mazatlán, Sinaloa (*)

Juan “Kilillos” Navarrete 1998 Gómez Palacio, Durango.

(*) Nació en Mazatlán mientras su padre jugaba con los Venados.

Fuente Investigación de El Siglo de Torreón.

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