MÉXICO, DF.- Horacio Casarín, ídolo y figura del balompié mexicano, falleció ayer a la edad de 87 años, debido a una infección en el riñón, luego de padecer Alzheimer durante más de una década.
Nació el 25 de mayo de 1918, jugó principalmente con Necaxa, Atlante y América; tuvo un paso efímero por el Barcelona de España, así como un gran cariño por la camiseta de la Selección Mexicana de futbol.
Apareció en Primera División a los 17 años con el Necaxa, el equipo de sus sueños. En el campeonato 1937-1938 se convirtió en el goleador de los Electricistas, se afianzó en la titularidad después de su paso por la Selección Nacional y colocó a este equipo en los planos más altos del balompié mexicano al ganar el campeonato en esa temporada.
Rafael Garza ?Récord? fungía como entrenador del combinado mexicano, y llamó a Casarín para formar parte de aquella selección que participaría en los Juegos Centroamericanos de Panamá, en el que México obtuvo el título liderado por el hábil extremo izquierdo y acompañado por una delegación de magníficos jugadores como Felipe Rosas ?El Diente?, ?Tití?, Luis ?Pirata? Fuente, ?Pichojos? Pérez y ?El Perro? Ortega, entre otros.
Horacio anotó un gol frente a Costa Rica, así se consolidó el cariño de la afición con él y el triunfo ante los ticos le daba el campeonato a la escuadra nacional. Después de proclamarse campeón en 1938, en la campaña 1938-1939 el Necaxa disputó una vez más el campeonato ante el Asturias. Esta vez Casarín contó con marca especial. Las entradas sobre el artillero necaxista eran violentas, aun así logró anotar y fue entonces que los defensores del equipo contrario pararon en seco a Horacio hasta dejarlo lesionado. El título se esfumó y la afición que se congregó en el Parque Asturias se mostró inconforme con el resultado, y el inmueble terminó incendiado. Aquel 29 de marzo fue el fin de los estadios de madera.
La lesión apartó a Casarín del futbol debido a su lesión y fue operado de la rodilla en 1940 por el doctor Velasco Zimbrón. Más tarde volvería a las canchas y a reinscribir su nombre como uno de los grandes de México. Sus goles eran descritos como poemas, sus remates de tijera y de cabeza asombraban y deleitaban a la afición y se convertía en el consentido de los seguidores del balompié.
Al regresar al terreno de juego su rendimiento, dinámica y confianza en sí mismo no estaban al 100 por ciento. Para 1942 fue transferido al Atlante, equipo del General Núñez, este hecho conmocionó a sus seguidores rojiblancos. Rechazó ofertas de América y Asturias, éste no fue elegido por respeto a la afición del Necaxa, pues era el auténtico rival de su ex equipo, por lo que decidió jugar para los azulgrana.
La popularidad y calidad de Horacio Casarín no pasó desapercibida, y en la prensa apareció en anuncios de hojas de afeitar y de zípers. Para 1944, Joaquín Pardavé lo llamó para que participara en la película Los hijos de don Venancio, el simple hecho de que Casarín apareciera hizo que la cinta rompiera marcas de taquilla, tanto así que al año siguiente se realizó una secuela: Los nietos de don Venancio, éxito que llegó hasta España.
Para 1948 colgó la camiseta del Atlante y se enroló en el futbol ibérico con el Barcelona; sin embargo, los catalanes se negaron a pagarle lo que él esperaba, fue entonces que decidió regresar a México con el España, donde permaneció hasta 1950, año en que desapareció el equipo.
Una vez más, el entrañable goleador, que hiciera vibrar los estadios y provocara el estallido de miles de gargantas con la camiseta del Necaxa, regresó con los rojiblancos al enterarse de que el equipo que lo vio nacer retornaba a la Liga Mayor. En la temporada 1950-51 consiguió el título de goleo y la historia se enriquecía con su actuación.
Estaba claro que la vida le volvió a sonreír al ser llamado a la Selección para vestir de nuevo la casaca nacional ante la confianza de Rafael Garza ?Récord?, técnico del cuadro nacional, y formar parte del equipo que participaría en el Mundial de Brasil 1950.
México presentó un desastroso papel en el campeonato mundial, Brasil lo goleó en el monumental Estadio de Maracaná 4-0, Yugoslavia también apabulló a los mexicanos 4-1, y ante Suiza, partido donde se tuvo que jugar con una camiseta extraña a la de la Selección, se volvió a caer 2-1; Horacio anotó su único gol en un mundial.
Después de su regreso con el Necaxa, el 30 de julio de 1951 debutó en el Zacatepec, recién ascendido a Primera División. Ahí jugó y dirigió, y obtuvo el subcampeonato con un equipo al que nadie le apostaba.
En una de las etapas más satisfactorias que vivió fue la de dirigir al representativo nacional, que se preparaba para asistir al Campeonato Mundial de Suiza 1954. Irónicamente, el 19 de julio de 1953, en un partido amistoso ante Haití en el que se ganó 8-0, Horacio Casarín fue sustituido en el banquillo mexicano, sólo dos puntos y un promedio de efectividad de 100 por ciento aparecen en las estadísticas de la Selección Mexicana con él como técnico.
Atlante lo contrató nuevamente, pero esa etapa fue una de las más amargas de su carrera futbolística, también fungió como entrenador de los azulgranas. A la edad de 36 años se alistó con el América, donde pasó los últimos meses como futbolista con un papel destacado con los azulcremas que le valió regresar a la Selección Nacional, aunque permaneció ahí sólo como suplente.
Monterrey fue el último equipo en el que militó y se despidió del futbol profesional el nueve de marzo de 1957, su último gol lo registró el 18 de noviembre de 1956. En su paso por Primera División realizó 174 goles.
Su nombre nunca se olvidó, y para el Campeonato Mundial Juvenil de 1977, celebrado en Túnez, Casarín tomó las riendas de la escuadra nacional. Ganó ante el anfitrión con goleada de 6-0, después empató 1-1 con España y ante Francia repitió el marcador. En semifinales dejó una hazaña memorable, derrotó a Brasil en penales (5-4), después del empate a un gol en tiempo reglamentario. En la final se enfrentó con la URSS y volvió a empatar ahora 2-2, pero en la tanda de penales cayó 8-9, adjudicándose el subcampeonato del torneo, por lo que hasta el momento ha sido la mejor actuación de una selección juvenil en un campeonato de la categoría.
El amor por el futbol nunca se extinguió, tomó a los Tecos como director técnico, y para 1980 regresó al Atlante. Con los Potros estuvo cerca de coronarse campeón en la campaña 1981-1982 al perder la final ante Tigres en definición de penales; sin embargo, el cariño de la afición atlantista por Casarín se consolidó una vez más y con este equipo dejó un gran legado al ser el segundo mejor goleador de su historia con 94 goles, sólo detrás de Evanivaldo Castro Cabinho, que realizó 102.
Así, Horacio Casarín selló su nombre en las páginas del futbol mexicano, una leyenda que será recordada y la cual será difícil que el tiempo olvide.