El dramaturgo Alejandro Licona está de visita en La Laguna. (Fotografía de Francisco Meléndez)
El dramaturgo mexicano dice que en el camino de los grandes presupuestos hay gente que no tiene mucho mérito
EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- Para el maestro Alejandro Licona, “el dramaturgo nace y se hace”, aunque dice que desgraciadamente en México “hay unos cárteles culturales comandados por ‘vacas sagradas’ que pues sí les enseñan a escribir, pero que terminan siendo centros de adoración”. Explica que contra estas “vacas sagradas” es difícil luchar porque “muchos viven del mito”, esto se da según Licona porque en México existe el síndrome del traje del emperador, “aquél en el que solamente los tontos ven la tela, quién se va a atrever a decir que ‘el maestro’ fulano de tal escribe o dirige muy mal, entonces por eso el sector cultural en el caminito de los grandes presupuestos tenemos gente que está incrustada ahí sin tener los grandes méritos”. Ésta es la segunda visita que hace el maestro a La Laguna, pues anteriormente vino a develar una placa del grupo La Acequia por su obra Abuelita de Batman y en esta ocasión, regresa para celebrar el sexto aniversario del grupo y develar otra placa por las 30 representaciones de la obra El Avaro, acto que se llevó a cabo ayer por la noche en el Teatro Alberto M. Alvarado. Un dramaturgo, para Licona, es “básicamente un creador que tiene la capacidad de inventar historias que pueden trasladarse a un escenario, crear personajes, crear atmósferas y dejar un comentario de lo que piensa uno de la vida”. Y para dejar muy claro su parámetro sobre los escritores y dramaturgos del país, recomienda leer un texto muy peculiar: “Hay por ahí una novela que recomiendo mucho que se llama Crimen sin Faltas de Ortografía, de Malú Huacuja, donde describe lo qué es un taller literario, cuando la leí dije ‘está hablando del taller de Carballido’ y luego otro me dijo que era del de Leñero y uno más se dijo ‘no hombre, ése es Argüelles’, hasta que me encontré con Malú y le pregunté ‘oye pues de quién estás hablando’ y ella me respondió que de Germán Dehesa, o sea que todos son lo mismo”. Explica que es posible que el teatro esté en vías de recuperación: “En la actualidad tendemos a rasgarnos las vestiduras y llenarnos de cenizas las cabezas diciendo lo malo que está, pero dentro de ese malestar, hay signos importantes de recuperación”. Asegura que el teatro mexicano es protegido, “apapachado y fomentado en todas partes menos en la Ciudad de México, en donde el teatro mexicano esto último entre comillas- está en manos de gente que se dicen ‘dramaturgos’, que son personas que hacen cualquier tipo de cosas menos teatro, agarran mitos griegos o hebreos y los adaptan a teatro, o hacen cosas que jamás van a ser representadas más que en esa ocasión, porque contaron con apoyo del Estado o de algún organismo gubernamental, entonces es grato ver que en todas las demás partes se quiere al teatro mexicano, se le protege y se representa, como aquí en Torreón”.
GUERRA DE EGOS
Como una guerra de egos describe Licona al “mal teatro, en donde el actor piensa que es el más importante, sobre todo allá en la Universidad Nacional Autónoma de México si no hay director no hay obra, entonces ésa es la mentalidad que les han inculcado a sus actores y hay gente que cree que el dramaturgo es lo más importante; yo pienso que todo es una serie de esfuerzos que conducen a un total, es el escritor primero, luego el director, los actores, el escenógrafo, el iluminador y eso da como resultado algo que se ve en escena, todos somos importantes en el teatro, mentira que uno lo sea más que otro”. La mayor satisfacción que ha encontrado en su trabajo como dramaturgo es “cuando veo a la gente reírse -bueno, si es comedia-, ése es lo mejor que puede uno tener en la vida, deja tú el aplauso, lo mejor es la risa, o si es un melodrama el que la gente esté conmovida, es la reacción del público el mejor regalo”. Los temas que lo mueven a escribir han ido cambiando con la edad, pues asegura que antes sus obras eran “como muy sociales, muy contestatarias y conforme fui creciendo pues ya me voy acercando más a la reflexión sobre la justicia, más que global, personal, el hacerse justicia uno mismo”. Concluye que “el trabajo de La Acequia se hace con una devoción y una entrega que me conmueve, de verdad, las ganas de hacer las cosas, yo estoy muy contento del furor de este grupo que ha llegado al sexto aniversario, que no es cualquier cosa porque estamos en un conclave en que no hay mucho apoyo al teatro como en Guadalajara, como en Nuevo León, pero aquí no he visto ese gran apoyo, entonces el que un grupo además tan numeroso haya sobrevivido, pues me parece una cosa loable y me considero afortunado de que me hayan invitado y estar aquí para compartir este momento tan importante”.
El dramaturgo
Alejandro Licona ha escrito más de 60 obras de teatro y siete guiones para largometrajes.
■ El dramaturgo, guionista y narrador nació en la Ciudad de México.
■ En 1972 ingresó al taller de composición dramática del IPN, bajo la dirección de Emilio Carballido.
■ En 2000 se instituyó en Ciudad Nezahualcóyotl el Festival del Sketch Alejandro Licona, en homenaje a su labor dramática.
■ En 2001 recibió el Premio Internacional de Teatro Ricardo López Aranda en Santander, España, por La Santa Perdida.
■ Sus obras han sido montadas en distintos foros de la República Mexicana. Como guionista ha escrito más de una veintena de películas; recibió el primer lugar en el Concurso Nacional de Cine de 1973, por Sueños Comprados.
■ En 1980 su obra Máquina obtuvo el Premio Juan Ruiz de Alarcón, a la mejor del año.
■ Ha escrito cuatro obras infantiles: Guau, Vida de Perros; El Bien Perdido; Corajín, Corajón y Corajote y La Princesita Valiente.
■ Ganó el Premio Nacional de Teatro Infantil Concepción Sada 1982 por Guau, Vida de Perros.
■ Y el de Literatura Infantil Narrativa con su trabajo Con Pata de Palo y Parche en el Ojo (novela), Ediciones SM, Col.