14 de septiembre de 2004
México, (EFE).- Los mexicanos celebrarán esta semana el 150 aniversario de su Himno Nacional, una composición inspirada en guerras pasadas, para algunos anacrónica pero fundamental para afianzar el sentido de nación.
"Es importantísimo. Lleva adherida la confianza y la esperanza de muchas generaciones de mexicanos", declaró el escritor Carlos Monsiváis, para quien la retórica bélica de su letra ha perdido todo su significado pero el himno sigue siendo necesario para los mexicanos.
La tarea de crear un himno nacional no fue fácil. Treinta años tardaron los mexicanos en la primera mitad del convulso siglo XIX en ponerse de acuerdo en cómo debían expresarse en una composición musical el sentir nacional y su identidad.
La Guerra de Independencia había empezado en 1810, un 15 de septiembre, cuando el cura Miguel Hidalgo llamó a sus compatriotas a liberarse de los españoles, y fue once años después, en 1821, cuando José Torrescano realizó una primera composición que no logró ni el arraigo ni la popularidad deseados y que pronto cayó en el olvido.
A ese primer intento siguieron otros concursos, iniciativas literario-musicales que cristalizaron el 12 de noviembre de 1853, cuando el presidente y general Antonio López de Santa Anna convocó a los mexicanos a concursar "para que haya un canto verdaderamente patriótico que, adoptado por el Supremo Gobierno, sea constantemente el Himno Nacional".
Hubo un éxito parcial: "Volemos al combate/ A la venganza/ Y el que niegue su pecho a la esperanza/ Hunda en el polvo la cobarde frente", fue el poema ganador, de Francisco González Bocanegra, pero la música que le acompañaba fue desechada.
Un nuevo concurso tuvo que convocarse entonces, esta vez sólo musical, y resultó ganador el compositor catalán Jaime Nuno (1824-1908), director de bandas militares afincado en México tras pasar varios años en Cuba y amigo personal de Santa Anna.
El 15 de septiembre de 1854 sonó por vez primera el Himno Nacional mexicano, una composición de diez estrofas centradas en las guerras, invasiones y traiciones que sufrió el país entre 1810 y 1854.
"Mexicanos, al grito de guerra/ el acero aprestad y el bridón/ y retiemble en sus centros la Tierra/ al sonoro rugir del cañón", dice el estribillo.
Para el escritor Monsiváis "el peso simbólico del himno anula el anacronismo de las palabras", alusivas a combates y glorias, a duelos y batallas, honores y dichas de un país que vivía momentos turbulentos.
Héroes nacionales como el sacerdote Miguel Hidalgo o José María Morelos habían sido fusilados, y, tras los españoles, franceses y estadounidenses codiciaban el país, lo que culminó con la cesión de la mitad del territorio nacional a Estados Unidos en 1848 y en un hondo resentimiento reflejado en el himno.
En la composición inicial no hay mención alguna al pasado prehispánico mexicano, lo que es muestra de que las manifestaciones nacionalistas en este sentido llegaron más tarde, en el siglo XX.
"La letra no significa nada. Es de un momento muy específico, de una sensación de que no hay país. La única manera de crear sentido de nación era con el sentimiento bélico", apunta Monsiváis.
Todos lunes los niños mexicanos realizan una ceremonia de honores a la bandera en la cual se canta el himno, que han aprendido desde pequeños.
De las diez estrofas que hubo inicialmente tan sólo se entonan dos sin que ello haya menoscabado el Himno Nacional en modo alguno.