Torreón en 1907
Para 1907 Torreón tenía ya un núcleo urbano bien consolidado y definido. Lo que conocemos ahora como el Centro Histórico era ya el centro de negocios con sus plazas, sus mercados, sus comercios, sus edificios, sus bancos y sus numerosas cantinas.
TORREÓN, COAH.- “Sólo en una cosa Torreón no parece norteamericana: por el polvo que llena las calles y por la pavimentación de las mismas. No podéis quedar ni diez minutos con los zapatos limpios, el polvo lo invade todo: las banquetas, los almacenes y el centro de las calles llenas de hoyancos”.
De esta manera el italiano Adolfo Dorello describió la ciudad en un diario de viaje hacia 1908. Fue publicado en París en 1911. Dorello vino a México con un par de amigos y tenía un particular interés en conocer empresas, industrias, ciudades y personas. Su trayecto lo llevó a una estancia en Torreón, justo un año después de que la población fuera reconocida como ciudad.
¿Y cómo estaba Torreón en esa época? ¿En qué condiciones vivían los torreonenses? ¿De qué estaba hecha la ciudad a principios del siglo XX? ¿Qué significa la palabra Torreón en 1907?
1907 no fue el maravilloso año que una imaginaria crónica supondría o que desde el presente quisiéramos conocer. 1907 fue año de crisis generalizada en el país. Lejos de guirnaldas, festejos y celebraciones, Torreón era un espacio de contrastes y encontraba por fin un sitio como ciudad. Después de una serie de gestiones entre el gobernador de Coahuila, Miguel Cárdenas y el Congreso del Estado, se oficializó el decreto de Ciudad para su promulgación el 15 de septiembre de 1907. El ánimo del decreto, como buen documento oficial, reflejó la percepción porfiriana de la época: Torreón era “una floreciente y progresista villa” digna de ser una ciudad.
En realidad el despegue económico de la ciudad venía desde mucho más atrás que la fecha política. Para 1907 Torreón tenía ya un núcleo urbano bien consolidado y definido. Lo que conocemos ahora como el Centro Histórico era ya el centro de negocios con sus plazas, sus mercados, sus comercios, sus edificios, sus bancos, sus numerosas cantinas y sobre todo, con la habitación de los espacios. La bella avenida Morelos no estaba, la plaza principal se llamaba 2 de Abril en alusión a la batalla ganada por Porfirio Díaz. En vez de un templo católico, había una iglesia Bautista en la plaza como signo de la plural migración.
Torreón era el modelo de la ciudad porfiriana por excelencia y el 15 de septiembre era en realidad el cumpleaños del presidente Díaz. Se asumía que la modernidad había llevado al progreso y así lo constataba la industria que amurallaba el paisaje urbano: la Fe, la Constancia, la Unión, la Continental, la Metalúrgica, la Compresora, la fundidora Iron Works, entre otras.
DEL MISERABLE RANCHO A LA CIUDAD
Para 1907 la ciudad contaba con poco más de 26,780 habitantes, la cifra no es exacta, porque los censos eran realizados cada 10 años. Pero entre 1900 y 1910, la población de Torreón se había duplicado de 19,757 a 40,631 habitantes. Imagínense que ahora la ciudad pasa de medio millón al millón para el 2017. La población torreonense era una de las más dinámicas del país y de mayor crecimiento a nivel nacional durante las primeras décadas del siglo XX. Su crecimiento era comparable a Mexicali y Ciudad Obregón.
Sin embargo, mucho antes de que Torreón fuera ciudad, ya tenía una notable relevancia económica. Desde 1850 el rancho del Torreón venía reafirmando su vocación capitalista en el mercado algodonero. Rápidamente una serie de afortunadas circunstancias favorecieron la modernización de La Laguna, entre ellas la reforma agraria del presidente Juárez en 1865; el desabasto algodonero en el sur de Estados Unidos; la irrigación con las aguas del Nazas; las migraciones nacionales y extranjeras; el ferrocarril hacia 1883 y finalmente los incentivos fiscales emitidos por el Gobierno del Estado.
Un agudo observador de Lerdo, Juan Agustín de Escudero, escribió hacia 1900 en el periódico local, la América Independiente: “No hay punto de comparación entre Lerdo y Torreón, a quien hemos visto superarle como por encanto y levantarse majestuosamente, en breves años, de una manera bien notable, lleno de vida y de progreso llevándose la supremacía de todas las poblaciones de La Laguna”..
El crecimiento de Torreón había sido tan rápido y espectacular, pero al mismo tiempo tan abrupto y desbocado que Francisco I. Madero veía en Torreón el mejor caso de progreso. Justo en el año en que Torreón fue reconocida como ciudad escribió lo siguiente:
“Salta a la vista que la Comarca Lagunera aumentaría considerablemente en riqueza, y si con su defectuoso régimen actual ha improvisado tantos capitales y ha hecho brotar de su seno y desarrollarse con tanta rapidez ciudades como Torreón, que de un miserable rancho que era hace 15 años, es ahora una de las principales ciudades de los estados fronterizos. ¿Qué no será cuando las aguas del Nazas mejor aprovechadas, hagan subir los productos anuales a su máximo y las fincas agrícolas tripliquen o cuadrupliquen su valor”?
Madero en esa época era partidario de la construcción de una presa en el Cañón de Fernández, veía en Torreón el mejor ejemplo de cómo el aprovechamiento de las aguas del río lo había transformado en pocos años de un miserable rancho a la población con mayor liderazgo económico de la región. No en balde la ciudad ganó el apelativo, Perla de La Laguna.
LAS CARAS DEL PROGRESO
Los testimonios de la época constan la modernidad de la ciudad, sin embargo, Torreón no dejaba de ser una población con un abrupto crecimiento moderno, pero con una raíz eminentemente rural.
Los tajos de San Antonio y la Perla delimitaban el cuadro urbano que creció como un polígono hacia el oriente de la ciudad. Alrededor del Centro se apreciaban los eriazos, los matorrales y sobre todo, dominaban el paisaje lagunero los campos agrícolas de algodón.
En el mismo espacio el italiano Dorello pudo escribir: “Nos alojamos en el Hotel Salvador, verdadero palacio digno de una gran ciudad y provisto de todas las comodidades modernas: luz eléctrica, timbres eléctricos, elevador hidráulico, en fin, todo el confort deseable. Nos parecía que nos habían transportado a Nueva York o Chicago”..
Por otro lado y como parte de la misma realidad miles de campesinos y obreros convivían en circunstancias verdaderamente difíciles. Inclusive repetían la historia de sus colegas ingleses, quienes en el siglo XVIII habían experimentado la otra cara del progreso y la revolución industrial.
En torno a las empresas surgieron las primeras colonias populares de Torreón: la Polvorera, la Constancia, San Joaquín, la Compresora, la Metalúrgica. Y si en ese tiempo la ciudad carecía de una red de agua potable, drenaje y pavimento, las colonias populares eran simplemente un hacinadero carente de los servicios mínimos que ahora disfrutamos. No extrañaría que años después, ante las desigualdades sociales, la revolución armada “triunfó” en La Laguna.
APUESTAS, JUEGO Y TRABAJO
Torreón y La Laguna en general tenían fama de que se pagaban los más altos jornales en el norte de México, hablamos de 1.5 a 2 pesos diarios. La vida no era tan cara como ahora, con esa cantidad diaria se podía cubrir el alquiler y la comida del mes. El transporte en el tranvía de Torreón a Lerdo costaba 3 centavos.
Pero no todo era trabajo, o más bien porque había bastante trabajo, existía una liquidez diaria entre los campesinos, jornaleros, comerciantes y demás trabajadores. Esta condición permitía financiar como escribió un testigo de la época: “juegos de azar siempre, tanto de día como de noche, y con especialidad los sábados y domingos, que es cuando la gente cobra lo que gana con su trabajo durante la semana. Tenemos bailes públicos con mujeres al aire libre y en plena calle que, usted va a creer que no es cierto, porque así lo debe hacer toda persona honrada. El juego por mayor y menor, los lupanares y las cantinas abundan”.
En 1909 un informe general sobre los municipios de Coahuila, destacó que Torreón era la municipalidad con más cantinas en todo el estado, e incluso duplicaba el impuesto de Saltillo. Se generaban casi 50,000 pesos de impuestos anuales por la venta de alcohol y tabaco. Por lo menos, el directorio comercial de la época registraba 75 cantinas.
Al final, el azar no eran las cartas ni el cubilete, sino la cantidad de agua que podía traer el río Nazas para irrigar las haciendas algodoneras. Del agua dependía capital y trabajo. Ésa era la verdadera apuesta y ese era el Torreón de todos los días en 1907. Una ciudad de trabajo, riqueza, contradicciones, migrantes, tajos, río Nazas, ferrocarril, demasiado sol y polvo.
* Investigador del Archivo Municipal de Torreón, autor de diversos libros de historiografía regional. Contacto [email protected]
Lo que dice la historia
En los primeros años de Torreón, la vida económica, política y social era muy importante para el desarrollo.
- De acuerdo con un censo realizado en 1892, Torreón contaba con dos mil 776 habitantes. Para 1900, la población había crecido hasta alcanzar los 15 mil 342 habitantes, es decir en ocho años aumentó la población hasta por dos mil 200 habitantes por año, según se publicó en el periódico de la época de nombre La Idea de la Villa de Lerdo.
- En esta mima publicación se informa que para 1900 Torreón contaba con 190 hectáreas y dos mil 733 casas.
- En 1907 el Ayuntamiento de Torreón era presidido por Rafael Aldape Quiroz, quien sólo permaneció en el cargo hasta 1908.
- Miguel Cárdenas era gobernador de Coahuila mientras Porfirio Díaz era Presidente de la República.
- Para el año de 1907, la Presidencia Municipal ocupaba la finca número 716 poniente de la avenida Morelos, lugar en que hoy están unos comercios identificados con los número 715 y 729. Frente a la Presidencia, desde el año 1904, se encontraba la cárcel municipal con entrada principal por la avenida Morelos y a partir de la esquina con la Falcón hacia el norte estaban las oficinas de Tránsito.
- En 1906 el Ayuntamiento había adquirido la manzana 106 para que en ella se construyera un edificio propio que satisfaciera los requerimientos de los trabajos administrativos; y en 1907 entre las inauguraciones y actos para conmemorar el advenimiento a ciudad, se puso la primera piedra de la Presidencia Municipal y ahí quedó.
- El servicio para transportar mercancía o personas de poco volumen dentro de la ciudad, se hacía desde el año de su fundación hasta 1925, en carretas tiradas por uno o dos caballos, y en carretones medianos y grandes para la transportación de las mercancías pesadas que eran acondicionadas por mulas.
- Para cuando Torreón fue fundado contaba con transporte, luz eléctrica, agua potable, drenaje e industrias importantes como: La Constancia, La Alianza, la Metalúrgica, La Continental y La Unión.
- El Torreón de aquel tiempo descansaba en una economía eminentemente agrícola a través del cultivo del algodón; es cierto que se sembraba trigo, maíz, poca hortaliza y frutales como el melón y sandía, pero no pasaban a mayores, dadas las condiciones del escaso mercado y el transporte.
- La producción de algodón en aquel tiempo era de aproximadamente una paca por hectárea, cuyos costos eran de 80 a 120 pesos por hectárea.
- En 1907 todavía se sentía la crisis provocada por la sequía de los dos años anteriores pero el ciclo 1907-1908 y 1908–1909 fue bueno en lluvias y con el agua del Padre Nazas, mejoró notablemente su fortaleza económica.
- Cuando Torreón fue declarada jurídicamente Ciudad, por decreto, se proclamaba como la ciudad económicamente más importante de Coahuila, ya que se habían concentrado comercios como: La Ciudad de París, La Suiza, radicadas antes en Ciudad Lerdo, y Casa Lack, nacida en 1904 con un edificio de ladrillo rojo y una torre de reloj, características que eran un foco de atracción para que los comerciantes de otros ramos se establecieran en la ciudad.
- Para proteger sus intereses y promover y activar el comercio, los comerciantes constituyeron una Asociación Mercantil de Torreón, la que el cinco de abril de 1916 formó la Cámara Nacional de Comercio de la Comarca Lagunera con los requisitos que exigía la Ley vigente en eses tiempos, siendo su primer presidente Alfredo Padilla.
- En el año de fundación como ciudad, se llevaban a cabo serenatas en la Plaza de Armas y sobre la avenida Hidalgo. Tenían lugar los domingos por la noche de ocho a diez, eran típicas por su orden y la notada concurrencia. En el kiosco amenizaba la Banda Municipal con valses. Las mujeres en fila de tres o cuatro daban vueltas en el lado exterior de la banqueta alrededor de la manzana de la Plaza y los hombres en sentido contrario.
- Numerosos y muy buenos hoteles dieron servicio a los visitantes, agentes viajeros y hombres de negocios de la época. El Hotel Salvador erigido en 1906, por su propietario Carlos González Montes de Coca, quien lo llamó así en homenaje a su hijo primogénito Salvador González Fariño. Este hotel dio hospedaje a figuras de la Revolución como: Francisco I. Madero en 1913; Venustiano Carranza en 1915; Plutarco Elías Calles en 1929 y a la mayor parte de los políticos que visitaron esta ciudad.
- En 1907 la “mancha citadina” ocupaba desde el Molina La Alianza, al poniente de la calle Viesca hasta la calle Siete antes Victoria y ahora Francisco I. Madero, que era su límite oriente; y desde la Metalúrgica, La Polvorera y La Constancia en la parte sur hasta el tajo San Antonio actualmente convertido en Calzada Independencia, por la parte norte.
- Cuando Torreón nació como ciudad ya estaba en servicio el Teatro Herrara construido por su propietario Manuel Herrera en la esquina de la avenida Juárez y calle Múzquiz. Tiempo después se modificó para convertirse en el Cinelena.
- En ese año, ya existía la Iglesia de Guadalupe, sin torres, simplemente era un salón grande con altar y viacrucis.
- Torreón contaba con dos panteones de 1907 a 1932; El Municipal que fue el primero y dio servicio a los pobladores levantándose artísticos mausoleos, dando también servicio a la gente humilde.
FUENTES: Semblanza Histórica de Torreón 1907 – 1932 de Homero del Bosque Villarreal