“Lo que el hombre cree sobre la base de pruebas insuficientes es un índice de sus deseos”.
Bertrand Russell
Una verdadera avalancha de libros nos lleva a revisar la jornada electoral del 2 de julio de 2006. Muchos han sido elaborados por famosos políticos o intelectuales de izquierda que reiteran la idea de que hubo un gran fraude en la elección presidencial. Ahí están Reporte 2006: el desquite de Socorro Díaz, Los medios y los jueces: la guerra sucia de 2006 de Julio Scherer y Jenaro Villamil, y La mafia nos robó la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, que se lanzará este próximo domingo.
Pero en medio de estos libros de autores de altos vuelos, hay uno mucho más modesto, escrito por el doctor Fernando Pliego Carrasco, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, cuya única virtud es el rigor académico. Se trata de El mito del fraude electoral en México (Editorial Pax México).
El doctor Pliego desmenuza varios de los mitos del fraude electoral de 2006 con un análisis sistemático y contundente de la información estadística. El primero de los mitos es el que sostiene que el comportamiento del PREP, el Programa de Resultados Electorales Preliminares, “no tiene una explicación lógica”, como dijo en su momento López Obrador. Pliego muestra, por el contrario, que todo el desarrollo del PREP respondió exactamente a lo que podría esperarse si se consideran los grados de marginación de las comunidades y la distancia a los centros distritales desde donde se transmitieron los datos. “No encontramos entonces un ‘fraude cibernético’ –escribe—sino una explicación social y geográfica para entender el comportamiento del PREP”.
Algo que nunca entendió López Obrador mientras sostuvo la tesis del fraude cibernético —que después rechazó por la del fraude “a la antigüita”— es que el PREP es un simple ejercicio de comunicación cuyas cifras no tienen validez legal. El recuento oficial de los votos se realiza en los centros distritales sobre la base de las actas preparadas en las secciones (actas que, a propósito, fueron objeto de muy pocos cuestionamientos por los representantes de casilla de la Coalición por el Bien de Todos, lo que llevó a López Obrador a acusar a sus propios representantes de casilla de deshonestidad).
Pliego reconoce que “los ciudadanos participantes en las mesas directivas de las casillas… cometieron una gran cantidad de errores aritméticos cuando realizaron su trabajo de cómputo y escrutinio de votos”. Pero rechaza el mito de un intento sistemático para favorecer al candidato Felipe Calderón. “Dichos errores se distribuyeron de manera semejante en el caso de las casillas ganadas por Calderón (en 58.2 por ciento de 59,042 casillas) o donde López Obrador triunfó (en 61.2 por ciento de 54,020)… Tal correspondencia… sólo es explicable por la índole aleatoria o involuntaria de los errores”.
El investigador de la UNAM rechaza también el mito de que el recuento “voto por voto y casilla por casilla” haya podido descubrir un supuesto fraude electoral. “El recuento de 11,718 casillas y la anulación de 748 casillas ordenados por el Tribunal Electoral” resultaron en modificaciones “insignificantes” a pesar de que se trataba en su mayoría de casillas protestadas por la Coalición por el Bien de Todos. La muestra de casillas objeto de recuento era suficientemente grande como para mostrar un cambio de tendencia en caso de que realmente hubiera existido alguna discrepancia sistemática entre las boletas y las actas.
Pliego considera también el mito de que el gasto gubernamental en programas como Oportunidades o Microrregiones compró votos para Calderón. Encuentra por el contrario que en las comunidades beneficiadas el voto favoreció a López Obrador y al priista Roberto Madrazo, dejando a Calderón en tercer lugar. En comparación con elecciones anteriores, los partidos de izquierda registraron su mayor crecimiento en estas zonas favorecidas por los programas sociales del Gobierno Federal.
El autor estudia también el mito de que la intervención del presidente Vicente Fox en la elección a través de anuncios y declaraciones en contra del populismo, pero que no mencionaban a López Obrador, inclinó la elección a favor de Calderón. Las encuestas disponibles, sin embargo, muestran que mientras esta campaña estuvo al aire Calderón perdió terreno. Sólo después empezó a caer López Obrador, pero esto como consecuencia de sus propios errores.
Entiendo que el doctor Pliego no es una de esas grandes vacas sagradas que están publicando libros para defender la tesis del fraude. Sus conclusiones, además, no son “políticamente correctas”. Por otra parte, es claro que los mitos del fraude parten de un dogma de fe que ninguna argumentación racional puede debilitar. Pero si alguien quiere leer en esta temporada de reflexión sobre las elecciones de 2006 un trabajo realmente serio y sistemático, le recomiendo El mito del fraude electoral en México.
LA CUENTA DE HSBC
Me dicen en Hacienda que ellos no le pidieron al HSBC que cancelara la cuenta bancaria de López Obrador. También en Gobernación se lavan las manos. Si la decisión fue de los directivos del HSBC, claramente han cometido el peor error político posible. Si quisieron quedar bien con el Gobierno, lo que hicieron fue golpearlo. Le dieron nuevamente sustento a la tesis del complot que tan buen kilometraje le ha dado a Andrés Manuel durante años. ¿Y todo para qué? Para que simplemente Andrés Manuel abriera una nueva cuenta en Banorte.