ATENAS RETOMO EL CAMINO.........
El tonto capricho de un emperador fue destrozado; llegó la coherencia a un francés con deseos de unidad y el viejo fuego de Olimpia reavivó las llamas en Atenas, en el resurgimiento de los Juegos Olímpicos modernos.
Un emperador romano eliminó los Juegos Olímpicos, apagó la ilusión de muchos pueblos por reunirse a convivir de manera amistosa, en aquellos años era difícil que dos países se encontraran si no era por peleas.
Aquel decreto quedó en el olvido por completo en la mañana del 6 de abril de 1896, cuando en el nuevo y majestuoso estadio de Atenas, Grecia, el rey Jorge I, desde su palco real inauguró formalmente los primero Juegos Olímpicos modernos.
Fue el barón Pierre de Coubertin, nacido en Francia el 1 de enero de 1862, quien retomó la idea de los antiguos; a él lo tenían estudiando la carrera militar, pero decidió salirse para ampliar sus conocimientos en las ciencias políticas, tantas investigaciones le llevaron a probar que la educación y el deporte bien pueden ir de la mano hacia un mejor entendimiento internacional. Las reuniones atléticas producían beneficios educativos.
Fueron muchos años de esfuerzo y gracias a la unión de hombres de muchas naciones se retomó el camino y aunque Olimpia el sitio de honor estaba eliminado, decidieron Atenas para el renacimiento de nuevo en Grecia.
Una vez convencidos de retomar el tema, la primer dificultad fue la económica; George Averoff apareció con un millón de Dracmas, era el príncipe de Alejandría y donó tal cantidad para la edificación de un estadio a la orilla de Atenas y rodeado por las colinas.
En aquellos juegos de 1896 los países que enviaron representantes fueron, Inglaterra, Francia, Alemania, Dinamarca, Hungría, Suiza y los Estados Unidos, además del mismo Grecia.
Por aquellos años las disciplinas para la competencia eran: ascensión de montañas, cantos corales, oscilación de mancuernas, danza estética, equitación militar, pesca desde tierra, bolos sobre pasto y otras, además de las disciplinas de pista y campo.
Los Estados Unidos no hicieron mucho eco a la invitación, no se formó un representativo oficial, pero la Asociación Atlética de Boston, encontró en Oliver Ames, ex gobernador de Massachussets el apoyo económico para formar un digno representativo que viajó con todo y los temores de enfrenar a atletas con los que nunca antes habían medido fuerzas.
Entre aquellos atletas bostonianos, James B. Connolly tenía el firme interés de pegar sus mejores saltos en la justa olímpica, pero como era estudiante de Harvard le fue negado el permiso de ausentarse, pero valía mas la pena retumbar el nombre en el mundo y abandonó la escuela, a la que no regresó sino años mas tarde a dar una conferencia sobre Literatura.
La cita se llegó y con ellos la primer prueba final, el mismo día de la inauguración el Salto Triple presentó a sus mejores exponentes; eran las tres de la tarde cuando los 50 mil espectadores del estadio, mas las muchas miradas que se colaban por encima de los muros y desde las colinas vieron que fue el mismo James Connolly quien subió a la parte mas alta del campo, en un bloque de madera, para recibir la guirnalda de oliva y ver la bandera de los Estados Unidos izada a 60 metros de altura; el fue el primer medallista de la época moderna en los Juegos Olímpicos.
En realidad el representativo de la Asociación Atlética de Boston había marcado la diferencia; Bob Garrett que en Nueva Jersey tomó un disco que un amigo suyo le hizo burdamente y estuvo lanzándolo, no tuvo dificultades para ganar la prueba; también fue el mejor lanzador de bala.
Tom Burke se llevó jugueteando las carreras de los 100 y 400 metros, por su parte Tom Curtis no tuvo problema en los 110 metro con obstáculos; W. T. Hoyt con su garrocha en mano alcanzó los 3.29 metros para ser el mejor, así como Ellery Clark que saltó demasiado alto y demasiado lejos para los otros atletas y ganó en el salto de altura.
Prácticamente habían barrido, el único atleta que no representaba a Estados Unidos y que había ganado era E. H. Flack, originario de Australia pero representaba a Inglaterra, él se impuso en las carrera de 800 y 1500 metros.
En los juegos olímpicos, resucitados en Grecia, ni un griego había podido ganar una prueba atlética y lo único que faltaba era la prueba de Maratón; entre los 25 atletas que se registraron aparecía un pastor griego, quien había oído decir que atletas de todo el mundo estarían en Atenas; decidió participar, lo consideró un deber sagrado. Pasó de rodillas los últimos dos días y ayunó el día anterior, además de pasar la noche orando a imágenes sagradas. Si esto debilitó su cuerpo, fortificó su alma.
Spiridon Loues, salió a la carrera de aproximadamente 40 kilómetros, él y todos eran custodiados por un escuadrón de caballería que recogía a los que no pudieran seguir, el viaje entre montañas y valles mantuvo en la punta al francés favorito Lemursiaux, la multitud en el estadio olímpico esperaba por ellos y el equipo de caballería avisaba en determinadas ocasiones quien se mantenía ganando, luego del abandono de varios corredores, el anuncio llegó, faltaban sólo siete kilómetros y Spiridon tenía el comando de la carrera, los príncipes Constantino y Jorge de Grecia, abandonaron el palco real y lo esperaron antes de la meta, así lo escoltaron hasta cumplir el recorrido y le llenaron de halagos, como el pueblo entero; un barbero le ofreció rasurarlo por el resto de sus días, un sastre ofreció vestirlo en los mismos términos, lo mismo hizo el propietario de un restaurante y muchos más.
El regreso de los Juegos, terminó con una comida de premiación y despedida para los 260 competidores, donde el barón Pierre de Coubertin, agradeció el eco que hicieron a su llamado y habló de mejorar la siguiente reunión.