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El 'hombre chip' se actualiza con implantes electrónicos

El científico británico Kevin Warwick introduce implantes electrónicos en su cuerpo para "actualizar" su organismo

PATRICIA F. DE LIS, Madrid

'A todos los que queráis seguir siendo humanos, tengo que deciros una cosa: en el futuro, seréis una subespecie'. Kevin Warwick hablaba ante un auditorio abarrotado de gente muy joven. El polémico científico inglés presentó en Madrid sus teorías sobre la superioridad de los organismos cibernéticos y la necesidad de que los humanos se 'actualicen' para no ser eliminados por ellos.

No es algo nuevo; la literatura y el cine de ciencia-ficción están repletas de historias sobre máquinas inteligentes que intentan aniquilar al género humano.

Pero Warwick ha ido más allá. Ha introducido implantes electrónicos en su propio organismo, y lo ha hecho en dos ocasiones, convirtiéndose así en el primer ciborg de la historia. Es un visionario adelantado a su tiempo, dicen sus defensores; es un showman que sólo busca publicidad, rebaten sus detractores. Ajeno a las polémicas, el científico asegura que ser un ciborg le gusta y que, en el futuro, el humano evolucionado será como él: Kevin Warwick 2.0, actualizado en dos ocasiones gracias a la tecnología.

Un ciborg es un organismo mitad humano, mitad cibernético, como el que popularizó Ian Holm en Alien y, sobre todo, Arnold Schwarzenegger en Terminator. Warwick, profesor de Cibernética en la Universidad de Reading (Reino Unido), creció fascinado por la robótica y la ciencia-ficción. En particular, reconoce la influencia de El hombre terminal, de Michael Crichton. En esta obra, un hombre que sufre episodios de violencia y paranoia conecta su cerebro a una computadora diseñada para contrarrestar los síntomas de su enfermedad mediante impulsos eléctricos. El científico reconoce que esta idea fue la que le 'inspiró' a estudiar qué ocurriría si vinculara su sistema nervioso a un ordenador.

El primer experimento, el que creó al Kevin Warwick 1.0, tuvo lugar en 1998. Los cirujanos implantaron en su antebrazo izquierdo un dispositivo de radiofrecuencia. El chip, que se mantuvo nueve días, permitía localizar al profesor y facilitaba su identificación: por ejemplo, las luces de su oficina se encendían y apagaban según entrara o saliera de ella. Fue 'divertido', recuerda Warwick.

La tecnología es real. Ya se utiliza para localizar coches o animales perdidos, así que su uso en humanos es posible. Pero tiene implicaciones éticas que el científico ya ha tenido que afrontar. En 2002, tras el secuestro y asesinato de las niñas británicas Jessica Chapman y Holly Wells, una pareja de Reading le pidió a Warwick que implantara el dispositivo de rastreo a su hija.

Sin embargo, el profesor explica que la iniciativa se desechó tras escuchar la opinión en contra de varias asociaciones británicas de protección a la infancia. El científico asegura que recibe todavía 'al menos una petición semanal' de personas que quieren que se les implante el chip rastreador.

'Cuando se inventó el teléfono o Internet mucha gente también pensó que la intimidad se perdería, y es cierto que éste es un paso más', reflexiona, pero añade: 'Habrá gente que no quiera hacerlo, pero la cuestión es si debes frenar a los que quieren conseguirlo'.

Mucho más complejo fue crear a Kevin Warwick 2.0. El profesor implantó, de nuevo, un chip en su brazo izquierdo, pero esta vez para conectar su sistema nervioso a un ordenador. Lo que Warwick pretendía demostrar es que el cerebro puede emitir señales que el ordenador entiende, lo que tendría increíbles implicaciones, por ejemplo, para personas que sufren paraplejia: podrían mover objetos con sólo pensar en ello. El científico conectó su chip a una mano mecánica, y esperó. Reconoce que en las primeras semanas no ocurrió nada y que vivió una 'montaña rusa emocional' hasta que un día consiguió que la mano mecánica se abriera y cerrara a órdenes de su cerebro.

El científico prepara ya su tercera actualización, la más peligrosa. Dentro de unos 10 años estará preparado para implantar un chip directamente en su cerebro, que controle objetos conectados a su sistema nervioso. 'He sido un ciborg, y ya no hay forma de que siga siendo un simple humano', explica. Así que, parafraseando al ciborg más famoso de la historia, el científico británico asegura: 'Volveré'.

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