Uno de los personajes polémicos de nuestra historia ha sido José Vasconcelos, secretario de educación en la presidencia de Álvaro Obregón, de 1920 a 1924. Después de la revolución armada, gestó la revolución educativa, publicando los famosos libros verdes, con obras clásicas que posteriormente se repartían en las barriadas. Fue el gran promotor del muralismo mexicano que hasta ahora no ha tenido parangón y entre las obras que escribió se encuentra El Hombre Cósmico donde trata de analizar las características de la cultura nacional, concluyendo que América Latina es el único lugar del mundo que puede presumir de la universalidad de su cultura; o sea, que nuestra cultura, la mexicana y con ella la latinoamericana, tiene elementos de todas las culturas, de la europea y de la asiática, de la africana y que sin estos elementos, hoy en día, resulta difícil entenderla.
Los que conocen un poco de historia saben, deberían de saberlo, que es muy difícil encontrar una cultura autóctona, que de alguna forma u otra no esté contaminada de otras culturas; así nuestro propio lenguaje, aparte de surgir del latín, tienen influencia mora, griega, gala, americana y obviamente de las lenguas prehispánicas y otras más.
Quien presume de amar y cultivar lo mexicano, algún día tendrá que preguntarse de las raíces que conforman la cultura nacional y acudir a las fuentes que alimentaron a nuestros propios maestros de quienes nos sentimos orgullosos. ¿O es que se puede entender a Sor Juana Inés de la Cruz sin insertarla dentro del barroquismo español, desconociendo a Góngora y Quevedo? ¿Lo mismo diría de Fernández de Lizardi con su Periquillo Sarmiento la primera novela mexicana y la última que pertenece a la picarezca, género español? ¿Se puede separar al gran maestro Ignacio Manuel Altamirano, del romanticismo europeo? En el prólogo de su novela El Zarco María del Carmen Millán dice:
?Espíritu liberal y extraordinariamente vigilante y activo, participa en todas las aventuras culturales de su momento. Está informado de las novedades que vienen de Francia, Alemania, España, Inglaterra o Sud América, que con largueza le ayudan a entender el fenómeno cultural mexicano?.
Así podemos seguir recorriendo los autores mexicanos, preguntarse de qué habla Alfonso Reyes en sus ensayos; sabido es que era un pleno enamorado de la cultura griega. El mismo Vasconcelos, a su propia autobiografía la titula el Ulises Criollo, parangoneando al personaje de la Odisea.
Quien por curiosidad lee sus libros de texto de literatura de preparatoria, encontrar párrafos como éste, refiriéndose a José Juan Tablada: ?En el año de 1900 fue enviado por la revista moderna al Japón. De este viaje, nace en Tablada, una marcada preferencia por el exotismo orientalista, sobre todo por el japonés. Éste es el camino que lo conduce a la poesía ideográfica y después a la epigramática de imitación nipona?. El buen conocedor sabe que Tablada cultivó el Hai-Kais.
Conocer lo mexicano implica interesarse por lo europeo; no veo por qué el divorcio entre una manifestación cultural y otra cuando son partes de la cultura occidental. Así como lo europeo nos ha influenciado, Latinoamérica ha sido capaz de influenciar a lo europeo: como muestra el modernismo y el realismo mágico. (¿Es que Gunter Grass y José Saramago van a negar la segunda influencia?).
Que a estas alturas se trate de poner en duda la nacionalidad por preferencias literarias es como para reírse; yo no me río, al contrario, es una piedra más que se une a otras y que me indican la decadencia en la que tratan de envolvernos. ¿Con qué fines macabros? Sabido es que un pueblo analfabeta es fácilmente explotado, y entre más te indique lo que no debes de leer más analfabeta tratan de envolverte, obvio, para explorarte más.
Hoy, hay mucha oferta cultural. Consume toda la que puedas, no importando su nacionalidad, toda ella enriquece, porque a fin de cuentas es humana, es el hombre quien se expresa buscando su razón del mundo. El hombre es el mismo aquí y en China, el hombre es universal.
