“Muchos alabamos la honestidad, pero la dejamos morir de hambre”. Juvenal
Esta semana se publica un duro artículo de Alejandro Gutiérrez, en la revista Proceso “Las brumas de Transparencia”, que pone en tela de juicio a Transparencia Mexicana, la organización de lucha contra la corrupción afiliada a Transparencia Internacional. El escritor y activista social Federico Reyes Heroles es presidente del consejo rector de la institución.
La introducción dice que el artículo cuestiona “no la solvencia moral de Transparencia, sino su capacidad técnica, así como el hecho de que cobre comisiones tanto a las empresas participantes como al gobierno”. A final de cuentas, sin embargo, la pieza termina siendo un ataque a la integridad de la organización y de sus directivos.
El artículo se basa fundamentalmente en las declaraciones de un personaje llamado Gabriel Reyes Orona, cuyas motivaciones para atacar a Transparencia Mexicana no son identificadas en el texto. Reyes Orona fue procurador fiscal de la federación en los últimos años del sexenio de Ernesto Zedillo y el primero de Vicente Fox. Desde ese cargo montó un ataque encarnizado en contra de algunos vocales del Instituto para la Protección del Ahorro Bancario (IPAB) a quienes acusaba de conflicto de interés. Uno de esos vocales era el contador Humberto Murrieta, quien ahora ha asumido la presidencia ejecutiva de Transparencia Mexicana.
El 15 de noviembre del 2001 la Secodam emitió un documento en el cual determinaba que no había existido un conflicto de interés en el caso de los vocales. Reyes Orona renunció a su cargo poco después, el primero de enero del 2002, “por cuestiones de índole personal”. Su renuncia —o destitución disfrazada— nunca se explicó, pero la irracional persecución que llevó a cabo durante meses en contra de Murrieta y los otros vocales del IPAB fue en general considerada como la razón de ella.
Hoy Reyes Orona vuelve a las andanzas. Ha creado una organización que se llama Transparencia Nacional, en un claro intento por confundirse con Transparencia Mexicana. No se requiere mucha perspicacia para entender el embate en contra de Transparencia Mexicana: es producto del agravio que Reyes Orona siente en contra de Murrieta a quien le atribuye su renuncia a la procuraduría fiscal. Lo curioso es que la revista Proceso se haya prestado a este perverso juego.
Reyes Orona le dice al reportero Gutiérrez que “el gobierno comete un grave error al promover el monopolio del discurso de la transparencia, porque es la primera forma de vulnerarla. Además, Transparencia Mexicana está muy comprometida con el gobierno. Ya tiene demasiados acuerdos y compromisos con él, lo que la hace una organización paragubernamental”.
Según Reyes Orona, Transparencia Nacional ha solicitado participar en la supervisión de varios procesos de licitación sin cobrar un centavo. “No les pedimos ni para gastos, como sucede con Transparencia Mexicana”. El ex procurador reconoce que el gobierno busca a gente de “reconocida solvencia moral” para supervisar las licitaciones, pero pone en duda su capacidad técnica. “La transparencia no es un problema de solvencia moral sino de capacidad de investigación y de conocimiento de la materia jurídica. Entonces, no se trata de poner próceres que se conviertan en santones de la transparencia.”
Sin embargo, el ataque mismo de Reyes Orona en contra de Transparencia Mexicana, sin mostrar siquiera un ejemplo de la supuesta falta de honestidad o de capacidad técnica, es indicativo de su carencia de calidad moral: esa misma que llevó a su salida de la procuraduría fiscal. El simple hecho de que Reyes Orona haya decidido llamar a su organización Transparencia Nacional, para generar confusión con Transparencia Mexicana, es señal de su ralea. Someter cualquier licitación a un individuo que juega así con la ética es abrir el proceso a todo tipo de irregularidades.
Habrá quienes consideren que las instituciones que supervisen las licitaciones públicas no deben tener ingresos. Pero parece más sensato que los tengan y que sean claros y legales. Yo ciertamente le tengo más confianza a una institución que obtiene ingresos por su trabajo que a otra que pretende realizarlo gratis.
Es difícil saber qué tanto daño le puede hacer un artículo como el de Proceso a una institución tan respetada como Transparencia Mexicana. Pero dado que ése es el propósito de Reyes Orona, he querido presentar aquí el lado de la moneda que no se ofreció en el artículo original.
Aclaración
Más de 70 correos electrónicos he recibido señalando un error en mi artículo “Sonora” del nueve de julio. Fue el panista Ramón Corral, y no el priista Eduardo Bours, quien ganó la elección para el Senado en Sonora en el 2000.
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