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Antihéroes

Federico Reyes Heroles

¿Fracaso o prueba exitosa? A un año de la elección un 36 por ciento de los mexicanos cree que hubo fraude, 43 por ciento que debieron recontarse todas las casillas; 39 por ciento que México es un país poco o nada democrático y 45 por ciento está insatisfecho con la democracia. Así vista la elección del 2006 fue un fracaso. Dejó un país dividido y asediado por dudas. El odio sigue estando en las calles. Los actos de intolerancia, las viles agresiones, las amenazas están allí. Toda elección confronta, pero esta partió al país. Nadie debiera sentirse orgulloso. ¿Cómo llegamos allí? Las responsabilidades están claras.

Fox.- Con la miopía que lo caracterizó como presidente, Fox hizo de la Presidencia un problema electoral. A diferencia de la actitud cautelosa de Zedillo, Fox dejó ir su incontinencia verbal y política. Con su lengua imprudente hirió a diestra y siniestra. Su incapacidad de articular y mantener una estrategia generó problemas donde no los había. En la elección intermedia, embriagado por su popularidad, utilizó los medios hasta el cansancio para apoyar a su partido. El hoy olvidado ultimátum del IFE fue la consecuencia final. Tarde y mal retiro los spots. Resultado, el PAN perdió votos. Pero Fox no entendió.

Intervino en tanta elección estatal como pudo. Tuvo estruendosos fracasos como en el Estado de México. Pero Fox tampoco aprendió. La Presidencia no puede inclinar una elección. Aún más importante, en México la intervención de la Presidencia es una provocación, inútil provocación. Pero claro él, salvador todo poderoso, pensó que podía jugar en el límite. Trató de imponer candidato. Fracasó. Personalizó la campaña con su figura y perjudicó al candidato de su partido. Otra pifia. Lanzó al aire la bomba del desafuero y le estalló en la cara. Fox no pasará a la historia como el demócrata que desplazó al PRI, sino como el primer presidente de la época democrática que, de acuerdo al Tribunal Federal Electoral, puso en riesgo una elección. Parte del veneno que hoy circula en la sociedad mexicana lo inyectó Fox, ese gran irresponsable. Primer antihéroe.

AMLO.- Ha perdido a un tercio de sus electores; tiene hoy más puntos negativos que positivos; la identificación perredista se desplomó, está por debajo del 20 por ciento; Cuauhtémoc Cárdenas goza hoy de mayor respeto que él. Su partido, segunda fuerza en el Legislativo Federal, recibe hoy el mayor rechazo nacional: 52 por ciento de los mexicanos jamás votaría por sus siglas. Las divisiones internas se multiplican con consecuencias muy concretas, ver Zacatecas. Su deseo irrefrenable de imponer su voluntad explica el desastre. Enfermo de poder, obcecado, autoritario, no le importa dañar a su país, a su partido, a sí mismo con tal de él ser el centro. Para aquellos que dudaban de su relación enfermiza con las instituciones, no tienen más que volver el rostro a la brutal herida que causó a México. Incapaz de aceptar su derrota es presa de un radicalismo locuaz y suicida. Hoy podría ser el principal interlocutor del Gobierno, es sin embargo un actor que raya en lo patético. Su vanidad es tal que ni siquiera se respeta a sí mismo.

Pero hay algo que está más allá de los cálculos políticos. ¿Tenía AMLO derecho a llevar su defensa al extremo? En una elección tan cerrada era previsible. Pero hay una frontera, un límite ético que AMLO transgredió y que hoy la historia registra: mintió. Él supo con tiempo de lo cerrado de la elección y de su posible derrota. Pero no le importó dañar a las instituciones con tal de generar en la imaginación popular un gran fraude, una maquinación con él como víctima al centro. La congruencia final de las cifras no dejan duda: ese fraude no existió. (Ver El Mito del Fraude Electoral en México de F. Pliego Carrasco). AMLO actuó con soberbia, con prepotencia, con mala fe hacia el país que le ha dado todo, incluso la posibilidad de ser presidente. Segundo antihéroe.

En el IFE se cometieron errores de comunicación. Por inexperiencia se cayó en trampas muy bien armadas, cierta vanidad merodeo. Pero también es claro que si la diferencia final hubiese sido de cinco puntos o más, hoy la solvencia del IFE no sería tema. Los derrotados quieren, una vez más, purgar sus errores en otros. Así de pequeños son.

Las lecciones son varias. El desenfreno y maldad de dos personas y sus seguidores, su inmadurez política, su falta de sensatez, su megalomanía confrontó y dividió al país. Eso quiere decir que todavía el México de los caudillos, el de los redentores, sigue estando vivo. Eso habla de nosotros como ciudadanos, del fácil expediente de buscar acríticamente a ese líder que resuelva nuestros problemas, de erigir semidioses, de entregarles una credibilidad sin condiciones. Ese país desesperado y apostador en política da miedo.

Pero claro existe otra lectura. En 2006 México fue sometido a una durísima prueba. Entre un presidente irresponsable y miope, un líder mesiánico y enloquecido y un bajo nivel educativo, lo único sólido fueron las instituciones. De uno y otro lado se hizo todo lo imaginable para que la elección tropezara y aquí estamos, con un presidente en funciones y ejerciendo el mando que le corresponde, con un Congreso, desprestigiado pero que ha dado pasos recientes de gran importancia, con un reconocimiento muy alto a las Fuerzas Armadas, con una Suprema Corte fortalecida y una economía en marcha. Versión optimista ¿quizá gracias a 2006 hoy somos más maduros? Puede ser.

Thomas Carlyle centró su interpretación de la historia en los héroes. Pero también puede haber antihéroes, seres sin grandeza, sin solvencia ética, destructores. En 2006 hubo dos muy evidentes.

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